Bajo el sol de Sannar

Judith Knigge

Fragmento

Creditos

Título original: Die Sonne von Sannar

Traducción: Irene Saslavsky

1.ª edición: febrero 2015

© Ediciones B, S. A., 2013

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

DL B 3547-2015

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-963-3

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contents
Contenido
Cita
Enciclopedia Brockhaus, tomo 7
Prólogo
Le secret de la savane
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Sur le pont d'Avignon
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Les yeux tristes de la Reine
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Le vent devient tempète
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La petite ètoile dans le ciel
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Epílogo
Nota de la autora
Agradecimientos
Fuentes
sannar

Un viaje de mil kilómetros comienza con un paso.

LAO-TSÉ

sannar-1

Enciclopedia Brockhaus, tomo 7

Ámsterdam, 1809, págs. 393-394

La jirafa: un animal curioso ya conocido por los antiguos pero deformado por numerosas descripciones. Su aspecto físico se asemeja al de diversos animales. Parece un corcel brioso, tiene el cuello largo como los camellos, la piel de manchas regulares como el leopardo, la cabeza semejante a la del ciervo y cola de vaca. Después del elefante asiático, es el animal más alto y mide entre cinco y cinco metros y medio desde la cabeza hasta las pezuñas; el cuello por sí solo mide dos metros y veinticinco centímetros. En la frente tiene dos pequeños cuernos de unos dieciocho centímetros ligeramente inclinados hacia atrás y rematados por una borla de pelo. La jirafa vive en África. Además, es de carácter apacible y se alimenta casi exclusivamente de hojas de árboles. Cuando duerme, apoya todo el cuerpo en las rodillas, que, debido a ello, carecen de pelo.

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Prólogo

1825

Colonia egipcio-sudanesa,

cerca de la ciudad de Sannar

El sol se ponía en medio de un resplandor rojizo tras las colinas de Sannar. Una sombra fresca inundó las innumerables casas situadas al pie de las colinas y se levantó una suave brisa. El campamento no tardó en despertar tras el calor diurno: las mujeres se apresuraron a abrir las cortinas de las tiendas para dar paso a la refrescante brisa nocturna y eliminar el ambiente sofocante del interior. La gente salió de las tiendas, tomó asiento en delgadas alfombras, en torno a pequeñas hogueras humeantes, y disfrutó de una taza de té. El opresivo silencio diurno dio paso a un suave murmullo y a un apagado ajetreo.

También Zahina, que ya había cumplido los diecinueve, y su hermana Najah, dos años menor que ella, se prepararon para abandonar su humilde morada, que ya ocupaban hacía muchas semanas.

Zahina se arregló el velo, una prenda a la que ninguna de las dos estaba acostumbrada pero de la que sin embargo no podían prescindir: en la medida de lo posible, procuraban que nada delatara su fe, puesto que los cristianos despertaban suspicacias y eran tratados con hostilidad. Ni Zahina ni su hermana querían exponerse a eso.

—Hoy seré yo quien irá a buscar agua, tú trata de hacerte con un poco de mijo

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