Seguramente recuerdas cuando eras pequeño o pequeña y te castigaban en tu habitación para que «pensaras» en lo que acababas de hacer. Y seguramente también recuerdas que no entendías en qué tenías que pensar. Solo sabías que estabas aislado/a, en silencio y con un cóctel de emociones que no sabías gestionar.  Hoy Alejandra Melús nos cuenta el origen de «la silla de pensar» y por qué es un recurso que no debería ponerse en práctica en niños.