El único recuerdo de Flora Banks

Emily Barr

Fragmento

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Contenido

Portada

Dedicatoria

Prólogo

PRIMERA PARTE

1

2

3

4

5

6

7

SEGUNDA PARTE

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

TERCERA PARTE

22

23

24

25

Normas de vida de Flora

Agradecimientos

Créditos

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Para Craig

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Prólogo

Mayo

Estoy en lo alto de una montaña, y aunque sé que he hecho algo terrible, no tengo la menor idea de qué es.

Lo sabía hace un minuto o una hora, pero se me ha ido de la cabeza y no he tenido tiempo de ponerlo por escrito, así que se ha perdido. Sé que debo permanecer alejada, pero no sé de qué me escondo.

Estoy de pie en la cumbre de una montaña, en un lugar helado y de increíble belleza. Muy abajo, a un lado, hay una extensión de agua con dos barcas de remo fuera, en la orilla. Al otro lado no hay nada; las montañas se extienden hasta donde alcanza la vista. El cielo es de un azul muy intenso y el sol, deslumbrante. En el suelo hay una ligera capa de nieve, pero yo tengo calor porque llevo un gran abrigo de pieles. Es un paraje radiante, nevado. No puede ser real. Estoy en algún sitio dentro de mi propia cabeza, ocultándome.

Cuando vuelvo a mirar, distingo una cabaña allá abajo, cerca de las barcas: me he alejado de ella, ladera arriba, huyendo de lo que sea que haya dentro. No debería estar sola aquí fuera porque sé que hay algo peligroso.

Pero prefiero correr riesgos en este hábitat desconocido que enfrentarme a lo que hay en la cabaña.

Como aquí no hay árboles, debo superar la cumbre para poder esconderme. En cuanto la haya dejado atrás, me encontraré en un paisaje agreste. Sólo estaremos yo, las montañas, las rocas y la nieve. Me quedo de pie en la cima y me saco dos piedras lisas del bolsillo del abrigo. No sé por qué lo hago, pero sí sé que es primordial. Son negras y me caben las dos juntas en la palma de la mano. Arrojo las piedras, una a una, con todas mis fuerzas y lo más lejos que puedo. Desaparecen entre las rocas cubiertas de nieve, y eso me deja satisfecha.

No tardaré en desaparecer. Encontraré un sitio donde esconderme y no me moveré de allí hasta que recuerde qué he hecho. No me importa cuánto tiempo me cueste. Es probable que me quede aquí, en este lugar helado, durante el resto de mi vida.

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PRIMERA PARTE

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1

La música está muy alta, la habitación demasiado abarrotada, y da la sensación de que en esta casa hay más gente de la que cualquier ser humano pueda llegar a conocer. La vibración de los sonidos graves me recorre todo el cuerpo. Llevo un rato de pie en un rincón, así que inspiro profundamente y empiezo a abrirme paso entre extraños.

Me miro la mano. FIESTA, me revela con letras negras y gruesas.

—Ya me he dado cuenta —espeto, aunque no sé qué hago aquí.

El ambiente está cargado de una mezcla de sudor, alcohol y perfume que me resulta nauseabunda. Necesito salir de aquí. Quiero oler el aire fresco. Quiero apoyarme en una barandilla y contemplar el mar. En el exterior de esta casa está el mar.

—Hola, Flora —me dice alguien.

No lo reconozco. Es un chico alto, flacucho y sin pelo.

—Hola —respondo con toda la dignidad que consigo reunir.

El chico lleva unos vaqueros. Aquí todos los chicos, y la mayoría de las chicas, llevan vaqueros. Yo, en cambio, llevo un vestido blanco y brillante con mucho vuelo en la falda y unos zapatos amarillos que ni siquiera son bonitos, y que, encima, no son de mi número.

Supongo que me he vestido de acuerdo con lo que creía que era una fiesta... Y es evidente que soy la única persona que se ha hecho una idea equivocada.

Me miro la mano. Tengo 17 años, leo. Bajo la vista para mirarme otra vez. Tengo pinta de adolescente, pero no me siento como si lo fuera.

Cuando era pequeña, me encantaba arreglarme para las fiestas. Me ponía un vestido bonito, como el que llevo esta noche, y la gente me abrazaba y me decía que parecía una princesa. Pero ya soy demasiado mayor para esas cosas. Si tuviera un bolígrafo en la mano, me lo escribiría en el brazo para resaltarlo: «Soy mayor de lo que creo.» Ya no debería llevar vestidos de fiesta. Debería llevar vaqueros.

—¿Una copa?

El chico me señala una mesa con vasos de plástico y botellas. Me miro la muñeca. No bebas alcohol, leo. Todos los demás están tomando lo que sea que haya en las botellas. Es posible que sea alcohol.

—Sí, por favor —contesto, para ver qué pasa.

Mi mano me informa asimismo de que Drake se va. El novio de P. Esta fiesta se celebra porque alguien se marcha. La P es de Paige. El novio de Paige. Pobrecita.

—De esa roja, por favor.

Me lamo el dedo y froto No bebas alcohol hasta que las palabras resultan ilegibles.

El chico alto me tiende un vaso de plástico lleno de vino hasta el borde. Hago una mueca tras el primer sorbo, pero sostener un vaso con una bebida alcohólica me hace sentir que aquí soy una más, y emprendo la búsqueda de Paige.

Tengo diecisiete años. Esto es una fiesta. Drake se marcha. Drake es el novio de Paige.

Una mujer me pone una mano en el brazo para detenerme. Me vuelvo hacia ella. Tiene el pelo de un rubio blanquecino con un corte escalado, y sé que es mayor que todos los demás invitados porque tiene arrugas en la cara. Es la madre de Paige. No sé por qué, pero no le caigo bien.

—¡Flora! —grita para hacerse oír por encima de la música. Me sonríe con los labios, pero no con los ojos. Yo la imito—. Flora. Has venido, y estás bien.

—¡Sí! —exclamo, asintiendo enérgicamente.

—Bueno, pues informaré a tu madre de ello. Ya me ha enviado tres mensajes al móvil para preguntar qué tal andabas.

—Vale —contesto.

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