El gran plan

Mike Michalowicz

Fragmento

Título

Introducción

Supongamos que vas al mercado por una buena calabaza. Subes a los niños al auto y manejas al huerto local. Cuando llegas, ves fila tras fila de anaranjado, verde y café. Buscas la calabaza perfecta, pero todas parecen iguales. Claro, es fácil identificar las malas: están aplastadas, destruidas, magulladas o (de forma inquietante) se parecen a tu suegra.

Sigues buscando y, justo al pasar un laberinto de maíz, la ves: la calabaza más grande que tus ojos han encontrado en la vida. Es como la “Gran calabaza” de Charlie Brown. Es tan inmensa que no crees que sea real.

De repente, tus hijos corren hacia ese fenómeno de la naturaleza como si fuera la mejor cosa del mundo… y debes admitirlo, tal vez lo es. La calabaza gigante eclipsa todas las otras del campo. Mientras caminas hacia ella no te percatas de las otras calabazas y te preguntas cómo no la viste antes. Aunque está rodeada por una cinta roja y letreros que dicen: “Calabaza ganadora, no está a la venta”, tus hijos te ruegan que la compres. “¿Por favor? ¡Es la única que queremos!” Caminas a su alrededor, maravillado por su tamaño. Es extraordinaria. Sacas el teléfono, tomas fotos de tus hijos junto a ella y escribes a tus amigos diciéndoles que deben venir a ver la calabaza más increíble y gigantesca del mundo.

Como un imán, la calabaza genera un flujo continuo de gente. Pasan junto a las calabazas pequeñas con los ojos pegados en la maravilla anaranjada. El hombre calvo exclama: “¿Cómo es posible?” La mujer reservada asegura: “Es claro que se trata de una mutación genética”. El niño de primaria dice: “El agricultor debe tener unas vitaminas vegetales súper secretas o algo así”. Y el adolescente confundido murmura: “Parece como Jabba the Hut golpeado por un balón de basquetbol”.

Hay algo absolutamente irresistible, algo magnético en ser lo máximo. El más fuerte, el más rápido, el más singular. Gana el agricultor con la calabaza más extraordinaria en el campo. Siempre.

Lo mismo aplica con los empresarios. Aunque su trabajo va disminuyendo hasta que terminan con unas calabazas pequeñas, comunes y corrientes.

Comparadas a las calabazas gigantes, las compañías que producen estos empresarios son insignificantes, tan insignificantes que los clientes muchas veces no las ven, las aplastan o las dejan que se pudran en el campo (sin una segunda oportunidad).

Para producir un negocio exitoso tu compañía debe ser un imán irresistible. El promedio pierde, pasa desapercibido y se pudre. Sólo lo más único y extraordinario (lo mejor) gana.

Seguro estás pensando: “¡Ahh! ¿De veras crees que me mato trabajando para construir una compañía promedio? ¿Qué más debo hacer para ser el mejor?”

Simple. No tienes que hacer nada más. Sólo necesitas hacerlo de forma diferente. Debes pretender que eres un agricultor de calabazas.

Sip. Lo leíste bien. Un agricultor de calabazas. Pero no uno cualquiera. Uno raro, geek, con overol, masticando una paja… esas personas de las ferias que dedican su vida a cultivar las calabazas de media tonelada que vemos en las noticias estadounidenses. Resulta que ellos, de entre todas las personas, tienen la fórmula secreta para el mayor éxito empresarial: plantar semillas fuertes, identificar las calabazas más prometedoras, matar el resto de la enredadera y sólo alimentar las calabazas con mayor potencial.

En este libro revelo cómo, al implementar las mismas estrategias usadas por los agricultores para producir grandes calabazas (el cual, con gran originalidad, llamé “El Gran Plan”), pude lanzar dos compañías multimillonarias cerca de mi cumpleaños número 30, ganar notoriedad con las firmas principales y ayudarlas a crecer sus negocios de forma radical. No sólo compartiré nuestras historias de éxito, sino que, lo más importante, te enseñaré cómo aplicar las mismas ideas y lecciones en tu negocio.

Recuerda: “Las calabazas comunes siempre se olvidan. Sólo la gigante atrae una multitud y vive en las tarjetas de felicitaciones, refrigeradores y videos de YouTube… para siempre. La calabaza gigante es leyenda. Y cuando hayas cultivado una… también tú serás una leyenda”.

No empezaste un negocio porque querías ahorrar lo suficiente para pagar un buen hogar de ancianos. Lo hiciste porque querías producir algo increíble, algo que cambiara tu calidad de vida, algo que hiciera una diferencia en el mundo.

El fallecido Steve Jobs ha sido elogiado por muchos de sus logros e innovaciones. No hay duda de que Apple es una de las compañías más notables del planeta, gracias, en gran parte, a su visión. Pero su contribución va más allá de la innovación. Cuando Jobs murió, Apple empleaba a casi 47 mil personas, miles de subcontratistas y, por necesidad o asociación, inspiraba a incontables empresarios para crear negocios que servían a Apple y sus clientes. Ésa es una gran contribución a nuestra cultura, una que va más allá de cómo escuchamos música o nos comunicamos con el mundo.

Ahora eso es leyenda.

Y tú también puedes crear una compañía legendaria.

Sé que ya lo sabes. Estás bien consciente de que, si quieres ser súper exitoso, debes ser la calabaza más increíble del huerto. No escribí este libro para decirte eso. Lo escribí para mostrarte exactamente cómo producirla, para enseñarte un sistema comprobado que te liberará de la trampa empresarial y creará el negocio más magnético de tu industria.

Escribí mi primer libro, El empresario del papel higiénico, para los que quieren empezar un negocio pero piensan que les falta educación, recursos, experiencia, impulso y capital para hacerlo. Lo escribí para los millones de aspirantes optimistas que no temen trabajar duro y aprovechar las oportunidades para alcanzar sus objetivos. Y lo escribí para empoderar a emprendedores y empresarios con las herramientas necesarias para tener éxito en la fase inicial de su negocio (startup). Aquel libro se trataba de plantar la semilla, éste se trata de hacerla crecer… en grande.

Desde el lanzamiento de El empresario del papel higiénico en 2008 he hablado con miles de empresarios en conferencias por todo el mundo, como experto en negocios en programas de radio o televisión, en discusiones de artículos que he escrito para publicaciones grandes o pequeñas, por medio de mi blog (bastante loco) y en vivo con personas que buscan superarse o escapar.

Por eso sé de primera mano que las estadísticas bajas son certeras. Los empresarios luchan y sufren, atrapados en un ciclo infinito de vender-producir, vender-producir, vender-producir que los deja desesperados, atrapados y sin esperanza. No importa cuántas noches no duerman, cuántos partidos de futbol de sus hijos se pierdan… la mayoría de los hombres de negocios no parece acercarse a la marca multimillonaria, mucho menos superarla.

Escribí El Gran Plan para todos los que se me acercaron y dijeron: “¡Ayuda! Algo tiene que funcionar”. Lo escribí para los cansados de que su sueño empresaria

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