¿Saldré de esta, doctor?

Christopher Kelly
Marc Eisenberg

Fragmento

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Introducción

Es la gran pregunta que nuestros pacientes quieren que contestemos, la que los carcome por la noche y los impulsa a pedir cita con el médico por primera vez desde hace años. Es la pregunta que les impide ignorar ese nuevo síntoma tan raro que seguramente no sea nada. Pero y si... ¡Ay, Dios mío! ¿Y si de verdad es algo malo? ¿Y si resulta que es el primer indicio de que me pasa algo serio, algo que pega mucho que me pase justo a mí?

¿Saldré de esta? ¿Me estoy muriendo, doctor?

Naturalmente, la respuesta es: pues sí. Para ser más precisos: te estás muriendo desde el momento en que naciste.

La pregunta correcta en realidad es: ¿será antes de lo que yo me esperaba?

Afortunadamente, la mayoría de esos nuevos síntomas que advertimos no suelen ser indicio de nada grave. Eso sí, a veces un dolor de cabeza es más que un simple dolor de cabeza y se convierte en la señal de algo serio, como puede ser una hemorragia cerebral. En mitad de la noche, ese 1 por ciento de probabilidades de que derive en un desenlace fatal parece constituir un 98 por ciento. Lo cierto es que al final nadie está muy dispuesto a pasar por alto un problema que puede suponer su propio fin.

Por lo tanto, ¿cómo conviene que actuemos ante la aparición de un nuevo síntoma? ¿Debemos asustarnos o estar tranquilos? ¿Tu comportamiento obedece a la hipocondría o más bien estás reaccionando como una persona razonable? A lo largo de este libro vamos a repasar los síntomas más frecuentes y a proporcionarte una guía para que sepas cuáles son los pasos que debes seguir en cada caso, ya sea cuestión de prepararte una copa, llamar al médico para pedirle cita o salir pitando para urgencias.

Desde luego, también puedes buscar tus síntomas en Google. Adelante, hazlo, no tenemos prisa. ¿Cómo? ¿Pone que esa nariz congestionada es un síntoma de cáncer? No sabes cuánto lo sentimos, pero, claro, ¿desde cuándo míster Google es licenciado en Medicina?

La mayoría de las páginas web coinciden en meter miedo a sus lectores para que estos sigan clicando o, peor aún, para que se rasquen el bolsillo y adquieran la cura milagrosa. Nosotros, en cambio, te diremos las cosas como son y te aconsejaremos lo mismo que aconsejaríamos a nuestros parientes (esto es, a los que no nos caen fatal, al menos). Eso quiere decir que, en la mayoría de los casos, podrás prepararte una copa tranquilamente.

Por supuesto, resulta imposible contemplar todas las posibilidades, y puede que este libro no trate específicamente la dolencia que padeces. En caso de duda, consulta a tu médico. De igual modo, y a menos que digamos lo contrario, damos por sentado que, por lo general, eres una persona adulta y sana y cuentas con un diagnóstico previo relacionado con tus síntomas. Dicho de otro modo: si te duele el pecho y resulta que hace quince días te han operado del corazón, por favor, ¡ni se te ocurra acudir a nosotros! Por otra parte, si eres, querido lector, una persona joven y precoz de doce años, ten en cuenta que este libro no está pensado en concreto para niños ni para adolescentes (¡pero espera a que aparezcan nuestras próximas secuelas!). Y, por último, si ves que recomendamos una medicación a la que sabes que tienes alergia, ¡por favor, no la uses! (¿O acaso dejarías que tu GPS te guiara hasta más allá de un precipicio?)

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Dolor de cabeza

A la mayoría de nosotros nos resulta familiar esa sensación de martilleo que nos invade al final de una semana larga, cuando ya no contamos con la ayuda del café, cuando las paredes parecen venírsenos encima, y lo único que buscamos es el escritorio más próximo para escondernos debajo. A menudo un fuerte dolor de cabeza es la única respuesta a la pregunta de ¿cómo puede empeorar este día tan puñetero?

Pero ¿qué pasa si tu dolor de hoy es diferente? ¿Qué pasa si es de los fuertes, de los gordos de verdad? ¿Qué pasa si tu jefe, tu mujer o tus hijos por fin han logrado que te reviente ese aneurisma que tienes, como siempre dijiste que ocurriría?

Bien, antes de dejarnos arrastrar por el pánico, examinemos los hechos. Mucha gente ha tenido dolores de cabeza lo bastante fuertes como para acabar en urgencias. De hecho, una de cada cincuenta visitas a urgencias es por un dolor de cabeza. Y resulta que la mayoría de las personas que lo sufren sobreviven. Y tú también sobrevivirás (probablemente). Como dijo una vez Arnold Schwarzenegger (en la película Poli de guardería): «¡No es un tumorrr!».

¿O sí? A veces, los dolores de cabeza son el primer síntoma de un problema médico subyacente, que quizá pueda ser grave para tu salud. Por otra parte, mucha gente sufre sin necesidad dolores de cabeza recurrentes que mejorarían con el tratamiento adecuado. Así pues, ¿cómo podemos saber si ha llegado el momento de que te hagas un chequeo de la sesera?

No te angusties si...

Tu dolor de cabeza se localiza sobre todo en la frente o en la cara y hace poco has tenido los síntomas de un resfriado, como pueden ser la fiebre o la congestión nasal. Seguramente tienes los senos nasales obstruidos con mucosidad y están demasiado inflamados para drenar como es debido. Puedes intentar reducir la mucosidad inhalando vapor. Si eres valiente, utiliza directamente un producto de lavado nasal para despejártelos (pero te sugerimos que no lo hagas delante de alguien a quien quieras volver a ver). Por último, puedes tomar ibuprofeno (Neobrufen® o Nurofen®) junto con un descongestionante tipo pseudoefedrina o fenilefrina; estas se encuentran en productos como Respirina® o Couldina®, todas ellas se venden sin receta médica. (En cambio, sí necesitarás una receta para comprar cualquier producto que contenga pseudoefedrina, dado que su venta está controlada, porque puede transformarse en metanfetamina.) Si el dolor de cabeza va claramente a más y se prolonga más allá de una semana, es posible que precises de antibióticos y te convenga pedir hora con el médico.

También tienes fiebre, malestar general, te duele la garganta. Seguramente has pillado un gripazo. Por desgracia, ni siquiera la vacuna contra la gripe puede protegerte completamente de una infección. Si hace menos de dos días que arrastras esos síntomas, puedes pedirle a tu médico que te recete oseltamivir (Tamiflu®), ya que acortará la enfermedad. (El tratamiento es menos efectivo si se empieza después.) De lo contrario, lo mejor es reposo y mucho líquido, todo acompañado de paracetamol (Gelocatil®).

Hace poco que has dejado el café. Nunca habías pensado que te diagnosticarían que estás con el «mono», ¿verdad? No pasa nada, siempre hay una primera vez para todo. La cafeí

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