La revolución de Dios

Juan Miguel Zunzunegui

Fragmento

cap-1

LA REVOLUCIÓN DE DIOS

Antes y después del Imperio Romano

El Medio Oriente era el centro del mundo, todas las influencias culturales de la franja de la civilización confluían ahí. Para el siglo V a.e.c. ahí se fusionaba lo egipcio, lo griego, lo mesopotámico, lo árabe, lo judío y lo persa, que a su vez traía la influencia de lo hindú y lo budista. En este mosaico, bastante politeísta, sólo los judíos se habían afianzado ya a la idea de un solo dios, una idea bastante impopular, máxime si consideramos que eran los elegidos de ese único dios.

Pero la idea de un solo dios subyacía a casi todas las religiones. El mazdeísmo de los persas parecía un culto dualista, pues partían de la base de un espíritu del bien en eterna pugna con uno del mal, pero en su vertiente mística se comprendía que esa pugna era dentro de la mente humana, y que detrás de todo está Ahuru Mazda, donde se conjuntan todas las dualidades en una unidad total.

El hinduismo parecía, entonces como hoy, bastante politeísta, hablamos incluso de millones de dioses. Pero hoy como entonces, esa pléyade divina era siempre distintas y diversas manifestaciones, representaciones o encarnaciones del Trimurti, la trinidad sagrada de Brama, Visnú y Shiva, y esa trinidad era en realidad la representación de las tres facetas eternas del ciclo de la vida. Detrás de ello sólo existía una realidad: Brahmán.

Brama es el creador del mundo, no un creador en el pasado, sino el creador eterno y constante. Visnú el preservador, el que mantiene cohesionado y con forma el mundo de Brama. Finalmente, Shiva es el destructor, destruye todo eternamente para que Brama pueda seguir eternamente creando. Son unidad.

Mesopotamia era quizás el hogar de la mayor cantidad de pueblos y por lo tanto de dioses, pero cada divinidad representaba diversas fuerzas de la existencia, y se entendía que detrás de ellas tendría que existir una sola fuerza unificadora, representada a lo largo del Tigris y el Éufrates, desde el golfo Pérsico hasta la tierra de Canaán, por Él, Baal o Marduk, según la zona.

En el valle del Nilo, los egipcios comprendían que detrás de todo su panteón divino existía una sola fuerza generadora representada por el Sol, de ahí que Amón-Ra fuera, en el fondo, el único dios; y algo similar sucedía entre los griegos, donde la corte olímpica era la forma popular de presentar la religión al pueblo, pero los grandes filósofos enseñaban que detrás de todo existía tan sólo una fuerza divina, un Logos universal que todo lo unía.

Lo griego, lo egipcio, lo persa y lo babilónico confluía en Mesopotamia y en el Asia menor, la actual Turquía, donde griegos y persas protagonizaron, en el siglo V a.e.c., las famosas guerras médicas, en las que los griegos evitaron que el imperio persa se extendiera por Europa.

Un siglo después, Alejandro de Macedonia, el Magno, decidió sacar a los persas para siempre de Europa, y terminó por conquistar casi todo el mundo conocido en aquella época, desde Macedonia y Egipto hasta el valle del río Indo. Odiaba a los persas como amenaza para los griegos, pero admiraba su cultura ancestral, por lo que siempre intentó promover una fusión de lo griego y lo persa.

Alejandro Magno murió a los 33 años, pero militares griegos mantuvieron el poder en el mundo que él había conquistado, con lo que la fusión de

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