Si es amor, no duele (Colección BlackBirds)

Fragmento

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¡Estoy feliz de que hayas abierto estas páginas! No sé cómo ha llegado a ti este libro o la forma en la que te acercaste a él, pero me ilusiona mucho el hecho de que lo tengas en tus manos. Ya me hubiera gustado a mí, cuando era adolescente, haber tenido la oportunidad de tener enfrente una historia que se pareciera a lo que me estaba ocurriendo. Una historia en la que me sintiera identificada, y no juzgada, porque no hay nada mejor que aprender desde la empatía, y no desde el juicio o el castigo. Créeme…, no es casualidad que tengas este libro en tus manos. No es casualidad que nuestras historias se hayan encontrado.

Porque eso es lo que haré: te contaré la historia de cómo fue la relación con mi primer novio a la edad de doce años. ¡Ay! Y mira la forma tan guapa que tengo de presentártela. Así en un libro tan bonito, con su portada, con sus dibujos y todo… De maravilla, la verdad, qué oportunidad la que me ha dado la vida de poder contar esta historia de falso amor, ¡así te lo digo! Y es que yo estoy acostumbrada a contar esto que vas a leer, pero de forma oral: en institutos, en escuelas, en asociaciones, en teatros, en parques, en casas okupas…, en muchos sitios…, hasta en cárceles he estado. Porque lo mío es la palabra oral, sí, sí. Lo mío es hablar. Ya no sé si es porque soy andaluza o porque soy mujer —que ya te explicaré más adelante por qué las mujeres no paramos de hablar—. Lo cierto es que me han dicho que lo hago con mucho arte, vamos, que tampoco sé si es porque soy mujer o porque soy andaluza, pero el arte está.

Y ahora, al hacerlo en este libro, pues me da alegría, pero me siento rara también. Sobre todo porque quien escribe es mi compañero de vida, Iván. Y si yo soy de palabra oral, este tío es de palabra escrita. Como nos conocemos tanto ya y conoce tanto mi discurso, te puedo asegurar que, aunque no se lo esté dictando de pe a pa, el tío escribe y escribe y escribe, y sale todo esto que estás leyendo. Confuso, ¿no? ¿Quién escribe esto entonces? ¿Quién te está hablando…? Pues, querida o querido, vamos acostumbrarnos desde las primeras páginas a cuestionar y a pensar mucho en lo que tenemos enfrente, ¿sí? Que por eso está el mundo como está, porque no cuestionamos nada y damos por hecho que la verdad es lo que nos contaron, lo que vemos en la tele, lo que oímos en las canciones y lo que es políticamente correcto. ¡Y no es así! Con este libro te quiero invitar a dos cosas: a incomodarte y a cuestionar. Al menos eso es lo que voy a hacer yo. Tú te pondrás las gafas violetas que te presto en este instante y te dedicarás a leer este libro con ese filtro. El de las gafas violetas, me refiero.

Te decía que yo soy mujer de palabra oral. Y he utilizado mis palabras para contar la historia de violencia machista que viví con mi primer novio cuando era una adolescente. Hoy por hoy soy una mujer, pero llevo alrededor de catorce años contando esto que me sucedió a la gente, sobre todo a muchas chicas y chicos. Como en las aulas explico lo mismo, igual voy a hacerlo en este libro. Quiero que entiendas que hay cosas que suceden en este mundo que las vemos como normales o naturales, porque así hemos aprendido a creerlas; y no es así en absoluto.

¡Ah! Otra cosa que no quiero que se me escape antes de empezar es que, en muchas páginas, seguramente encontrarás un lenguaje que pueda resultarte vulgar, soez, violento, ácido y hasta irónico, a veces. La razón es simple: quiero que percibas, en ciertos momentos, lo que yo sentía cuando mi exnovio me hablaba. Incluso, cuando no me hablaba. Que puedas entender que el maltrato o la violencia no significa necesariamente «el golpe». Las palabras o el silencio puede hacerte un daño mucho mayor. De hecho, el daño que más me costó sanar de Antonio, mi ex, no fueron los golpes —esos ya no se ven—, sino las palabras. Por eso, no se te debe olvidar que «no solo duelen los golpes».

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Dicho esto, paso a recordarte que me gustaría que leyeras estas páginas con el filtro de las gafas violetas. Ese filtro consiste en cuestionar todo aquello que, por costumbre o por norma, es aceptado como «la verdad». Nadie lo cuestiona, y lo vemos como natural. También esas gafas violetas te perm

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