El despertar de la diosa

Antonina Andrea Paola Canal Dávila

Fragmento

Prólogo
Diosa, despierta

Quien no cree en las deidades es porque no las merece. O no ha tenido la gracia de percibirlas. Diosas y dioses han campeado por la existencia desde antes de que los mortales aparecieran, y, según religiones y mitologías, hasta han tomado la forma humana, ya sea para el goce terrestre o la redención. No olvidemos que el paraíso fue creado en la tierra para que la escultura de arcilla, a imagen y semejanza, disfrutara de los dones del cielo. Aunque hay o hubo dioses encarnados en hombres, el proceso a través del cual se despierta la Diosa en la mujer es más expedito. No para ser adorada, orarle, ponerle flores o encenderle velas, pues no se trata de culto a la virtud catequística ni a la milagrería supersticiosa. Es la mujer que mediante un proceso de autodescubrimiento se limpia de lastres para mostrarse en la pura gema. La que mediante la indagación y revaloración de sí misma dispone a plenitud de sus atributos. Se trata de que la misma mujer se haga digna de su adoración, lo que la hará suficiente e invencible en el manejo de su vida, su feminidad, sus relaciones, su casa y sus asuntos. Es la promesa del nuevo milenio, del ciclo femenino, donde deberán desaparecer las guerras y los enfrentamientos y empezar los ciclos de amor, perdón, gratitud y retorno a la fuente. Se establece que el milenio del falo y los guerreristas decayó.

La persona que proponga este despertar de la Diosa debe ser alguien que haya hecho el camino con disciplina, entrega, dedicación, fervor, convicción, limpieza, vocación y dulzura. Esa persona estelar, que es guía por la senda que ya transitó danzando —pues la danza se considera una de las mayores disciplinas para el autodescubrimiento—, se llama Antonina Canal, y además de bailarina es artista plástica, conferencista, coreógrafa, productora de espectáculos y terapeuta. He asistido a la academia que dirige, Prem Shakti, y es como si hubiera entrado en el paraíso de las huríes que acompañan a los creyentes, contemplando las diversas danzas —árabe, hindú y de flamenco— en las que se adiestran docenas de mujeres de diferentes edades, medidas y condiciones. Con ellas ha logrado conformar espectáculos de hasta cuatrocientas bailarinas, y ha ganado en tres recientes años consecutivos, en El Cairo, Egipto, medalla de oro como mejor coreógrafa. Su hoja de vida es despampanante y la muestra como una adelantada, una iniciada, una develadora de arcanos.

Ella invita a la mujer a habitar en su hondura y le da las claves para hacerlo; la ayuda a hacer una introspección para que encuentre los veneros de crecimiento, sanación y felicidad, en un lenguaje claro y preciso, utilizando las referencias necesarias a las creencias y prácticas orientales, en especial de la India. No se trata de un libro ritual sino de un manual para buscar el esplendor apelando a las artes, la música, la danza, la meditación y el yoga, excediendo lo que se conoce como libros de “superación personal”, entre los cuales habría que ubicar, en primer lugar, a Así hablaba Zaratustra. La diferencia es que, en este caso, se convoca es a la Supermujer.

Jota Mario Arbeláez*

Poeta colombiano

Introducción

Desde muy joven, como ser que habita un cuerpo femenino, me hice tres preguntas: ¿Quién soy?, ¿qué hago aquí?, ¿para qué es todo esto? Estos cuestionamientos me llevaron por caminos inciertos y desconocidos: seguí a maestros, guías, chamanes y gurús; descubrí países, desiertos y montañas y, tras infinitas mutaciones y cambios de piel, entendí que venía a despertar. La búsqueda me llevó siempre hacia mí misma; aprendí a conciliar, aceptar, amar y honrar a mi espíritu femenino: a descubrir a mi Diosa.

Finalmente, concluí que mi misión era la de ser un canal de luz y de amor en este viaje mágico y misterioso que es comprender que lo divino está en mí, en ti, en todo y en todos. Que no estamos separados ni divididos. Que el juicio, la crítica y la comparación son espejismos del ego fragmentado adicto al drama, y que somos la expresión de esa esencia divina, de esa Diosa que integra todas sus partes en la danza de la vida.

La danza y el arte han sido mis grandes medios de sanación y búsqueda. Como artista plástica exploré diversos caminos. Mi obra, arte conceptual y performance en el que mi cuerpo siempre fue el vehículo de comunicación, se llamó La labor del amante; esta experiencia me llevó a descubrir la danza oriental, un espacio sagrado de conexión con el espíritu femenino.

La cultura oriental me sedujo en todos los sentidos, y en mis recorridos por Egipto, India y Turquía no solo recibí grandes enseñanzas e iniciaciones espirituales sino que también comprendí mi misión de vida. Estando en Rishikesh, una pequeña ciudad sagrada en India donde el río Ganges es cristalino, le pregunté a un maestro sobre mi misión de vida y me dijo: “Antonina, tu misión es llevar la energía de los Himalayas y el Sahara a los Andes, creando puentes energéticos de información”.

No entendí muy bien esta frase sino hasta años después, cuando logré sintetizar las experiencias vividas en mis recorridos por Oriente con diversos maestros y chamanes. Me sumergí en un intenso trabajo espiritual, me formé como terapeuta de Aura-Soma* —que consiste en la sanación a través del color y su gran influencia en nuestra vida—, y en el significado de los chacras*, las esencias y las piedras preciosas.

De los griegos aprendí sobre numerología y el poder de los números, el contrato del alma, y cómo la fecha en que nacemos trae toda la brújula e información sobre quiénes somos: nuestro karma* —cuáles son nuestras cuentas pendientes—, el dharma* —que se refiere al saldo que tenemos a nuestro favor— y, por último, cómo descubrir nuestra misión de vida. Con chamanes al sur de Chile caminé sobre fuego*, participé en temazcales* y en la ceremonia de la búsqueda de visión*, ritual de tradición indígena de la tribu de los lakota, en California, de purificación y conexión con los cinco elementos y el espíritu de la Tierra.

He caminado, bailado, aprendido, enseñado, compartido y comprendido que a este plano terrestre solo venimos a progresar, transformar, amar y servir, y por esto decidí crear un espacio de evolución, arte, danza, empoderamiento y sabiduría femenina: Prem Shakti, dos palabras en sánscrito, el idioma más antiguo de la humanidad. Prem significa amor supremo, y Shakti es el principio creativo femenino del universo. Prem Shakti es el nombre del sistema que fundé en 1999, sintetizando muchos caminos y enseñanzas y pretendiendo dejar un legado de conciencia y evoluci

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