Mírate

Andrea Vilallonga

Fragmento

mirate-3

I got my hair, got my head

Got my brains, got my ears

Got my eyes, got my nose

Got my mouth

I got my smile

I’ve got life

I’ve got my freedom

I’ve got life!

NINA SIMONE

«Ain’t Got No / I Got Life» (1968)

«Tengo mi pelo, mi cabeza

Mi cerebro, mis orejas

Mis ojos, mi nariz

Mi boca

Y mi sonrisa

Tengo mi vida,

Tengo mi libertad

¡Tengo mi vida!».

NINA SIMONE

«Ain’t Got No / I Got Life» (1968)

mirate-4

1
La primera impresión

«Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos».

MAQUIAVELO

La mente confunde el ver con el ser

¿Te ha pasado alguna vez que conoces a alguien, todo parece ir bien, y al cabo de un tiempo te dice: «¿Sabes?, la primera vez que te vi, me caíste fatal»? O tal vez te haya ocurrido todo lo contrario, que te digan: «Anda, vaya carácter que tienes, no lo parecía para nada cuando te conocí»... Son situaciones curiosas, ¿no? Y son curiosas porque la mayoría de las veces no te sientes reflejado por esta opinión, pero si se repite habitualmente, te entra la duda. Y entonces te haces la siguiente pregunta: «¿Habrá algo de cierto en esa afirmación?».

Esto es como cuando te graban en vídeo y te ves y te oyes por primera vez. La reacción habitual es que no te reconoces, no te gustas e inmediatamente piensas: «Yo no hablo ni me muevo así». Pero si se lo preguntas a los demás, ellos te dicen que sí, que te ven así y que no les parece que tu voz sea distinta a la que se escucha en el vídeo. Yo entiendo que es un shock, pero, querido lector, el primer paso de la autoestima es la aceptación de la realidad. Y no te lo digo en plan negativo; te aseguro que, una vez pasado el primer impacto, si vuelves a ver el vídeo con calma, te vas a ir gustando más y acabarás enamorándote de ti mismo, o por lo menos eso es lo que deseo.

El empoderamiento empieza por el espejo

Quizá después de esta confesión, de este primer shock, la pregunta que surja sea la siguiente: ¿por qué no nos gustamos en esa primera impresión? O formulándola de otra manera: ¿por qué nos sorprendemos tanto con nuestra imagen y voz? Este es el quid de la cuestión. No siempre somos conscientes de lo que proyectamos en los demás. Tenemos claro quiénes somos o estamos seguros de lo que queremos ser, pero no siempre acertamos con la imagen que proyectamos. Por eso es una sorpresa cuando te ves por primera vez, y es cuando este tema entonces puede generar un problema de comunicación con las personas que te rodean que afecte directamente a tu autoestima e influencia sobre los demás.

¿Por qué me puede afectar a la autoestima si yo me siento bien con quien soy? Pues porque, como entenderás a lo largo de este libro, las personas reaccionan a tu imagen, y no a quién eres realmente. Por eso esta dualidad no puede desconcertarte.

Cuando los demás te tratan de una manera que no se corresponde con lo que sientes, puedes acabar pensando que estás haciendo algo mal. Me voy a poner como ejemplo, toda la vida la gente que me conoce me ha dicho que de entrada parezco altiva y algo borde... TODA LA VIDA, de verdad. Este asunto me fue generando un problema, cada vez me sentía más insegura, pues no sabía qué hacer para caer bien o menos mal. Las personas no solían acercarse a hablar conmigo y cuando era yo la que se aproximaba, me trataban con escepticismo. Al final pululaba el mismo comentario de siempre: «Eres de esas personas que hasta que no se te conoce de una manera más profunda no caes bien». Al no darme cuenta de que se trataba solo de la primera impresión, y que nada tenía que ver con quien yo era realmente, mi autoestima se vio resentida.

Y no es una cuestión de moda ni de belleza. Estamos convencidos de que damos la imagen de aquello que somos, pero la realidad es que no siempre es así. Por eso existen estas confusiones y malinterpretaciones.

La prueba de fuego: imagen externa, movimiento y voz

La primera impresión es siempre una prueba de fuego. Esos siete segundos en los que, inconscientemente, o bien somos juzgados o nos convertimos en jurado (porque ¿quién no lo ha hecho alguna vez?). En esos siete segundos no hay tiempo para la bondad. Se juzga y punto. Es una cuestión de piel, de feeling o de química, como queráis llamarlo, pero es un hecho que no se puede evitar. El impacto de la primera impresión es la imagen externa, ya que pone en funcionamiento el principal sentido del ser humano: la vista. Además, piensa que en una primera impresión toda la información que obtenemos entra principalmente por los ojos y luego por los oídos. El cerebro necesita organizarse de una manera rápida y decide que lo que ve es lo que es.

Más de la mitad de la opinión que nos hacemos de los demás y ellos de nosotros se basa en la imagen externa. Solo por nuestro aspecto físico: si somos altos, bajos, anchos, rubios, castaños... Un 55 por ciento del que realmente no somos responsables, sino que depende de nuestra herencia genética, de cómo nos hayan hecho nuestros padres. Por eso, está claro que los elementos que decidamos ponernos, como la indumentaria, el peinado o la óptica van a ayudar a potenciar o a neutralizar ese primer impacto.

En segunda instancia aparece también la comunicación no verbal, que representa un 38 por ciento del resto de la opinión. No solo somos aspecto físico, sino que también nos movemos. Y cómo usamos nuestro cuerpo incide en hacia dónde se dirigirá esa primera impresión. Así que es importante la expresión facial, la manera de caminar, la postura corporal o la gesticulación de cada uno.

Y el 7 por ciento restante se corresponde a la expresión verbal. Pero de este porcentaje el contenido del mensaje es solo el 2 por ciento. ¡El 2! El resto es tu modulación, tu tono, tu volumen, cómo vocalizas. Aunque tu mensaje sea importante, si no sabes transmitirlo bien se perderá en el camino.

A veces puede pasar que primero oigas la voz de la persona y luego la veas. Y es curioso que cuando hablamos con alguien por teléfono, nos creamos ya una imagen de esta persona, y la mayoría de las veces no se corresponde a la realidad. Y te pongo otro ejemplo: cuando te gusta algún locutor de radio y te acostumbras a oírlo, te lo imaginas, pero claro aquí tenemos a un especialista de la voz bonita. Y un día, maldito día, ¡decides buscarlo en san Google!... Y de repente todos tus sueños eróticos se desvanecen. Estoy exagerando, pero es cierto que muchas veces nos sorprendemos con la búsqueda porque no se corresponde con lo que nos habíamos imaginado.

No es crueldad, y lo vas a entender con otro ejemplo: imagina que en lugar de una persona es un escaparate. ¿No es cierto que la mayoría de veces que entramos en una tienda es por el aspecto del escaparate? Valoramos lo que hay expuesto, claro que sí, pero también si está limpio, si es moderno, si es bonito... Pues

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos