APRENDA A HABLAR SIN MIEDO

Graham Davies

Fragmento

Índice

Cubierta

Aprenda a hablar sin miedo

¿Por qué un libro más sobre hablar en público?

1. Puntos básicos

2. Conozca a su público

3. Dar forma a la declaración

4. Contenido puro y duro

5. Escríbalo, léalo, corríjalo

6. De las célebres palabras iniciales…

7. Remáchelo todo

8. Muéstrela… si no tiene más remedio

9. Contrólese

10. Controle el día

11. Control de preguntas y respuestas

12. Provoque una sonrisa

13. Adaptarse a los discursos de sobremesa

14. ¿Debe aceptar la invitación?

15. Desafíos empresariales

16. Desafíos personales

Resumen de la «tubería»

Terminología del método A puño limpio

Acerca de Graham Davies

Agradecimientos

Créditos

Graham Davies es un orador brillante y divertido que sabe cómo inspirar y contagiar entusiasmo a quienes consideran que hablar en público es un aburrimiento y una carga, o que provoca pánico

NICK ROBINSON,

editor de la sección de Política de la BBC

¿Por qué un libro más sobre hablar en público?

Durante los últimos veinte años, he compaginado el papel de orador profesional con el de consultor de exposiciones orales, y me he dedicado a asesorar a otras personas para que su mensaje hablado fuera oído, asimilado y seguido.

La primera vez que hablé en público tenía trece años. No me preocupaba especialmente la idea de presentarme ante un grupo de gente, porque desde los diez ya había participado en varios concursos sobre lengua inglesa. De todos modos, en aquellas competiciones tenía que aprender de memoria poemas, pasajes de la Biblia o fragmentos de obras teatrales. No se me exigía que inventara mis propias palabras. Así que, de pronto, descubrí que ser el creador de lo que salía por mi boca me asustaba un poco.

No me daba miedo hablar. Lo que me daba miedo era prepararme para hablar.

Aquella experiencia infantil me convenció de la necesidad de contar con un proceso de preparación fiable que contribuyera a elaborar unos materiales prácticos. No quiero que usted experimente esa sensación en la boca del estómago cuando se enfrente a una hoja en blanco o a una pantalla de ordenador vacía y piense: «No sé por dónde empezar».

Después, ya en la universidad, como integrante del público de la Cambridge Union Society, tuve ocasión de asistir a varias conferencias extraordinarias dictadas por una amplia variedad de destacados oradores, entre ellos Enoch Powell y Barry Humphries. A pesar de saber que, a menudo, sus exposiciones eran brillantes, en ocasiones me sucedía que, al día siguiente o incluso pocos minutos después de que hubieran terminado de hablar, ya no recordaba lo que habían dicho. Muchos otros asistentes me comentaban que a ellos les sucedía algo parecido.

Por tanto, para mejorar mi propia experiencia como público, intenté tomar apuntes, hacer resúmenes, cristalizar lo mejor de lo que aquellos oradores invitados decían… mientras los escuchaba. De ese modo fui capaz de recordar, y de transmitir, en mis conversaciones posteriores, sus «grandes éxitos» a terceras personas. Con el tiempo, pude definir lo que, de hecho, hacía que un discurso fuera tan bueno.

No tardé en darme cuenta de que encapsular el mejor material de un discurso en una afirmación breve, concisa y con gancho servía también como «mecanismo preparatorio» para quien hablaba, y no solo para quien escuchaba. Gradualmente, empecé a elaborar ese concepto y a aplicarlo a las exposiciones orales que empezaba a preparar para mí mismo y para otros.

Al poco de abandonar Cambridge, ya hablaba en público dos o tres veces por semana, y asesoraba a muchas otras personas sobre sus presentaciones. Además, en calidad de abogado, debía pronunciar discursos todos los días en los tribunales. Aun así, preparaba lo que debía decir sin saber en realidad cuál era la manera más eficaz y efectiva de hacerlo.

En 1994 conocí a Dan Bond, y juntos fundamos una consultoría especializada en presentaciones: Straight Talking (en castellano, «Hablando claro»). Dan venía del mundo de la gestión teatral y la organización de congresos… una formación algo distinta a la que yo tenía cuando me incorporé al proyecto.

Los dos acumulábamos varios años de experiencia en el coaching de las presentaciones, pero sabíamos que nuestros consejos, más que abordar el núcleo de estas, se limitaban a pulir su superficie. Así pues, nos dedicamos a investigar con detalle las técnicas de exposición oral más en boga en aquel momento.

Y nos sentimos animados y decepcionados a partes iguales al constatar que no había, en nuestra opinión, ningún autor cuyos consejos valoráramos realmente. La única excepción era la primera parte de un libro titulado Speak and Get Results (1991), cuya autora, Sandy Linver, defendía una comprensión profunda del público como parte esencial para lograr acelerar la aceptación del «mensaje» del orador. Consideramos que aquella idea tenía sentido, era algo que ya constituía una actitud básica de nuestro coaching.

Sandy Linver daba un nombre a ese punto de la aceptación del público: «punto X». Nosotros preferimos usar otro término, algo menos exótico: «resultado». Pero su alusión a un «mapa» y al «viaje» del público también apelaba a algo que se hallaba presente en nuestra propia experiencia.

Con todo, su concepto de «mensaje» no era lo bastante preciso y contundente. Nos parecía que debía existir un concepto más concreto en el núcleo mismo de la preparación de las exposiciones orales. Asimismo, tampoco nos convencía su enfoque de las palabras de apertura en dichas exposiciones, pues propon

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