La tinta de mis ojos

Aitana Ocaña

Fragmento

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Probando suerte

Probando suerte.

Así empezó esto.

Intentando conseguir algo que ni siquiera yo terminaba de creerme del todo.

Vivir de la música me parecía algo tan imposible que, cuando me presenté al casting que me ha traído adonde estoy ahora —y hasta las páginas de este libro—, no tenía demasiadas esperanzas de pasar a la siguiente fase. Había miles de personas haciendo cola bajo el sol, esperando, igual que lo esperaba yo, que alguien les diera una oportunidad.

Como siempre he sido bastante crítica conmigo misma, pensaba que entre toda aquella gente que no conocía habría voces mucho mejores que la mía. Gente con más experiencia, con más carisma. Mayor que yo, con más tablas o más conocimientos musicales.

Allí había mucho talento y, al final de aquella fila de gente ilusionada, solo dieciséis puestos, así que no quería inflar demasiado la burbuja de la ilusión por si acaso se terminaba pinchando. Si pasaba a la siguiente fase, sería estupendo. Si no lo conseguía, no pasaría absolutamente nada: acababa de hacer Selectividad y planeaba matricularme en la universidad, estudiar Diseño, seguir cantando por el simple placer de hacerlo, seguir con mi vida.

Pero entonces llegó mi turno y cogí el micrófono y empecé a cantar a capela, y alguien al que siempre estaré agradecida se acercó a mí, y me felicitó, y me puso una pegatina en el pecho.

Así pasé a la siguiente fase.

Y, aunque intenté evitar que lo hiciera, la burbuja creció un poquito.

Fueron días muy intensos, de mucha presión y expectativas, pero aún no terminaba de creerme que todo aquello estuviera pasando de verdad. Que alguien hubiera visto talento en mí. Que alguien creyera que merecía la pena darme una oportunidad, que tenía potencial de conseguir algo con mi música.

Me habría dado por satisfecha solo con haberme quedado con aquella experiencia, con el reconocimiento, con la gente que conocí en aquellos primeros días de audición tras audición.

Pero entonces me dijeron que había pasado a la siguiente fase.

Y la burbuja de la ilusión se hinchó un poco más.

Y un poco más todavía cuando llegué a la fase final.

Cuando abrí el sobre que me decía que era una de las dieciocho finalistas para entrar en Operación Triunfo, aún con la intriga del veredicto del jurado, sabía qué haría si no me aceptaban (al fin y al cabo, aquel era mi plan B), pero no tenía ni idea de qué podía pasar si finalmente entraba en el programa, en el concurso, en aquella casa. Intuía que podía ser el principio de algo muy grande, que me cambiaría la vida, pero nunca podría imaginarme cuánto.

Creo que es imposible imaginarlo sin haberlo vivido. Ni siquiera una vez dentro de la casa, sabiendo que durante tres meses habría cámaras pendientes de cada una de mis palabras y movimientos, podía hacerme una idea del torbellino en el que se convertiría mi vida.

Entonces supe que sí, que era una de las elegidas.

En ese momento la burbuja de la ilusión estalló de felicidad máxima.

Y se convirtió en un sueño.

No era un sueño nuevo. Era un sueño que aparecía en cada reunión familiar, cuando alguno de mis parientes me decía aquello de «Aitana, venga, cántanos algo». Era un sueño que crecía cada vez que versionaba un tema de mis artistas favoritos, y lo grababa, y se lo enseñaba a alguien, y me daba cuenta de que gustaba, de que mi voz tenía la capacidad de hacer que la gente se emocionara tanto como yo lo hacía escuchando las canciones de los artistas que me inspiraban. Pero era un sueño que no permitía dejar crecer por miedo a no poder cumplirlo.

Las palabras que había al final de aquel sobre abrieron la tapa de la caja en la que lo tenía encerrado, y entonces el sueño se atrevió a asomar, a crecer y hacerse más fuerte. Mi plan B pasó a convertirse en mi plan A.

Y mi vida pasó de ser la de una adolescente normal de un pueblo pequeño a convertirse en un torbellino.

En magia.

En un sueño logrado.

Todo lo demás ya lo conocéis, porque lo habéis visto suceder minuto a minuto.

Ahora hay veces que todo lo que estoy viviendo me parece increíble.

Otras, una película.

Una película protagonizada por otra persona en la que alguien hubiera activado la función de acelerar la imagen y todo estuviera sucediendo a cuatro veces más velocidad de la que debería. Una película en la que muchísima gente me ha visto reír y llorar, hacer amistades que me acompañarán toda la vida, crecer y evolucionar como persona y como artista.

Una película con la que sentís que me conocéis, que lo sabéis todo de mí.

Pero hay muchas cosas de todo este cambio, de todo este proceso, que han sucedido por dentro. Cosas que solo yo he sentido, y que ahora deseo compartir con vosotros, porque de verdad quiero que me conozcáis mejor. Porque fui yo quien, movida por una ilusión, di el primer paso para acercarme a mi sueño, pero habéis sido vosotros, con vuestro apoyo, quienes me habéis ayudado a convertirlo en realidad.

Este libro es una pequeña ventana a las reflexiones y los sentimientos que he experimentado en la montaña rusa en la que llevo montada los últimos meses.

Una vitrina a los dibujos que todas estas experiencias me han inspirado.

Una puerta con la que os invito a acompañarme a soñar, creer, sentir y vivir.

Pero, sobre todo, a respirar para tomar aire.

Y conseguir que este sueño

siga siendo realidad y de él

se desprendan muchas

pequeñas burbujas de ilusión

que me lleven a perseguir

otros nuevos.

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