Grandes esperanzas

Charles Dickens

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

(Se advierte a los lectores que esta introducción explicita detalles del argumento.)

Grandes esperanzas es la obra más comedida de un escritor que no es precisamente conocido por ser comedido: Shaw la calificó de «concisamente perfecta», y sus virtudes vienen dadas por esta concisión. La novela aborda temas de suma importancia que perfilan todas sus facetas, dejando así su huella en cada detalle y en cada giro narrativo. Mientras leemos, seguimos el rastro en el interior, por así decirlo, de las formas que aquellos han moldeado desde fuera. Todo lo que la novela tiene que decir sobre la bondad, la culpa, el deseo y la naturaleza del capitalismo, asuntos que ninguna introducción puede permitirse pasar por alto, lo dice según recibe la presión externa de cada uno de ellos, según la distribución de su peso. Aun así, si tuviéramos la intención de buscar las incertidumbres y contradicciones propias de la novela y desarrollar los contextos donde las encontramos, deberíamos estar dispuestos a dejarlas como están. «Esta fue la última gran obra del autor —remarcó Swinburne—, sus defectos son tan imperceptibles como las manchas en el sol o las sombras en un mar resplandeciente».[1]

A primera vista, Grandes esperanzas es una historia sobre la redención moral. El protagonista, un huérfano criado en un entorno humilde a principios del siglo XIX, toma posesión de cierta fortuna y reniega de la familia y las amistades. Cuando el dinero empieza a perder su encanto y después se evapora del todo, se enfrenta a su ingratitud y aprende a apreciar al hombre que lo hizo así y después lo destruyó. La historia la cuenta el mismo protagonista, y el desafío a que se tuvo que enfrentar Dickens al concebir este narrador en primera persona tiene una doble vertiente. Por un lado, debió asegurarse de que Pip sonara convincente cuando confiesa sus errores para que no pensemos que los admite simplemente para ganar nuestra simpatía; por otro, tuvo que probar la redención de Pip, y demostrar que esta no solo se traduce en palabras, sino también en hechos. En un análisis meticuloso del tono narrativo, Christopher Ricks ha señalado el éxito sobre ese desafío gracias a que es tan franco como se podía esperar, pero sin recrearse jamás en su franqueza.[2] Su admirable dinamismo se puede apreciar, más que en cualquier otro pasaje, cuando Pip narra lo que siente mientras espera la visita de su viejo amigo y protector, el herrero Joe Gargery. «No fue con agrado, a pesar de que éramos buenos amigos, sino con perplejidad considerable, algo de mortificación y una intensa sensación de inconveniencia. Si hubiese podido alejarlo, pagando algo, lo habría hecho». La segunda frase, es cruel en su justa medida sin ser una demostración exagerada de crueldad. Esta es una nota difícil de entonar y, como afirma Ricks, Dickens no siempre lo consigue. Pip se instala a veces en la automortificación y resulta demasiado empalagoso; otras, al contrario, parece desesperado por conseguir nuestra aprobación. Aun así, es duro consigo mismo en su justa medida (la que convence).

Hay numerosas pruebas de que la redención de Pip se basa más en hechos que en palabras: los actos secretos de bondad que aseguran a Herbert una colaboración en Clarricker’s, así como que miss Havisham guarde una buena opinión del sufrido Matthew Pocket; que acabe rechazando el dinero de miss Havisham, o de Magwitch; y, lo más significativo, su amor por Magwitch. La última de estas buenas acciones, y la que entraña más dificultad al escritor para lograr que parezca verosímil, se vuelve intensamente vívida gracias a una sutil modificación de la técnica narrativa. Tiene lugar en el capítulo LIV, donde se cuenta el intento de ayudar a Magwitch para escapar Támesis abajo. Este es el único momento de la novela en que el narrador en primera persona deja de reflejar la forma de pensar de Pip sobre sí mismo, aunque sea honesta, y dirige su atención hacia los demás y los acontecimientos que están sucediendo.[3] La incomodidad se propaga por todo el relato, en las descripciones de las dársenas y el río, pero se trata de una sensación de ansiedad generalizada, o un estado de alerta, en lugar del ensimismamiento, justificable o no, del que hasta ahora ha sido presa Pip. Este aprende a apreciar a Magwitch, después de que lo capturen, a causa de su humildad.

Es cierto que Pip debe expiar algunos pecados, en especial la ingratitud hacia Joe y Biddy, y la repulsión que siente al principio por Magwitch. Pero su sentimiento de culpabilidad parece excesivo para el agravio real que ha cometido: más bien una profunda y misteriosa afinidad con la conducta criminal y no un reconocimiento creciente del fracaso moral. Esta afinidad se hace explícita cuando, a la espera de la llegada de Estella en la estación de diligencias de Cheapside, acompaña a Wemmick a visitar la prisión de Newgate para matar el tiempo:

Consumí todo ese tiempo pensando en cuán extraño era que yo tuviese que verme en aquel ambiente de cárcel y crimen; que de niño, en nuestros pantanos, una tarde de invierno lo hubiera hallado por primera vez; que tuviese que reaparecer en dos ocasiones destacándose como una mancha que se había borrado en parte, sin desaparecer por completo; que de esta nueva manera impregnase mi fortuna y mi encumbramiento.

Pip no considera la criminalidad una falta moral, sino una predisposición psicológica, incluso genética: una mácula que le envuelve e impregna. Julian Moynahan ha sugerido que la mejor forma de abordar esta predisposición es mediante el análisis de la relación de Pip no ya con Magwitch, sino con Orlick, el asesino y aprendiz de Joe Gargery.[4]

Orlick es la otra cara de Pip. La primera vez que se nos habla de él está trabajando junto a Pip en la forja. Cuando Mrs. Gargery es atacada brutalmente, es Orlick quien la asalta, pero se podría decir que es Pip quien le proporciona el arma, un grillete. Pip es contratado para entretener a miss Havisham; Orlick, un poco después, para vigilar la entrada de su casa. Pip considera a Biddy como a una hermana; las intenciones de Orlick hacia ella son menos honradas. Pip se asocia con Magwitch; Orlick con el enemigo acérrimo de Magwitch, Compeyson. Orlick, en pocas palabras, parece embarcado en sus propias grandes esperanzas, y sigue hoscamente los pasos de Pip en su medrar desde los pantanos hasta la casa de Satis y Londres. Pip no puede librarse de esta otra faceta siniestra.

En el capítulo LII, Orlick tiende una trampa a Pip para que se dirija a la casita de la acequia, con la intención no solo de matarlo sino de atormentarlo con acusaciones, pues cree que este siempre se ha interpuesto en su camino. Pero el suceso que le atribuye con mayor convicción es que Pip tiene la responsabilidad última de la muerte de Mrs. Gargery, aunque él hubiera dado el golpe fatal:

Pero el asesino no fue el viejo Orlick, sino tú. Tú eras el niño mimado y el viejo Orlick tenía que aguantar las reprimendas y los golpes. ¡El viejo Orlick insultado y vapuleado! Tú lo hiciste, y ahora me las pagarás todas juntas.

Orlick, que atacó por propia iniciativa a Mrs. Gargery, hace responsable a Pip, quien, sin saberlo, le proporcionó el arma. Esta inversión de las responsabilidades nos permite reconocer a Orlick como el doble de Pip. Dickens sabía que siempre hay obstáculos en el cumplimiento de las grandes esperanzas, y que estos deben v

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