CYCLO

Paloma Alma (CYCLO)

Fragmento

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Al empezar a escribir este libro he querido referirme a todas las personas menstruantes utilizando un lenguaje inclusivo que no resultara discriminatorio. He tenido un debate interno sobre cómo dirigirme a aquellas personas que menstrúan, pero no se identifican como mujeres. Personas transgénero o personas que renuncian a la nomenclatura binaria que estamos acostumbradas a escuchar.

Además, soy consciente de que muchas personas no menstruantes me están leyendo. Si es así, gracias por estar aquí y abrir los ojos a una realidad que no forma parte de tu vivencia personal. La comprensión y colaboración de la otra mitad de la población para tener una experiencia menstrual más positiva es clave para nosotras.

Teniendo todos estos puntos en cuenta he decidido escribir este libro en femenino para referirme al conjunto de personas que menstruamos porque me siento más libre al hacerlo así. También porque siento que se hace justicia al utilizar el femenino plural para definir a un grupo de personas de diferentes sexos, después de tantos años en que el plural se definía (hubiese mujeres o no) como masculino.

Por eso, querida lectora, quiero que te embarques en este viaje menstrual conmigo, sea cual sea el género con el que te identifiques. Te pido perdón si en algún momento no te sientes identificada con el lenguaje femenino que utilizo, pero espero que entiendas que mi presente es femenino y así veo ahora mismo el mundo.

Sed todas bienvenidas.

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Nunca olvidaré aquel momento; apenas unos días después de cumplir los doce años me desperté una mañana y fui a hacer pis. Al bajarme las bragas vi alarmada que había una mancha marrón en ellas. Por unos segundos pensé que me había cagado encima, pero de repente grité: "¡Mamááá!".

Mi madre no necesitó más que el tono de mi voz para saber por qué la llamaba; apareció inmediatamente en la puerta y anunció: "Te ha bajado la regla".

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Recuerdo aquel momento con mucha viveza. Recuerdo el baño azul, la mancha... recuerdo también que me desmayé en la ducha. Debió de ser una bajada de tensión a consecuencia de la emoción y la sangre, qué sé yo… Recuerdo que al día siguiente empezábamos nuestras vacaciones anuales. Todos los años mis padres alquilaban un piso en alguna zona de playa y ese año íbamos a Mojácar. Perfecto, mi menstruación llegaba por la puerta grande arruinando mis vacaciones.

O no, porque para mí nunca supuso un impedimento. Al día siguiente, al llegar a la urbanización con piscina, mi madre me dio un tampón. Bajo la tierna amenaza de que si yo no podía, ella amablemente me lo introduciría, yo hice lo que pude con él y bajé a la piscina. La verdad es que no era tan cómodo como parecía en los anuncios... en mi caso no podía dar patadas muy abiertas al nadar porque notaba que se me salía. Ahora sé que es muy probable que no me lo pusiera bien y quedó medio fuera. Pero en aquel momento me sentía la chica más valiente por haberme puesto un tampón. Fui la última de mi clase en tener la regla, pero de las primeras en usar un tampón.

Reconozco que siempre he sido un poco friki con esto de la menstruación; estaba deseando que me viniera. A la mayoría de las chicas de mi colegio ya les había bajado y contaban tantas historias alucinantes sobre ella que yo quería experimentarlas por mí misma. Lo había leído absolutamente todo; nótese que aún no había redes sociales como YouTube o Instagram y solo podías aprender sobre «cosas de chicas» en las revistas Superpop, Bravo y Ragazza. Eso, y la visita al colegio cada equis tiempo de una representante comercial de Evax que te daba muestras de compresas.

A pesar de creer saberlo todo no me deja de extrañar que mi primera reacción al ver mi propia sangre menstrual fuera pensar que era caca. Espera un momento, ¿la regla no era roja? Ahí me di cuenta de que en mi imaginario menstrual la regla era roja rojísima como la sangre de las películas. En ningún momento nadie te cuenta que puede ser de otro color.

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Después del shock inicial de descubrir que la menstruación tenía color marrón y de ponerme mi primera compresa (aquí todo bien, ya que éramos tres chicas en casa y por suerte había de todo), lo siguiente que hice fue contárselo a toda mi familia. Sí, sí, como lo lees, llamé a todos mis tíos y a todos mis abuelos para anunciar la famosa frase: "Ya soy mujer".

No sabía aún que la menstruación iba a venir acompañada de tantísimos quebraderos de cabeza, situaciones incómodas, manchas y enfermedades. Lo que sí sabía entonces era que la menstruación es, sin duda, un hito significativo en la vida de cualquier mujer

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A mi vuelta de Australia, casi tres años después de haberme ido, me encontré con que mi situación laboral seguía siendo la misma que al marcharme. Daba igual todo lo aprendido, mi experiencia internacional, que fuese prácticamente bilingüe o los proyectos que había llevado a cabo en un país tan exigente. Solo conseguía trabajos para los que estaba sobrecualificada y que nada tenían que ver con mis capacidades profesionales. Una parte de mí agradecía poder volver a mi trabajo de recepcionista, pero mi parte curiosa y aventurera me consumía por dentro.

Ir a trabajar cada día era un suplicio porque yo ansiaba hacer más con mi tiempo, ocuparme en algo que sirviese a la sociedad, exprimir al máximo mis cualidades... y me temo que aquel empleo no me lo permitía. Me carcomía por dentro el hacer esas tareas repetitivas, llevar uniforme y tacones y decir hola a profesionales que sí que daban lo mejor de sí mismas cada día. Afortunadamente algo que sí me permitía este trabajo (espero que mi exjefa no lo lea) eran tiempos muertos en los que yo aprovechaba para leer mucho, bucear por miles de blogs e informarme de cómo autoemplearme y cómo desarrollar un proyecto desde cero.

Me obsesioné con la expresión «Sé tu propio jefe». El único problema era que aún no sabía qué podía aportar yo al mundo y de qué podía ser jefa.

Al mismo tiempo que sucedía esto, había vuelto de Australia convencidísima del uso de la copa menstrual y de los beneficios de conocer tu ciclo menstrual. Entonces sí que me atrevía a hablar de ella, y me di cuenta de que en España la situación seguía siendo casi igual que cuando me fui. Mis amigas seguían sin saber muy bien qué era la copa menstrual. En 2016 podías encontrarla en apenas algunas farmacias y herbolarios y en la mayoría de los sitios no sabían explicarte muy bien su uso y ni siquiera sabían aconsejarte correctamente sobre la talla. Las únicas mujeres que la conocían era gracias a reuniones de tuppersex en las que, junto a dildos, lenguas mecánicas y lubricantes, aparecía la copa menstrual. Si bien no creo que sea el lugar idóneo para desmitificar el uso de la copa, sin duda las profesionales del sexo fueron las primeras en introducirnos

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