Levantarse y luchar

Rafaela Santos

Fragmento

Prólogo

La sociedad se ha psicologizado; cualquier acontecimiento de la realidad social, si se analiza en profundidad, tiene un trasfondo psicológico. Dos de las disciplinas médicas que más han crecido en los últimos años en Occidente han sido la psiquiatría y la cirugía estética, lo que nos revela los cambios sociales ocurridos en estos inicios del siglo XXI.

Y al mismo tiempo vivimos tiempos de extravío. Hemos pasado de una sociedad sólida a otra líquida. Muchas cosas y muchos hechos actuales flotan difusos, etéreos, zigzagueantes, se mueven de aquí para allá de forma caprichosa, y es menester encontrar el sentido y la explicación de lo que está sucediendo.

La vida viene sin manual de instrucciones. Por eso la vida enseña más que muchos libros, es la gran maestra. Pido que un millón de personas de los cuarenta y cinco que forman la población de nuestro país, España, sean capaces de contagiar unas gotas de optimismo. El pesimismo llama al pesimismo y la capacidad de superación hace brotar el optimismo. Hay que educar para el esfuerzo, para la lucha, para ser capaces de vencernos a nosotros mismos e ir sacando poco a poco lo mejor que llevamos dentro. Aquí viene este libro de la doctora Santos para aclararnos muchas de las cuestiones que pongo sobre el tapete. Incluso el mismo título, Levantarse y luchar, es una declaración de principios. El bombardeo continuo en la sociedad de la información de noticias negativas se vuelve abrumador. Casi todo lo que nos llega en la prensa escrita y hablada está repleto de desaliento. No debemos olvidar que las noticias positivas son escasas, si exceptuamos el fútbol u otros acontecimientos deportivos y alguna que otra inauguración.

Últimamente se han hecho muchos trabajos de investigación con rigor que explican qué es la felicidad y cómo vivir sin estrés. Recientemente se ha afirmado que el país más feliz del mundo es Colombia, una tierra llena de vida y energía, donde la gente está en la calle y vive en el ahora. Tengo delante algunas escalas de conducta que miden la felicidad, que son instrumentos diseñados para calibrar de forma científica en qué consiste esta y cuáles son los principales ingredientes que se hospedan dentro de este concepto. Una de las primeras fue diseñada por el inglés Argile en 1989, a la que luego han seguido varias investigaciones. En ellas se miden el sentido positivo de la vida, la satisfacción, la realización personal, la alegría de vivir, así como la salud física personal y la salud ecológica del país donde uno reside o el ritmo de vida.

El libro que presento está dividido en siete capítulos. En cada uno de ellos late un tema específico: el dolor, el trauma, lo que quita la felicidad y el miedo, forman los cuatro primeros; los que restan tienen una expresión terapéutica: construir la resiliencia, saber que los límites de nuestra capacidad de superación de las adversidades están solo en nuestra mente, y termina el último capítulo del libro con un programa de entrenamiento para ser una persona con un buen nivel de resiliencia.

Bien, lo primero que tenemos que determinar es en qué consiste la resiliencia. La palabra procede del latín, resilio, -ire: «saltar, compensar»; es un muelle que se hunde hasta abajo y que después salta y recupera su extensión. Es un concepto que inicialmente proviene de la física y que se refiere a la capacidad de los metales para doblarse sin partirse. También asoma en la ingeniería, el mundo animal, la traumatología y la psicología, que es de lo que trata este libro. Resiliencia «es la capacidad para superar las dificultades y los reveses de la vida, sin quedarse atrapado en el sufrimiento y el dolor, y salir fuerte y airoso de esa vivencia». No hablamos de cualquier cosa. Su paternidad está en Michael Rutter y se prolonga con Boris Cyrulnik.

Es un error educar para el éxito y la felicidad. La felicidad es un resultado, es suma y compendio de la vida auténtica, y el éxito siempre es relativo, porque significa haber alcanzado un nivel de resonancia social alto, aunque hay que preguntarse qué precio ha habido que pagar para llegar a esa cima. Hay que educar para el esfuerzo, la lucha deportiva, el espíritu de superación, templar la conducta para crecerse ante las dificultades. Esto es lo que explica la doctora Santos recurriendo a ejemplos reales como los de Bosco Gutiérrez, Jose Villela, Jorge Font, Tim Guénard, Anne-Dauphine, Teresa Silva y algunos otros resilientes. Su idea es construir la resiliencia.

Desde Hans Selye conocemos mejor cómo se produce nuestra reacción al estrés: en los comienzos se produce una alarma, viene a continuación la fase de resistencia y culmina con la fase de agotamiento. Pero las investigaciones más pioneras han puesto de relieve la importancia de la percepción personal como ingrediente clave para tener una respuesta que sea positiva, creativa, que nos empuje a superar ese evento duro, inesperado y que anuncia una derrota. Pondré algunos ejemplos históricos a lo largo de estas breves páginas para que el lector vaya de la anécdota a la ley general.

Desde el siglo XVIII, con la Ilustración, empezó a hablarse con cierta fuerza de la felicidad, con tres grandes temas asomando: libertad, igualdad y fraternidad. Estas tres condiciones debían procurar la felicidad a la población, y al mismo tiempo se institucionaliza la razón; los instrumentos racionales se convirtieron en herramientas para llegar a cierto grado de bienestar. La reacción contraria apareció en el siglo XIX, cuando se produjo un giro copernicano con el Romanticismo, la exaltación de los sentimientos y las pasiones. Y apareció una concepción de la felicidad más centrada en la afectividad. Durante el siglo XX, lo ilustrado y lo emocional han ido paralelamente, como siguiendo cada uno su propio sendero, y el resultado no ha sido bueno. En las últimas dos décadas del siglo XX asoma un cambio de dirección, la necesidad de ensamblar a la vez corazón y cabeza, sentimientos y razones, lo afectivo y lo intelectual.

Hay algunos casos históricos de cómo el ser humano puede ser feliz a pesar de las adversidades de la vida en grado sumo, y quiero subrayar ejemplos estelares de personas que han sabido afrontar situaciones muy duras saltando por encima de ellas y consiguiendo buenas dosis de eso que llamamos ser feliz. Los ladrones de la felicidad asoman por doquier, pero si tienes las ideas claras no podrán contigo, porque más importante que la fortaleza es la capacidad de adaptación. La felicidad es una forma positiva de mirar la realidad; es una óptica especial que criba lo negativo y tira de lo positivo hacia arriba. Es un saltar airoso sobre los obstáculos. Así vemos historias poderosas como la de Tomás Moro, Solzhenitsin, Boris Cyrulnik, Van Thuan, Nelson Mandela y Vaclav Havel entre otros.

Tomás Moro murió en 1535 en la cárcel de Londres, donde un verdugo le cortó la cabeza. Era abogado de profesión y mano derecha de Enrique VIII. El rey se separó de su mujer y se casó con la de su hermano Arturo, Catalina de Aragón, cuando este murió. Hoy sabemos que ese monarca tuvo muchas mujeres y, con toda seguridad, que fue un manual de psiquiatría ambulante, cu

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