Índice
Portadilla
Índice
Epílogo a modo de prólogo
Introducción al arte contemporáneo o la aventura de la libertad
I. El siglo XVIII: El nacimiento del arte contemporáneo
Nuevas categorías estéticas para un nuevo arte
El cambio del centro de gravedad del arte europeo
Francia y la difusión del Rococó
Inglaterra: Las demandas artísticas del público burgués
Wright de Derby y la pintura del naciente mundo industrial
La pintura veneciana, un arte para la exportación
II. La revolución romántica
La ruptura de la tradición artística
La pintura romántica alemana
Ingres y el ultraclasicismo romántico
El romanticismo del color: Géricault y Delacroix
El arte como oficio sagrado. Hermandades y fraternidades románticas: Los Nazarenos y los Prerrafaelistas
La imagen romántica de España
III. Realismo e Impresionismo
El heroísmo de la vida moderna
La pintura realista
El Impresionismo
La reacción antiimpresionista
IV. La arquitectura en la época contemporánea
La arquitectura de los nuevos materiales
La arquitectura del siglo XIX
El historicismo y los revivals
La arquitectura de los ingenieros
La Escuela de Chicago
El Modernismo
Fundamentos y desarrollo del urbanismo contemporáneo
La arquitectura del siglo XX
V. La escultura en la época contemporánea
De la crisis del Clasicismo a la crisis de las vanguardias
La escultura del siglo XIX: De Canova a Rodin
La escultura del siglo XX
La escultura de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX
VI. La pintura del siglo XX. Primera parte: Las vanguardias históricas (1900-1945)
Euforia y crisis de las vanguardias
Las décadas de la euforia vanguardista: 1900-1920
El arte de entreguerras y la crisis de la vanguardia: 1920-1940
VII. La pintura del siglo XX. Segunda parte: Últimas vanguardias y el arte posmoderno (1945-2000)
Hacia la institucionalización del arte
Las últimas vanguardias: 1945-1970
Una vanguardia para un arte sin retorno: El Arte Conceptual
El arte posmoderno: 1975-2000
VIII. El arte español del siglo XX
La reflexión sobre el ser de España
El arte no-figurativo de los años cincuenta: El Informalismo español
La multiplicación de opciones artísticas en los años sesenta y setenta
El arte español con la llegada de la democracia
IX. El arte y los nuevos medios de expresión de la época contemporánea
La producción y reproducción mecánica de la imagen
Los nuevos medios electrónicos y el arte
Índice alfabético
Procedencia de las ilustraciones
Sobre el autor
Créditos
Epílogo a modo de prólogo
A casi tres lustros de su primera edición, en 2001, el módulo temporal que Ortega y Gasset pensaba que mediaba para la emergencia de una nueva generación, me veo en el satisfactorio trance de rescatar El arte contemporáneo con el aliciente de un nuevo prólogo que sirva como balance de lo ocurrido en este asunto durante los últimos catorce años. Lo primero que se me ocurre al respecto es apelar al dicho latino de “ars longa, vita brevis”; es decir: que el reloj del arte discurre con mucha más lentitud que el de la vida de cualquier mortal, o, lo que es lo mismo, que, para apreciar sus cambios profundos, los auténticos, se precisan muchas vidas sucesivas y, por tanto, muchas o muchísimas generaciones. En este sentido, siguiendo con la prosa del ingenio popular, en estos casi tres lustros no ha ocurrido casi nada, o, si lo ha hecho, tardaremos todavía mucho en enterarnos, nosotros mismos o, eventualmente, nuestros sucesores.
¿Descalifica esta sentencia la redacción de este nuevo prólogo? Si lo creyera así, no lo habría escrito o me habría ahorrado esta advertencia. Me explico. El arte contemporáneo, tal y como fue concebido e impreso en su primera edición, se inscribió en un género de manual de introducción generalista a un tema, el entonces y ahora muy popular del revolucionario arte de nuestra época, pero con la peculiaridad de no limitarse a hacer un simple inventario o mapa de sus principales movimientos y artistas, sino de enhebrar un hilo conductor crítico, que encuadrase el sentido que esta nomenclatura significaba; en una palabra: que, en vez de, por así decirlo, hacer una lista de los “cuarenta”, “cincuenta” o “mil” principales, explicara su trasfondo conceptual o “humus”, término latino que significa “tierra” o, por extensión, “sustrato fértil”. Cuando se aborda esta tarea, los siempre infinitos datos se sacrifican al patrón de un relato. Pues bien, el cauce narrativo que adopté en la redacción de El arte contemporáneo fue el de supeditar toda la información disponible sobre el arte entre la segunda mitad del siglo XVIII y finales del XX al patrón del revolucionario cambio de un arte tradicional, basado en la belleza, por otro basado en la libertad. Como así consta a lo largo de todo el libro, no voy a insistir en ello, sino, en todo caso, voy ahora, con mejor o peor fortuna, a completarlo.
Como no podía ser menos, la deriva libertaria del arte de nuestra época convirtió su definición en una progresiva incógnita. Ante la avalancha de innovaciones formales, pero, sobre todo, de formas de cuestionar lo que era el arte mismo, se aceptó, en principio, la salida demasiado cómoda de afirmar que éste era lo que sucesivamente hacían o decían los artistas. Pero ni siquiera esta obviedad pud