«Despedía los primeros Óscar de mi vida con dos lecciones y una certeza: en las quinielas apuesta por quien creas que va a ganar, no por quien quieres que lo haga; olvídate de ir al colegio o al trabajo a la mañana siguiente, y por muchos números esperpénticos que haya al inicio o premios injustos al final, la noche de los Óscar era, es y será uno de los momentos más esperados del año». A pocas horas de una nueva entrega de los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (¿«Oppenheimer», «Anatomía de una caída» o «Los asesinos de la luna»?, ¿Scorsese, Nolan o Lanthimos?), publicamos un extracto de «Videoclub» (Ediciones B), la autobiografía de Jaume Ripoll, en las siguientes líneas, el cofundador de Filmin viaja al pasado para recordar algunos de los momentos que han marcado esa suerte de ritual colectivo que es sentarse frente al televisor para ver la gala en la que cine, estrellas y glamur se dan la mano. Desde el primer robo (¡¿El Óscar a «Rain Man»?!) al mutis del honorable Elia Kazan, el autor, un cinéfilo empedernido, reflexiona sobre este rito social y cultural al que acudimos con ansias cada año.