Tú dejas huella

Sandra Burgos

Fragmento

Introducción

INTRODUCCIÓN

Hubo un tiempo en que creía que el carisma era algo totalmente innato y que había quienes nacían con la fortuna de poseer una personalidad magnética y quienes, por el contrario, debían hacerse a la idea de brillar un poquito menos en contextos sociales. Sé que muchas personas tienen asumido que esto es así, y se resignan a la lotería que creen que les ha tocado, con la convicción de que poco o nada pueden hacer al respecto. Si este libro ha caído en tus manos, espero que al menos tengas la duda de si realmente está a tu alcance cambiar algo de todo esto. Déjame anticiparte lo que irás descubriendo (y comprobando en tu propia piel) a medida que avances en tu lectura: el carisma es una simple cuestión de estrategia donde tú mueves las piezas según tu objetivo en cada situación. Y me voy a asegurar de que sepas qué piezas mover y en qué dirección, porque tú ya tienes todo lo que necesita tener una persona carismática.

La ciencia tras el libro

Cuando era pequeña, me sentía como una especie de observadora del mundo y las personas. Veía que había quienes parecían desayunarse una buena taza de encanto natural por las mañanas y se pasaban el día desprendiendo ese encanto a su alrededor, casi sin poder evitarlo. Yo me preguntaba cómo funcionaba exactamente eso de ser fascinante. Si es que habían nacido con el gen del atractivo social y lo manifestaban sin esfuerzo o si, tal vez, estaban interpretando un papel.

Como buena Asperger (característica que no descubriría hasta un par de décadas más tarde), yo hacía mis pruebas. Tenía un variado repertorio de máscaras sociales e iba utilizando unas u otras dependiendo de con quién interactuara. Veía la televisión y me construía máscaras nuevas que emulaban el comportamiento de algún personaje interesante. Luego salía con mi máscara imaginaria y dejaba que ella adaptara mi comportamiento, mis palabras, mis gestos al personaje que interpretaba. ¡Una rarita en toda regla! Pero años de enmascaramiento me sirvieron para darme cuenta de algo fundamental: no es así como se hace. El desarrollo del carisma no consiste en fingir ser quien no eres. Puedes interpretar un papel y tal vez cuele durante un rato. Pero eso no es sostenible, porque antes o después acabas saliendo tú de detrás de esa máscara. Y tal vez tú también lo sepas, pero fingir es agotador.

Ante mi obvio hallazgo de que el enmascaramiento no convierte a nadie en quien no es, ya en mi adolescencia empecé a leer mucho al respecto del carisma y la persuasión. Leía ensayos, artículos científicos, informes de investigaciones sociales. Me obsesioné con el tema. Ya no era una cuestión personal ni una búsqueda de mejora individual. Necesitaba encontrar la fórmula. Necesitaba saber.

Pasaban los años y cuanto más leía, más apuntaban todas las flechas hacia determinadas competencias específicas de la inteligencia emocional. Todo iba tomando forma. Como tema para mi tesis doctoral escogí un ámbito que me permitiera seguir indagando en mi búsqueda. Investigué la relación entre determinadas variables psicológicas y el liderazgo emocional, tal y como lo había explicado Daniel Goleman en sus propias investigaciones sobre el papel de la inteligencia emocional en la competencia para influir y liderar a las personas. Seguí leyendo todo estudio que cayera en mis manos que diera un poco más de luz al enigma del carisma y el magnetismo social. Y poco a poco todo fue encajando en las mismas bases una y otra vez. La ecuación existía, y había equipos de investigación en universidades de todo el mundo llegando a conclusiones que la reforzaban.

Las claves del carisma son sólidas y están respaldadas por la ciencia. Pero ¿qué hacemos con ellas? ¿Se trata de algo que podamos aprovechar en nuestro día a día para mejorar nuestros resultados en la interacción con otras personas? ¿Nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos de algún modo?

Para el desarrollo de todo el proceso de transformación que seguiremos a lo largo del libro, partiremos de resultados de estudios en el ámbito de la biología, la psicología, la antropología...; trabajaremos algunas de las competencias emocionales de mayor impacto propuestas por Daniel Goleman; haremos un recorrido por algunos de los elementos del carisma que el grupo Science of People propone en sus capacitaciones e incorporaremos enseñanzas del terreno profesional obtenidas directamente de expertos y expertas como Annie Maya o Brian Tracy.

El carisma es una competencia, y es entrenable

La inteligencia interpersonal es el conjunto de competencias que nos permiten comprender y gestionar nuestra relación con las personas, nuestro impacto en las personas y nuestra influencia sobre las personas. Y la buena noticia es que las competencias son cien por cien entrenables.

Te pongo en contexto. Una competencia, si la analizamos desde un punto de vista pedagógico, es la sinergia de conocimientos, habilidades y actitudes para la ejecución de una tarea determinada.

• Los conocimientos son la parte más fácil de trabajar de una competencia. Si yo consigo transmitírtelos de modo que los comprendas, poco a poco irá aumentando tu nivel de conocimiento sobre el tema.

• Las habilidades son un poco más complejas, pues requieren entrenamiento, práctica y ejecución insistente. Nada que no podamos conseguir, ¿verdad? Mi tarea en esta parte de tu desarrollo será entregarte las herramientas de trabajo y mostrarte cómo utilizarlas. Y tú serás quien deba ponerlas en práctica una y otra vez hasta que logres emplearlas de forma intuitiva y casi automatizada. Esta parte del trabajo no es excesivamente compleja, salvo que falle el tercer elemento...

• Las actitudes. Aquí es donde corre peligro de tambalearse el desarrollo de competencias en cualquier ámbito. Tu actitud va a depender, fundamentalmente, de tu porqué, tu motivo para buscar un cambio. ¿Tienes un porqué lo suficientemente poderoso? En ese caso no vas a tener problema, porque te moverás por fuerzas imbatibles. Probablemente si tu mentalidad de partida es «sí... bueno... estaría bien ser un poco más carismático...», en cuanto empecemos el trabajo duro te echarás atrás, porque el beneficio no compensará el esfuerzo. En cambio, si tu mentalidad es algo como «voy a hacer todo lo posible y más para conseguir ascender en la empresa», o «estoy decidida a ser una persona con seguridad y que consigue lo que se propone», o «nada me va a impedir evolucionar socialmente y tener el impacto que quiero en las personas»... En ese caso, realmente vas a conseguir lo que te propongas. Depende de ti. Yo te echaré una mano con alguna que otra dosis de condicionamiento psicológico para mantener tu motivación, pero serás tú quien deba encontrar tu porqué.

Me gustaría proponerte que asumas el entusiasmo como emoción por defecto. El entusiasmo es la emoción ideal durante cualquier aprendizaje y hace que todo el proceso fluya de forma más divertida y enriquecedora. ¿Sabes autoentusiasmarte? Según la Programación Neuro-

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