Mi cabeza no para

Pablo Resnik

Fragmento

Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento...

Homero Expósito (del tango “Naranjo en flor”)

Introducción

No disfruto el momento, siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer después. ¡Quisiera poder disfrutar! Estamos tomando unos mates y yo, en lugar de relajarme y pasarla bien, estoy pensando que me tengo que poner a cocinar. Es siempre así, me abrumo con pensamientos, con cualquier cosa. También quisiera dejar de controlar todo. Salgo a cenar con amigas para despejarme un poco y en medio de la cena le mando mensajes a mi marido para que no se olvide de darle de comer al gato. Y él se enoja, no hace falta que me lo recuerdes, me dice, quiero al gato tanto como vos, estoy bastante al tanto de su necesidad de alimentarse, cómo se te ocurre que lo podría desatender. Y tiene razón, lo hago quedar como un inútil o como si no le importara nada.

Eso me dicen mis amigas y amigos, que vivo asediada por mí misma. Puede ser, yo no lo había notado, o quizás lo veo como algo normal porque fui así toda la vida. Que soy negativa, que jamás una buena onda, que siempre estoy tan preocupada... Un poco exageran, me parece, pero es verdad que paso todo el día con los problemas metidos en la cabeza, como medio obsesionada siempre con las mismas cosas. Por ejemplo, no consigo olvidarme del ataque de pánico que tuve hace veinte días. No puedo dejar de pensar en eso. ¿Qué sentido tiene girar siempre sobre lo mismo? Se me cruza todo el tiempo la frase voy a estar mal, voy a estar mal, no me voy a poder recuperar, voy a estar mal. O, si no, me preocupo por mi mamá que no anda bien de salud, con el agravante de que mis hermanos me ocultan cosas, no me cuentan los detalles o las novedades, me dicen para qué te vamos a contar si te ponés mal, te enojás, decís que hacemos todo mal, que no le explicamos al médico lo que realmente está pasando... Y a mí eso no me parece justo. Ahora resulta que yo, por querer hacer las cosas bien y no de cualquier manera como hacen mis hermanos, que son así, descuidados, soy la problemática.

Me tiene mal mi relación de pareja. Nos íbamos a ir a vivir juntos pero mi novia me dice que veremos más adelante, que estoy muy inestable, que no parezco conforme con nada, que no le da para tomar una decisión así. Está bien, le dije, qué iba a hacer, pero me paso el día torturándome con el tema, pensando las mismas palabras, me repito para mis adentros lo que me dijeron mi novia o mi familia, mantengo diálogos imaginarios con ellos en los cuales nos decimos todo el tiempo las mismas cosas. Lo que me agota es que no se trata de que analizo cómo estamos y qué podríamos hacer para estar mejor. Solamente me gira ese torbellino: las mismas frases, las mismas caras, la misma ansiedad por lo que vaya a pasar. Y me desgasta, me deprime, me desmoraliza.

Es verdad, ando demasiado enchufado, la cabeza me bombardea todo el día con pensamientos catastróficos, no lo voy a negar. Pero habría que discutir quién tiene razón, si yo exagero o si la gente es demasiado despreocupada. Tal cual, me inquieta la seguridad (o la inseguridad, mejor dicho), pero cómo no me va a preocupar, los accidentes de tránsito están siempre latentes, ¿o no?, y en la calle en cualquier momento te asaltan o te matan. Yo de noche casi ni salgo, menos si es fuera de acá, del centro. ¿Ir a visitar amigos que viven lejos, onda suburbios del Gran Buenos Aires y más allá? De ninguna manera. Si andás con suerte, te afanan nomás. Y si no, se largan esas lluvias torrenciales que hay ahora, se inunda todo en tres minutos y ahí quedaste, en calzones y sin celular, a las tres de la mañana, en medio de la Gral. Paz. Te la regalo quedar varado en calles o barrios que ni conocés. Y no solo eso, salís con el auto y dos por tres te toca ir un rato detrás de un camión o un taxi hecho percha que tira humo negro por el escape y no te queda otra que respirártelo. Habría que meterlos presos a esos tipos, yo siento que me entra esa nube de combustible quemado y ya me veo con un cáncer de pulmón, lo menos. Aguanto sin respirar, cierro las cuatro ventanillas y apago el aire acondicionado (ojo que si no lo de afuera se te mete todo por ahí) y lo trato de pasar por donde pueda. Nos van a enfermar a todos con esas cosas, el gobierno no las controla, no controlan nada en realidad, mucho menos la cantidad de ondas de todo tipo que hay en el aire: wifi, celulares, 3G, 4G, antenas en todos los edificios. Eso también es polución. En las noticias cada tanto dicen que esas radiaciones pueden ser cancerígenas, vos misma lo habrás leído, pero nadie le da bola. A mí me resulta increíble, todos y todas andan por ahí como si tal cosa y cuando yo pongo el grito en el cielo me miran como si fuera un loco sacado. Mismo tema con los alimentos o pesticidas genéticos: yo no vivo en el campo, pero me consta que los que trabajan en zonas rurales están cayendo como moscas, valga la literalidad ya que hablamos de pesticidas. Y después la de todos los días, mis hijos que llegan a casa a cualquier hora como si nada, como si en la calle no pasara nada, no se puede creer, deben pensar que viven en Estocolmo estos muchachos. Entonces, ¿yo me preocupo de más o el resto del mundo se acostumbró hasta caer en la negligencia?

No, no duermo bien, tengo el sueño muy liviano, me duermo pensando, sobre todo cuando se me metió algo en la cabeza y me queda dando vueltas. Las últimas noches me pasa así con el tema del maltrato en el trabajo. Hace diez años que trabajo en esa inmobiliaria y ya no los aguanto más, los jefes te tratan como si fueras no sé qué, además de nunca reconocer el mérito y pagar una miseria a pesar de que ganan plata como para levantar en pala. Me quedo incendiándome la cabeza con eso y al día siguiente me despierto contracturado y cansado como si no hubiera dormido nada. A veces me duele la mandíbula de cómo aprieto los dientes. Me dijo el médico que eso se llama bruxismo. Genial. Lindo nombre. ¿Vos te enteraste de que me haya ofrecido alguna solución? Yo tampoco. El otro día me engancho con otro tema, me llegan dos facturas de mi celular, con vencimiento diferente cada una, pero en el mismo mes. ¿A vos te parece? Me pasé una semana como loco, veinte veces los debo haber llamado. Encima te atienden menús interminables sin ser humano a la vista, y todo para que después me digan el señor tiene que acercarse a la oficina comercial que le quede cómoda para hacer su reclamo personalmente. ¡Ninguna oficina comercial me queda cómoda! ¡Cómo me va a quedar cómodo ir a una oficina comercial de una empresa de telefonía! Pero tenés que ir y encima comerte una espera de una hora para que te digan que la doble factura es porque había una deuda. ¡Andá a comprobarlo! Me saqué, levanté bastante la voz, menudo escándalo les armé ahí adentro. Pero se lo merecen, aunque capaz que me pasé un poco. ¡Son unos estafadores!, me encontré gritándoles a voz en cuello. Yo trato de no ponerme tan nervioso, pero convengamos que te la ponen cuesta arriba.

Sí, reconozco,

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