Maratón

Jorge Cuevas Dávalos

Fragmento

Maratón

INTRODUCCIÓN

El elixir

La medalla del Maratón de Roma es mi favorita,1 es color bronce y tiene figuras de atletas de la antigua Roma que cobran vida y corren con una loba. Me la pusieron al terminar la carrera, pero yo tenía que seguir corriendo.

Vi a un gladiador en el suelo, un maratonista deshidratado después de la batalla, los paramédicos lo estaban reviviendo. Atrás de mí quedaba el Foro Romano, enfrente tenía el Coliseo. Estaba corriendo ya mi kilómetro 43.

Seguí trotando por la via del Capo de África, donde vi a otros gladiadores en la banqueta, riendo y recuperándose con cerveza, yo salivaba por echarme una, pero no me detuve, si me paraba se me escaparía el elixir.

Continué por la via Claudia, donde estaban dos corredoras romanas bañándose en ropa interior con cubetas de agua, dudé si eran reales, por estarlas viendo casi me atropellan.

Llevaba 47 kilómetros cuando percibí un olor a naranja que venía de una pintoresca tienda de frutas. En mi mente me exprimía un gajo en la boca y me revolcaba en un charco de agua para quitarme el calor, pero no me paré, porque traía la idea fresca en la cabeza y tenía que capturarla, sólo faltaba el último tramo, era la subida final.

Me detuve en el edificio con el número 202 de la via Gallia.

La puerta era de madera, y cuando la empujé tuve que usar todo el cuerpo porque parecía de roca. El viejo elevador no servía, así que subí por la escalera apoyándome en el barandal. La llave era grande y antigua, la puerta rechinó. Vi las lámparas, los muebles desgastados, la cocina, la cafetera y mi cuaderno abajo de una taza vacía que todavía olía a café.

Tomé una pluma, me tiré al piso, empecé a escribir la respuesta que había salido a encontrar esa mañana en que corrí tres mil años de historia y 48 kilómetros.

En una hoja atrapé la idea, luego la leí en voz alta, era como si me estuviera diciendo algo que ignoraba de mí, pero que siempre había estado ahí.

Otra vez volví a leer y supe que sin duda ése era el elixir.

Descubrí que el elixir no sólo era un respuesta para mi vida, también era la idea que aclaraba por qué 28 semanas antes del Maratón de Roma había decidido hacer este libro. Era la idea que me revelaba el sentido, el concepto central, me daba claridad y ponía cada pieza en su lugar.

Lo más fácil de hacer un libro es escribir, redactar es como maquilar, lo difícil es encontrar lo que realmente quieres decir.

El elixir no era un texto extenso ni detallado, era la respuesta, el corazón del mensaje, la guía.

Ya no tenía prisa. Decidí bañarme antes de comenzar.

Me quité la camisa, sentí las axilas rosadas, de mis pezones goteaba un poco de sangre. Al quitarme el short percibí la carne viva en ingles y nalgas, y al contacto con el agua todo me ardió más, pero el dolor me valió madre, sólo realzaba el momento.

Levanté la cabeza, abrí la boca y celebré tomando toda el agua de regadera que pude. Celebré por haber resistido hasta atrapar en mi cuaderno el elixir. ¿Cuántas veces había tenido una idea y me había dicho “luego la escribo”?, pero todas esas veces se me había olvidado lo que quería decir.

Bajé muy lento, porque cuando corres esas distancias, lo más difícil no es subir, sino bajar escaleras. Fui a la cafetería que estaba a dos puertas del edificio y me senté en la terraza, sintiendo el sol de un domingo de abril en Roma.

—Prego —un señor de pelo cano me atendió.

—Un’acqua frizzante, un espresso e un pasticcioto, per favore, signore.

Le di un trago al agua mineral para sentir el gas helado en la garganta. Entre sorbos de expreso y pequeñas mordidas de pan llegaron las primeras líneas, y a partir de ahí escribí como desesperado, en cafés, en el departamento, en el metro, en el baño, en el avión y en la calle, no paré hasta hoy, cuando le puse punto final al libro en el que te cuento 28 semanas de mi historia o quizá, de la historia de todos, de esa batalla que vivimos en nuestra mente cuando queremos ir más allá de nuestros límites.

Éste no es un libro sólo para corredores, porque nadando, escribiendo, cocinando, emprendiendo, amando o corriendo a todos nos llega nuestro maratón, el reto que nos hará desafiarnos y convertirnos en los héroes de nuestra historia.


1 Los organizadores del Maratón apuestan por una competencia entre artistas; en esa ocasión ganó Diletta Maria Buschi.

Maratón

El arco de salida

28 semanas antes de Roma

El protagonista de cada historia es el héroe de un viaje, aun cuando la senda únicamente transite por su mente.
CRISTOPHER VOGLER

Maratón

Todo empezó con Harvey.

Un huracán estaba arrasando Houston, había miles de damnificados, la población civil se movía para apoyar y hasta la NASA tenía que parar actividades por 11 días.

Yo estaba a 1 500 kilómetros, pero le escribí a mi tía Lupe para preguntarle por mis primos que viven en Houston; estaban bien. Mientras la escuchaba se me olvidó el dolor ajeno y empecé a pensar en los efectos colaterales de esas tormentas.

Muchas veces estos fenómenos climáticos impactan directo en un lugar, pero provocan lluvias a miles de kilómetros de distancia, por eso en México amenazaba tormenta.

Yo intentaba dormir en un hotel cercano a la Alameda Central, a dos kilómetros del arco de salida, en la víspera del Maratón de la Ciudad de México.

La aplicación del tiempo decía que había 70% de probabilidad de lluvia intensa toda la noche y que seguiría así durante las primeras horas de la competencia.

—Hace tres años pasó lo mismo, llovió muchí

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