19S: El día que cimbró México

Yohali Reséndiz

Fragmento

Título

APUNTES SOBRE LA TRAGEDIA
DEL TERREMOTO 19S-2017

INTRODUCCIÓN

19 de septiembre de 2017

A 366 kilómetros (227 millas) de la Ciudad de México, durante un vuelo a Oaxaca a fin de supervisar los trabajos en el poblado de Santiago Miltepec —una de las zonas afectadas por el sismo del 7 de septiembre de este año—, el presidente Enrique Peña Nieto, en su nivel más bajo de popularidad y de confianza en su gobierno, con 78% de desaprobación por parte de los mexicanos —según una encuesta de GEA-ISA levantada entre el 8 y el 11 de septiembre—, viajaba rodeado de su equipo y parte de su gabinete. Lo acompañaban el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y el de Marina, Vidal Francisco Soberón Sanz, juntos, realizaban un mapeo para revisar la zona afectada, que en unos minutos visitarían, el censo de damnificados y el avance en los trabajos. Peña Nieto escuchaba sin sospechar que una nueva prueba cimbraría su gobierno. Los daños estructurales de su administración quedaban una vez más expuestos, porque en tierra, un terremoto remecía la zona centro del país.

Aún en vuelo, una persona cercana al equipo del presidente interrumpió la reunión de gabinete en los cielos oaxaqueños y le dijo en voz baja en el oído derecho:

—Señor presidente, acaba de registrarse un sismo muy duro en la Ciudad de México. Estuvo muy fuerte.

Luis Felipe Puente, mexiquense, amigo cercano, técnico en Administración de Empresas Turísticas y nombrado durante su gobierno, Coordinador Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, recibía información del sismo que lo enteraba de la gravedad de lo ocurrido y lo compartía con el presidente.

En la Ciudad de México, oficinas y edificios se sacudían, se contaban por cientos las personas que salían despavoridas de sus casas u oficinas y se reunían a mitad de sus calles para alejarse de los vidrios de las ventanas que caían y se hacían añicos en el piso; otros caminaban juntos, tapando su nariz por el olor a gas de algún edificio colapsado. Decenas de edificaciones construidas en su mayoría antes de 1985 colapsaban con personas dentro. En el Hospital La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social, los protocolos y brigadas de emergencia se activaban. Enfermeras, médicos y pacientes se acercaban a las zonas de seguridad propuestas por Protección Civil.

La vida y la muerte se reconocían afuera del quirófano donde el doctor David Arellano Ostoa, jefe del Departamento de Cirugía Cardiaca Pediátrica del Instituto Mexicano del Seguro Social, realizaba una cirugía de corazón a la pequeña Nayra Renata, de 22 días de nacida, el mismo acto heroico lo había hecho el pasado 7 de septiembre al no detener una cirugía de una niña de 9 años en medio del sismo de 8.2. A pesar del fuerte movimiento y de los gritos que se escuchaban afuera. “Tranquilos, se siente mucho porque hay amortiguadores, vamos a apurarnos y nos vamos”, dijo y continuó la cirugía, entre plafones que caían y la alarma sísmica que retumbaba en sus oídos y corazones estrujados por el miedo. El equipo médico del doctor Arellano permaneció en la sala de operaciones y continuó su labor, con un solo objetivo: sanar el corazón de una pequeña.

La sacudida por el sismo provocó que Angélica, Antonio, Martín y Diana Pacheco quedaran atrapados en uno de los seis pisos del edificio de despachos, ubicado en Álvaro Obregón 286, colonia Roma Norte. Las estructuras crujían, había pánico, caos. Diana, a pesar de tener parte de una losa sobre sus hombros y cabeza, logró con su dedo índice enviar su ubicación por whatsapp a quién es su esposo desde hace 12 años. “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”, comenzó a rezar.

En ese mismo edificio, un día antes y después de dos meses de espera, el hospital que atendía la insuficiencia renal de su hijo de 19 años, le comunicó a Rodolfo que eran compatibles y, por lo tanto, resultaba el donador idóneo para darle calidad de vida a uno de sus tres amores. Él quedó atrapado en el quinto piso, junto a un número incierto de hombres y mujeres, casi todos profesionistas: contadores, ingenieros, auditores, jefes de nómina o reclutamiento.

Michelle Fernanda, quedaba varada con varias personas más en el cuarto piso, había intentado salir pero la puerta era demasiado angosta. Unos minutos antes un compañero le había chuleado sus tatuajes: Un diamante, el signo de lo infinito y la palabra Amore.

En los pisos segundo y tercero, ocurría lo mismo, las salidas de emergencia eran una trampa, varios empleados quedaron atrapados, entre ellos, el español Jorge Gómez Varo, dueño de una constructora que tenía sus oficinas en este lugar.

¿Qué había fallado?, hace un par de horas todos habían logrado salir y ponerse a salvo durante el megasimulacro del 32 aniversario del sismo del 85. En la prueba real, el error de eliminar los muros centrales de carga del edificio y el mal diseño del mismo hizo que la construcción colapsara. Durante unos segundos la desesperación creció en empleados y visitantes quienes trataron en vano de cruzar las puertas de salida en cada piso, eran demasiado angostas, luego el edificio se derrumbó y quedaron atrapados.

Asimismo en la Roma, Jessica Mendoza estaba en labor de parto, cuando el médico a cargo del Sanatorio Durango decidió sacarla a un lugar seguro. En pleno temblor un bebé nació en la calle.

A unas cuadras, en la calle Durango 230, reportaban que una marquesina que une el estacionamiento con el edificio de la tienda comercial El Palacio de Hierro, había caído sobre un hombre y una mujer. Nadie los auxilió.

El movimiento telúrico sacudió el edificio, la corrupción lo tiró. Aquel bello inmueble de Art Decó ubicado en Ámsterdam 25, en la colonia Hipódromo Condesa había sufrido daños años atrás. En el 2003, Protección civil lo acordonó pues tenía daño estructural. Sin embargo, fue remodelado para ser habitado, bajo la ceguera de la autoridad y sin que ningún inspector lo impidiera. El dueño cobraba rentas de los departamentos entre 8 y 12 mil pesos al mes, aún sabiendo que tenía daños y sin que ninguna autoridad lo evitara; el inmueble colapsó con una mujer dentro.

En la misma calle, esquina con Laredo, Sergio quedó atrapado con seis vecinos. Mientras que en la esquina de Sonora, un edificio de 12 pisos de altura sufría daños irreversibles.

En la delegación Benito Juárez, decenas de testigos vieron horrorizados que parte del Residencial San José, ubicado en Emiliano Zapata 56, en la colonia Portales, colapsaba con personas dentro.

Al sur, vecinos presenciaban un agitado movimiento y luego el desplome del edificio 1-C del multifamiliar ISSSTETlalpan, uno de los 10 conjuntos, con un total de 500 departamentos, inaugurados después del terremoto de 1957, año en que se desplomó el Ángel de la Independencia.

El edificio con el número 714 de Saratoga, en la colonia Portales, cinco meses atrás fue reportado a Protección Civil: estaba ven

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