Inundaciones

Iván de la Nuez

Fragmento

Introducción: Se abre el Telón (de Acero)

Introducción Se abre el Telón (de Acero)

Dos décadas transcurren entre el desplome del imperio comunista y la crisis global del capitalismo de estos días. Apenas veinte años de una inundación que comienza con el derribo del muro de Berlín y acaba en Guantánamo —ese vertedero por el que se precipitan todas las contradicciones de la era global.

He aquí el pasadizo de vértigo que atiende, año por año, este libro.

Entre Berlín y Guantánamo tiene lugar el ocaso de un PC (el Partido Comunista) y el auge de otro (el Personal Computer), con la entrada de Microsoft y la Era de la Imagen tal como hoy la vivimos. La historia que estalla con el apogeo de un arte político —erigido en conciencia crítica del capitalismo— y se desdibuja en la deriva actual de estetización de la política, convertida hoy en pura performance.

Éste es, pues, un libro que describe la tensa relación entre arte y política, aunque no a la manera romántica. Es una evidencia innegable que el arte de estos tiempos ha conseguido suturar, en los últimos veinte años, las diversas carencias de la política. Mas no se trata, aquí, tan sólo de establecer un juego, con cartas marcadas, entre villanos y héroes. Se trata, también, de ese punto en el que arte y política comienzan a competir por los mismos espacios de representación.

—La política es el arte de lo posible.

Así lo avisó una vez Bismarck, pero esa convicción dice hoy muy poco de nuestra experiencia. Sobre todo porque los ámbitos aludidos en la frase —la política, el arte, lo posible— han perdido capacidad para ofrecer alternativas o modelos de vida ante la incertidumbre en la que estamos atrapados.

¿«Apenas» veinte años? Hay que matizar ese «apenas».

Aquí se recorren las dos décadas más intensas de la historia.

Veinte años que han conocido la dinamización —y la sucesiva pulverización— de debates que se pretendían eternos: nacionalismo, multiculturalismo, guerra fría, explosión de las periferias, canon occidental, apoteosis del cuerpo, clonación, terrorismo, arte como género, crisis del capitalismo, poscapitalismo, poscomunismo, estetización de la Revolución…

Éstos son los temas desgranados en este libro que, dicho sea de paso, pone en solfa la idea misma de Arte Contemporáneo. No sobra advertir que lo hace desde el interior de ese mundo. De ahí que su crítica asuma, más de una vez, la forma de una autocrítica. Y una autocrítica en la medida en la que incide en un hecho sobre el que resulta imprescindible reparar: entre 1989 y 2009, entre la caída del Muro y la presumible caída de la base de Guantánamo, conocemos el auge y el declive de eso que, de manera imprecisa, llamamos Arte Contemporáneo.

Entre la activación de la cultura que nos trae el arte del deshielo —el fin de la guerra fría— y el deshielo del arte —su carácter inocuo— ante el presumible final de la posguerra fría.

Entre 1989 y 2009 se remata la opción vanguardista basada en el sueño de quebrar la frontera entre arte y vida, pues estas dos décadas están protagonizadas por la relación agónica del arte con la supervivencia: que es la continuación de la vida por otros medios (eso sí, más precarios). Un recorrido por formas extremas de apoteosis global —tecnología o precariedad, desesperación o seguridad, turismo o éxodos forzados. Un tránsito entre la diferenciación zoológica del multiculturalismo (cada bestia en su jaula) y la disolución absoluta del estándar global. Entre los que se han sacudido de encima el comunismo real y les ha venido encima el capitalismo real e intentan mantenerse a flote sin muchas alforjas.

El arte de sobrevivir que marcan estos años sería, tal vez, el de una política de adaptación a esta situación en la que no se encuentran formatos institucionales que consigan dar cabida con solvencia a las nuevas variantes vitales.

Un arte de flotar, entre el Muro y Guantánamo, cifrado por este tiempo que transcurre entre la negación del comunismo y la anegación del capitalismo.

1989 El arte del deshielo

1

—Ladies and Gentlemen, The Wall Went Down!

Así habló Ronald Reagan. Y así anunció que había ganado la guerra fría. Como el cazarrecompensas que muestra la cabeza del hombre más buscado y, acto seguido, se dispone a cobrar el rescate. Se acababa de desplomar el Muro y, sí, había victoria de la que pavonearse, cabeza que blandir —casi todo el Imperio del Mal (excepción hecha de los comunismos periféricos)— y recompensa por cobrar. A partir de ahora, Mercado, Democracia y Capitalismo pasarían a conformar un Sistema Único que igualaría el mundo. Lo que la euforia no le permitió ver a Reagan —ni a sus Tanques Pensantes encabezados por el Fukuyama del Fin de la Historia— es que los derrotados no se quedarían allí, pasivos en el Este, a la espera de Occidente. Al contrario, muy pronto avanzarían hacia el otro mundo e invadirían todos sus confines. En Berlín, la historia moderna y la cultura occidental explotaron en múltiples pedazos para dar paso a una inundación que ha transformado la configuración espacial y humana del globo. Las dislocaciones posteriores obligan a replantearnos nuestra relación con el mundo, la sociedad, la historia, la naturaleza o la reproducción de la especie humana desde los retos imponentes de un futuro que llegó sin prólogo.

En la época del comunismo, todavía se nos hablaba de un mundo que podía mantener sus fronteras, conservar su integridad doméstica, sentirse a resguardo, salvaguardarse tras el dique de plomo de la guerra fría. Ese dique, hoy, ha estallado por todos lados. Y puede ser representado por el muro de Berlín, mas también, como veremos, por los muros diversos que le otorgan sentido a eso que conocemos como globalización. En cualquier caso, así como Jorge Luis Borges no consideraba la crucifixión de Cristo como

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