Una ilusión y un par de botas del 36. Biografía autorizada de Paula Rojo

Joan Costell

Fragmento

 Una ilusión y un par de botas del 36

Índice

Una ilusión y un par de botas del 36

Prólogo

Introducción

1. Aquella niña de Mieres

2. Primeros contactos con la música

3. Talent shows

4. Primer contrato

5. Influencias

6. Érase un sueño

7. Creer para ver

8. Un viaje en el tiempo

9. Conciertos y giras

10. La Dixie Band

11. Videoclips

12. Apariciones en televisión

13. Colaboraciones

14. Premios

15. Paula solidaria

16. El entorno de Paula

17. Las canciones de Érase un sueño

18. Las canciones de Creer para ver

19. Las canciones de Un viaje en el tiempo

20. Las redes sociales

21. Club de fans

22. Anécdotas

23. Sabías que…

24. Cuestionario del buen «paulista»

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Créditos

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Un día me desperté y sentí que no era la misma. O quizá sí, y solo había llegado a mí una versión más segura, más aventurera y más pasional. Había llegado para quedarse. Llevaba ya unos meses compartiendo mi pasión con los más allegados. Cantaba y componía en 3.Catorce, un grupo Vigués, mientras estudiaba en la Universidad de Vigo. También cantaba y componía con mi mejor amigo Tristán Armas, aunque solo fuera para familia y amigos… Poco a poco fui descubriendo que la música tiraba de mí como una cuerda tensa a punto de romperse. Ese día, se rompió y decidí que iba a intentar darle forma a una vocación que siempre había vivido conmigo, adormilada. Confesé a mis padres que quería probar suerte, que no quería quedarme con la duda de «¿qué pasaría si lo hubiera intentado?» y, empujada por su apoyo y prometiéndoles que a pesar de mi decisión iba a terminar mis estudios universitarios, dejé mis miedos y mi inseguridad en un segundo plano. Tristán ha sido una de las piezas más importantes en esta historia. Su confianza en mí y su fascinación por mi manera de expresar y entender la música cambiaron mi vida. Él me lo sigue recordando, cinco años después, como si no pasara el tiempo, y, lo que él no sabe, es que cada vez que lo hace, no solo sigue manteniendo intacta mi ilusión, sino que también me hace recordar a aquella chica de 22 años con el alma repleta de sueños. Esa chica sigue aquí gracias a personas como él.

Otro día vi un anuncio en la televisión de un talent show que triunfaba en medio mundo y sentí una corazonada del tamaño de mis sueños. Tímidamente me inscribí en la página web oficial de «La Voz», con el mismo nerviosismo que un niño siente cuando está a punto de hacer una travesura. Sentí que podría ser mi momento. Desde Vigo viajé sola con mi ukelele hasta A Coruña, donde tenía lugar el primer casting presencial y, una semana después, me encontraba en un tren rumbo a Madrid para presentarme a la final. Fue mi momento. El programa me aportó la experiencia más surrealista e inspiradora de mi vida. Gracias a «La Voz» me sentí comprendida por millones de personas a través de la pantalla, cantando una canción que había escrito para mi hermano Fernando. Así, la vida me regaló el cariño del público, los «paulistas», que siguen tomando mi mano y acompañándome en este viaje de locura y permitiendo que siga mi lucha por seguir trabajando en lo que más amo. Gracias a esa plataforma también conocí al que ha sido mi mánager desde el principio, Enrique Patricio, que siempre ha sabido cuidarme, aconsejarme, confiar en mí y luchar por mi carrera. Él es la mayor suerte que me he encontrado en el camino, al igual que la Dixie Band, formada por los mejores músicos que podría tener y a los que no consigo ver como compañeros de trabajo, sino como amigos y parte esencial de mi vida profesional y personal. Conocí a grandes amigos, me ilusioné, lloré, pasé nervios, reí, disfruté, lloré otra vez, soñé, trabajé y cuatro meses después sostuve entre mis manos Érase un sueño, el primer LP, con canciones que compuse durante la universidad y que jamás pensé que saldrían de las cuatro paredes de mi habitación. Hoy tengo 27 años, acabamos de publicar mi tercer «diario musical», Un viaje en el tiempo y me siento la mujer más afortunada del mundo por haber vivido tantísimos momentos que parecen sacados de un cuento de hadas o de una película. Gracias a vosotros conseguí abrirme camino en esta lucha incesante que consiste en darme a conocer personalmente a través de mi profesión, la música. Mis canciones, que como muchos ya saben, cuentan etapas importantes y diferenciadoras que me han marcado en los últimos diez años de mi vida. Lo he compartido todo con vosotros: mi primer desamor, mi primer año en la universidad, mi experiencia como hermana mayor, la primera declaración de amor que le hice a un chico, mi relación con mis amigas princesas, mi primer perdón, mis recuerdos de la infancia, mi emancipación…

Si hay algo que me hace especialmente feliz, esto es compartir mi dicha con la gente que quiero, mi familia, mis amigos. Noto la energía y el positivismo que contagio a mis abuelos de 86 años cada vez que ven a su nieta en la televisión o sonando en la radio. Por eso, gracias a ti, que estás leyendo estas líneas y que has hecho todo eso posible, soy feliz por partida doble. Un gracias sigue sabiendo a poco.

Seguimos luchando, trabajando y viajando juntos.

Os quiero,

Paula

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Era verano de 2014… Habíamos decidido viajar toda la familia al norte. Las playas del Cantábrico y los paradisíacos paisajes del País Vasco, Cantabria y Asturias iban a ser algunos de nuestros destinos esas vacaciones. El más inesperado, sin embargo, no estaba en el programa…

A última hora, las niñas habían preparado su selección de cedés para el viaje. Les cansaba ir escuchando siempre Rock FM o mis discos de John Fogerty, de la Creedence, de Elliott Murphy, de James Taylor, de John Mellencamp, o de Mark Knopfler con Chet Atkins o The Notting Hillbillies, que siempre me parecieron ideales para viajes d

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