Tengo algo para decir

Dalia Gutmann

Fragmento

Corporativa

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Penguin Random House

Dedicado a mi papá, que me enseñó que siempre es bueno darle una palabra de aliento a alguien que hace algo que te gusta.

Y gracias a los que me alientan y me motivan a que siga haciendo las cosas que me gustan.

Siempre.

Prólogo
Conversaciones con mi cabeza

Toda la vida charlé conmigo misma. Tengo mucho autorreportaje, muchas conclusiones, mucha discusión interna. Así que, si me hablás y no te escucho, no te enojes: estoy charlando conmigo…

Soy Dalia Gutmann y soy comediante. Amo la comedia más que ningún otro género. Confieso que la amo porque también es el mecanismo de defensa que encontré para amortiguar mis penas, para no caerme en el agujero del vacío existencial y terminar hundida en mi cama, sufriendo por no saber qué corno hacer con mis días.

Pero también me encanta vivir, ojo. No me quiero morir NI EN PEDO. Quisiera vivir al menos hasta los 98 años. Bien, entera, con las articulaciones bien aceitadas, con proyectos hasta el último día, con la emoción a flor de piel, con las lágrimas siempre listas para hacerlas brotar en el momento que sea —porque a esta altura de mi vida, hasta me divierte la facilidad que tengo para lagrimear—. Más me preocupa cuando estoy insensible, desafectada, robótica, esos días en los que nada me conmueve y no me reconozco.

Soy el resultado de una neurótica que sabe que quiere ser feliz, recontra feliz, ser un canto a la vida, sacarle el jugo a lo que me toque vivir... Solo que a veces me olvido de este proyecto, y una nube negra se apodera de mí y no me deja disfrutar de nada.

Una vez, en algún audiolibro de autoayuda que escuché (sí, lo confieso: me gustan los audiolibros… Y sí, también me gusta un poco la autoayuda… Bueno, ¡ME ENCANTA, ME VUELVE LOCA, SOY ADICTA A LAS FRASES MOTIVACIONALES, LO TENÍA ACÁ GUARDADO Y NO AGUANTABA MÁS LAS GANAS DE GRITÁRSELO AL MUNDOOOO!)…

—Tranquila, Dalita, estás contando de qué va el libro…

—Bueno, sigo.

Una vez escuché un cuento que decía que la vida es un gran banquete repleto de manjares deliciosos, con todo tipo de sabores extraordinarios, y que hay personas que, por miedo, por represión, por una neurosis mal llevada, por la maldita culpa, o por vaya a saber qué, solo se atreven a probar algunos bocados insípidos… Pero, ¡mirá!, también hay sushi, hay helado, hay cheesecake, hay morcilla, ¡hay molleja, chiques! Probemos. Probemos todo. Tal vez algo no nos guste, o nos caiga mal, pero ¡probemos! Como mucho, después no lo comeremos más.

Este cuento —por más que puede parecer un berretada— me sirvió mucho. Porque soy una mina un poco limitada con el placer. Qué sé yo… De chica vivía en Almagro, casi toda mi infancia tuve un Renault 12, soy judía, culposa, y los grandes placeres de la vida a veces me resultan demasiado para mí…

Pero también soy una mina a la que le apasiona su trabajo, me entrego totalmente, dejo el alma, lo valoro, me gusta que los demás lo valoren, y muchas veces se me presentan oportunidades mágicas… Y es ahí cuando este cuento aparece y pienso: “Te lo merecés, probá este manjar, ¡no te quedes con las galletas de arroz, Dalia! Si esta oportunidad llegó, es porque el universo cree que estás preparada para que lo vivas”. Sí, también creo en las fuerzas del Universo, y todo eso, ¡no me bulineen!

Quiero aclarar, por si todavía no se dieron cuenta, que este libro no es gracioso. Es un libro profundo.

—Bueno, Dalia, no queda bien que digas eso vos…

—¿Por qué no? ¡Soy profunda, loco!

—Pero es raro que uno diga de uno mismo que es profundo.

—Es amor propio, dejame. En la autoayuda se resalta mucho el amor propio. Solo con una buena autoestima las personas podemos desarrollar todo nuestro potencial…

—Bueno, mamita, está bien, seguí…

Decía que este es un libro profundo, lleno de elucubraciones, vomitivo…

—¿Quéééééé? ¿Vomitivo?

—Sí.

—Explayate porque no se entiende. Dalia, la gente no está adentro de tu cabeza, este es un prólogo y estás diciendo que tu libro es vomitivo, nadie lo va a querer comprar así, y la editorial te va a cagar a pedos.

—Vomitivo no de horrendo… Vomitivo como categoría. El “vomitivo” es un género literario que me apasiona. Creo que le estoy inventando el nombre, pero es un género que existe. Son libros que no fueron escritos, fueron vomitados, producto de una necesidad de decir cosas, de dedos que empiezan a tipear sin pausa intentando volcar en un teclado todo lo que sale de adentro, de compartir con el mundo y para siempre esas reflexiones que, si no, quedarán eternamente guardadas adentro de nosotros.

Sepan comprender. Me lo venía aguantando hace rato y un día no pude más, y acá está: ¡mi propio libro de autoayuda!

¡Ah!, y hay otra razón por la que este libro existe y la quiero confesar: me inspiró mi tío Albert. Bueno, sí, hay un rumor de que Albert Einstein es familiar mío, no lo voy a negar. No sé si directo-directo, pero tenemos un lazo, tal vez no sanguíneo, pero sí puedo asegurar que hay gente

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