Lo único

Gary Keller
Jay Papasan

Fragmento

Indice

Índice

Portadilla

Índice

1. Lo único

2. El efecto dominó

3. El éxito nos va dejando pistas

LAS MENTIRAS

4. Todas las cosas importan por igual

5. La multitarea

6. Una vida disciplinada

7. La fuerza de voluntad está siempre disponible

8. Una vida equilibrada

9. Lo grande es malo

LA VERDAD

10. La pregunta esencial

11. El hábito del éxito

12. El camino a las grandes respuestas

RESULTADOS EXTRAORDINARIOS

13. Vive con un propósito

14. Vive con una prioridad

15. Vive de manera productiva

16. Los tres compromisos

17. Los cuatro ladrones

18. El viaje

Pon en marcha tu idea única

Sobre la investigación

Agradecimientos

¿Qué es LO ÚNICO que puedo hacer ahora mismo?

Nota

Sobre los autores

Créditos

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Lo único

El 7 de junio de 1991 la Tierra se movió durante 112 minutos. En realidad no se movió, pero a mí me lo pareció.

 

«Sé como un sello de correos: pégate a una cosa hasta que llegues a tu destino».

Josh Billings

 

Estaba viendo la comedia Cowboys de ciudad y las atronadoras carcajadas del público resonaban en la sala de cine. La película, considerada una de las más divertidas de todos los tiempos, está salpicada también de dosis inesperadas de sabiduría y destellos de clarividencia. En una escena memorable, Curly, el vaquero recalcitrante que interpreta el fallecido Jack Palance, y el señorito de ciudad Mitch, interpretado por Billy Crystal, abandonan al resto del grupo para ir en busca de unas reses perdidas. Pese a que han estado chocando durante casi toda la película, al ir cabalgando juntos por fin parece que conectan gracias a una conversación sobre la vida. De repente, Curly tira de las riendas del caballo para detenerse y se vuelve en su silla hacia Mitch.

 

CURLY: ¿Sabes cuál es el secreto de la vida?

MITCH: No. ¿Cuál?

CURLY: Esto. [Levanta un dedo].

MITCH: ¿El dedo?

CURLY: Una cosa. Solo una cosa. Si te aferras a ella lo demás no significa una mierda.

MITCH: Eso está bien, pero... ¿cuál es esa cosa?

CURLY: Eso es lo que te toca averiguar.

 

De boca de un personaje de ficción nos llega el secreto del éxito. Ya fuese porque los guionistas lo sabían o porque se toparon con ello por casualidad, lo que escribieron es la verdad absoluta. Buscar LO ÚNICO es la mejor manera de conseguir aquello que quieres.

Esto no lo asumí hasta mucho tiempo después. Ya había tenido éxito en el pasado, pero hasta que no me di contra un muro no empecé a relacionar los resultados que había conseguido con mi modo de enfocar las cosas. En menos de una década habíamos levantado una empresa boyante con ambiciones nacionales e internacionales, pero de repente las cosas empezaron a no ir bien. Tanta dedicación y trabajo duro hicieron de mi vida un descontrol y tuve la sensación de que todo se desmoronaba a mi alrededor.

Estaba fracasando.

 

 

ALGO TENÍA QUE PASAR

 

Me vi al final de una cuerda que parecía terminar en un nudo corredizo, así que busqué ayuda y la encontré en forma de un coach. Le expliqué con todo detalle mi situación y le conté los retos a los que me enfrentaba, tanto personales como profesionales. Revisamos juntos mis objetivos y la trayectoria que deseaba seguir en la vida. Cuando estuvo bien informado de cuáles eran los problemas, se retiró a buscar respuestas. Se dedicó a investigar exhaustivamente. Cuando volvimos a reunirnos, tenía colgado en la pared un esquema que, básicamente, consistía en un organigrama general de la empresa que dirigía.

Nuestra conversación empezó con una sencilla pregunta: «¿Sabes lo que tienes que hacer para que las cosas funcionen?». Yo no tenía ni idea.

Me dijo que solo tenía que hacer una cosa: él había identificado catorce puestos que necesitaban caras nuevas, y creía que poniendo a los individuos adecuados en esos cargos claves la empresa, mi trabajo y mi vida experimentarían un cambio drástico a mejor. Me quedé atónito y le dije que me parecía que iba a hacer falta mucho más que eso.

Me dijo: «No. Jesús necesitó a doce personas y tú vas a necesitar a catorce».

Aquello me trastocó. Nunca me había planteado que con tan poco se pudiese cambiar tanto. Lo que me quedó claro fue que, por muy centrado que pensé que estaba, no estaba lo suficientemente centrado. Relevar a esas catorce personas era claramente la cosa más seria que se me había planteado. Así que, después de aquella reunión, tomé una gran decisión: me despedí a mí mismo.

Dejé el cargo de director de la empresa e hice de la búsqueda de aquellas catorce personas mi único propósito.

Esa vez sí que se movió la Tierra. En tres años empezamos un periodo de crecimiento sostenido que se mantuvo alrededor de un 40 por ciento durante casi una década. Pasamos de ser un actor regional a convertirnos en uno internacional. Logramos un éxito extraordinario y nunca volvimos la vista atrás.

A medida que se iban sucediendo los éxitos, durante el trayecto ocurrió algo: surgió de nuevo el concepto de LO ÚNICO.

Una vez encontrados los catorce nuevos empleados, empecé a trabajar con nuestros directivos, uno a uno, para impulsar su carrera profesional en la empresa. Se convirtió en una costumbre que el final de nuestras reuniones de formación y motivación fuese una recapitulación de las cosas que se comprometían a hacer para nuestra siguiente sesión. Por desgracia, muchos de ellos cumplían bastantes de aquellas promesas, pero no necesariamente las que más importaban. Eso produjo una merm

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