Título original: Die Sonne von Sannar
Traducción: Irene Saslavsky
1.ª edición: febrero 2015
© Ediciones B, S. A., 2013
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DL B 3547-2015
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-963-3
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Un viaje de mil kilómetros comienza con un paso.
LAO-TSÉ
Enciclopedia Brockhaus, tomo 7
Ámsterdam, 1809, págs. 393-394
La jirafa: un animal curioso ya conocido por los antiguos pero deformado por numerosas descripciones. Su aspecto físico se asemeja al de diversos animales. Parece un corcel brioso, tiene el cuello largo como los camellos, la piel de manchas regulares como el leopardo, la cabeza semejante a la del ciervo y cola de vaca. Después del elefante asiático, es el animal más alto y mide entre cinco y cinco metros y medio desde la cabeza hasta las pezuñas; el cuello por sí solo mide dos metros y veinticinco centímetros. En la frente tiene dos pequeños cuernos de unos dieciocho centímetros ligeramente inclinados hacia atrás y rematados por una borla de pelo. La jirafa vive en África. Además, es de carácter apacible y se alimenta casi exclusivamente de hojas de árboles. Cuando duerme, apoya todo el cuerpo en las rodillas, que, debido a ello, carecen de pelo.
Prólogo
1825
Colonia egipcio-sudanesa,
cerca de la ciudad de Sannar
El sol se ponía en medio de un resplandor rojizo tras las colinas de Sannar. Una sombra fresca inundó las innumerables casas situadas al pie de las colinas y se levantó una suave brisa. El campamento no tardó en despertar tras el calor diurno: las mujeres se apresuraron a abrir las cortinas de las tiendas para dar paso a la refrescante brisa nocturna y eliminar el ambiente sofocante del interior. La gente salió de las tiendas, tomó asiento en delgadas alfombras, en torno a pequeñas hogueras humeantes, y disfrutó de una taza de té. El opresivo silencio diurno dio paso a un suave murmullo y a un apagado ajetreo.
También Zahina, que ya había cumplido los diecinueve, y su hermana Najah, dos años menor que ella, se prepararon para abandonar su humilde morada, que ya ocupaban hacía muchas semanas.
Zahina se arregló el velo, una prenda a la que ninguna de las dos estaba acostumbrada pero de la que sin embargo no podían prescindir: en la medida de lo posible, procuraban que nada delatara su fe, puesto que los cristianos despertaban suspicacias y eran tratados con hostilidad. Ni Zahina ni su hermana querían exponerse a eso.
—Hoy seré yo quien irá a buscar agua, tú trata de hacerte con un poco de mijo