Intensa-mente

Sònia Cervantes

Fragmento

1. Ojos que ven, corazón que siente

1

Ojos que ven, corazón que siente

Se nos educa para estar anestesiados emocionalmente, sobre todo cuando nos sentimos mal. Ya desde pequeñitos escuchamos aquello de «no llores» o «no te rías», como si no sentir o no expresar lo que sentimos fuera lo correcto, lo aceptable y la clave del bienestar. Con los años, uno se da cuenta de que dejar de hacer aquello que aprendió de pequeño requiere de un verdadero aprendizaje: quitar el piloto automático que te mantiene aparentemente seguro para adentrarte en lo que en realidad supone vivir con los cinco sentidos y con todas sus emociones. No te voy a decir que sea más fácil o agradable en ciertos momentos, pero me veo en la obligación de afirmarte que es más auténtico y real.

Las emociones son útiles y necesarias en nuestras vidas, todas y cada una de ellas, sin excepción. Nos ayudan a organizar la realidad y son un gran ejercicio de autoconocimiento, una oportunidad para comprendernos y comprender a los demás, así como la gran escuela de la aceptación, el autocontrol y la regulación emocional. Una cosa es estar triste o enfadado, incluso pletórico, y dejar que se expresen libremente, y otra cosa muy distinta es que te dejes llevar por ellas, tomen las riendas, hagan que pierdas toda racionalidad y actúes sólo bajo su mandato. Tan esclavo eres de tus emociones cuando intentas ahogarlas y silenciarlas como cuando dejas que sean ellas las que cojan el timón y dirijan tus acciones.

Cuando hablo de aceptación y libertad de expresión emocional hablo también de aprender a regular las emociones para que no se desmadren y puedan acabar haciéndonos daño o hiriendo a los demás, tanto o más que si las ocultamos y las castigamos en el cuarto oscuro. Es una cuestión de reparto justo de poder, para que cada uno se exprese y se autogobierne pero sin que nadie acabe tiranizando a nadie; las emociones campando a sus anchas, desmesuradas, sin control ni regulación alguna, son una auténtica pesadilla, un régimen totalitario donde no serás más que un esclavo bajo yugo.

Como te decía en la introducción, si la vida te da limones no es hora de limonadas porque no es la naturaleza del limón ser dulce, es momento de aceptar el ácido en tu paladar; sólo así podrás saborear luego la más dulce de las limonadas. No tires los limones a la basura, no los escondas en un armario fuera de tu vista, no vacíes la azucarera en ellos, pero tampoco te quedes mascando su cáscara continuamente; deja que maduren, dales su tiempo, su espacio y su sabor real, sin sucedáneos ni edulcorantes.

Desde la psicología siempre se ha prestado mucha atención al estudio de los pensamientos y la conducta humana, y ahora también cobran importancia las emociones, tanto o más que los dos componentes anteriores. Son incontables las teorías formuladas con este propósito. Cierto es que todo va unido: no podemos aislar pensamiento de emoción ni de conducta, son un potentísimo tridente que define nuestro funcionamiento psicológico. De este modo, toda emoción tiene, a su vez, tres componentes que las definen: fisiológico, conductual y cognitivo.

COMPONENTE FISIOLÓGICO

Detrás de cada emoción hay una activación en tu organismo. Las emociones no se limitan a hacerte sentir, sino que desencadenan unas reacciones físicas que notas de forma muy evidente. Esta activación es absolutamente necesaria para hacerte ver que algo está ocurriendo y que debes actuar, es una respuesta rapidísima y automática, y también inevitable, que se pone en marcha para que lo hagamos nosotros. Ciertas expresiones como «se ha puesto verde de envidia», «está rojo de ira», «se me ha revuelto el estómago» o «me he quedado frío» no hacen más que reflejar esta actividad. Y seguro que conoces estas reacciones: con el miedo se te sale el corazón por la boca, tu ritmo cardíaco se acelera, te sudan las manos, se te pone un nudo en la garganta, se te seca la boca, tiemblas, notas la tensión en cada uno de tus músculos; si sientes vergüenza te vas a poner como un pimiento, te ruborizarás (y no intentes disimularlo o evitarlo porque vas a perder el tiempo, incluso creo que tiene el efecto contrario de retroalimentación). El cuerpo se ha puesto en marcha y eso no se para.

Estos cambios son regulados por nuestro sistema nervioso, principalmente por nuestro sistema nervioso simpático (que te preguntarás por qué tiene ese nombre cuando en ocasiones nos provoca de todo menos simpatía), y el parasimpático es el que nos devuelve el equilibrio, a ese estado de homeostasis donde todas las funciones recobran la normalidad. Imagínate lo que supone no aceptar ciertas emociones o intentar controlarlas con todo el follón que montan solamente a nivel físico. De aquí que en el origen de ciertas dolencias físicas (siempre que no revistan gravedad y con un diagnóstico médico que descarte una etiología o un origen orgánico) no haya más que represión emocional. Hay a quien le duele la espalda por toda la responsabilidad que lleva encima, hay quien siempre tiene dolores de estómago por callar, callar y tragar (con lo indigesto que es esto) y hay quien tiene un dolor de cabeza martilleante e insoportable porque no hace más que pensar, anticipar, preocuparse y vive con un compañero de piso llamado miedo. Nuestro cuerpo nos avisa de que estamos sintiendo, y si hace ese esfuerzo para que nosotros también lo notemos será por algo. Es como si quisiera decirnos: «¡Eh, tú, a ver si te enteras de que esto de las emociones es importante!».

COMPONENTE CONDUCTUAL: ¿QUÉ HAGO?

Se refiere a cómo expresas tus emociones, qué es lo que tú y los demás ven cuando la emoción se desencadena: si eres de los que da un puñetazo a la pared cuando te enfadas, si eres de los que se aísla cuando está triste, si eres de los que se pone a bailar y a cantar cuando está contento o si eres de los que expresa lo que siente o, por el contrario, te lo callas y sueltas: «No me pasa nada. Estoy bien», cuando sabes que es una mentira tan grande como lo del «abrefácil» de algunos tetrabriks.

Diríamos que la conducta es el chivato de nuestras emociones, y cuidado, porque se suele decir que lo que haces o no haces es lo que te define, no lo que piensas que vas a hacer. Son el reflejo visible de todo proceso psicológico. De ahí la importancia de una buena regulación emocional, para que la conducta sea moderada y coherente con lo que sentimos y, sobre todo, para que no nos perjudique ni perjudique a quienes nos rodean.

Aquí entran en juego las expresiones faciales, tu tono de voz, tu movimiento con las manos, tus gestos, tu manera de hacer. Este lenguaje, según diversos estudios, es universal; es decir, que a pesar de las diferencias culturales y geográficas, la expresión de la emoción es reconocida por todos nosotros; difícilmente se confunde alegría con rabia, y eso pasa en todo el mundo. Es algo innato, por lo que se le confiere un papel adaptativo primordial: es útil para manejar las relaciones con los demás y poder desarrollar, a mi parece

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos