El hijo de nadie

José María Sanz 'Loquillo'

Fragmento

Creditos

1.ª edición: abril 2013

© José María Sanz, «Loquillo», 2013

© Luis Hidalgo, 2013

© Ediciones B, S. A., 2012

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: B-19309-2012

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-385-3

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Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

INTRO

MEMORIAS E IDENTIDAD

LAS TRIPAS DE LA BANDA

DESENCANTO Y POLÍTICA

MIS CIUDADES

MEDIOS Y MÚSICAS

LOS ASUNTOS SOCIALES

HACIÉNDOME MAYOR

Un último pensamiento

El hijo de nadie

El_hijo_de_nadie-3

INTRO

por Luis Hidalgo

Los rockeros también piensan

El pensamiento de un rockero. ¡Ja! Hace no demasiado tiempo hubiese parecido un chiste. Los rockeros no piensan, los rockeros hacen, tiran hacia delante sin dejar resquicio al pensamiento, simplemente actúan. Si piensan se rompen, los pobres. La música popular vinculada originalmente a la cultura juvenil, no es música que vaya más allá del entretenimiento, del ocio, de la disipación. Su relevancia social atiende solo a la diversión y no es ni necesario, ni conveniente, ni adecuado que los músicos se metan en camisas de once varas. Además, ha afirmado siempre la industria de la música, cuanto más opine un rockero, más disensión introducirá en su propio público, que puede caracterizarse por tener un perfil ideológico muy amplio. No digas negro, pues entre los que compran tus discos y van a tus conciertos puede haber quienes no vivan sin el blanco. Ese ha sido tradicionalmente el discurso aplicado a la música pop y rock en nuestro país. O bien había que callar porque la música solo divierte, o bien era precisa la prudencia para no levantar ampollas entre tus propios seguidores. Ah, bueno, bien, si la situación es tan manifiestamente injusta que hay que decir algo, pues para eso están los festivales benéficos, para que los músicos hablen por el mero hecho de participar en ellos.

Paralelamente, la historia de nuestra sociedad ha ido dando cada vez más influencia a los artistas, a alguno de los cuales ha convertido en referente no ya solo artístico, sino incluso social. En un mundo en el que la política se está viendo cada día más arrinconada por la bravuconería económica, en un contexto en el que la ideología pierde solidez hasta casi evaporarse, aquellos que se suben a un escenario y utilizan la cabeza como algo más que el soporte de una gorra, tienen ante sí un campo de acción cada día más amplio. Sí, el rock, la música, al igual que muchas otras manifestaciones artísticas, ya no solo sirven para entretener, sino para hacer pensar. El artista que se compromete con su arte acaba comprometiéndose con su realidad y con sus propios seguidores, de manera que puede acabar convertido en ejemplo de actitud, pensamiento y obra.

¿Quiere ello decir que esta es la única opción que le queda a un artista? En absoluto. La forma en la que cada individuo afronta la vida es el resultado de una serie de circunstancias que no funcionan con la precisión matemática de sumar dos y dos. Que la música esté ocupando espacios que antes tenía vedados es una realidad, pero no lo es menos que no todos los artistas necesitan para legitimarse abordar un discurso social o político. Es más, cada artista encuentra su manera de afrontar los temas que le preocupan como ciudadano, y no son la letra explícita, la consigna o el mitin los únicos caminos para comprometerse. La manera en la que los artistas embocan su carrera, toman decisiones sobre sus actos, escogen el repertorio, seleccionan los temas de sus letras, planifican su relación con los medios de comunicación o piensan en sus seguidores, a los cuales se puede considerar como masa o como conjunto de personas dotadas de criterio propio, son en realidad los ejes en los que se cimienta el contenido social y político de un artista.

Llegados a este punto, no olvidemos que el nacimiento del rock está vinculado al despegue económico de Occidente tras la Segunda Guerra Mundial. Hasta entrados los años cincuenta los jóvenes eran un sujeto pasivo más de la historia, y como tal no entraba en la toma de decisiones sino en su simple acatamiento. La bonanza económica posterior a la Segunda Gran Guerra creó las bases de lo que hoy conocemos como sociedad de consumo, dando a los jóvenes los recursos económicos para que ellos mismos comenzasen a tomar sus propias decisiones estéticas y vitales. El nacimiento del rock, una música opuesta al orden establecido por los adultos, es fruto de una juventud que tiene trabajo, que por lo tanto dispone de dinero y de la subsiguiente capacidad para administrarlo. En ese contexto, la cultura del rock nace entre otras cosas para dar opciones de consumo y autoafirmación a un colectivo que hasta entonces solo servía para trabajar, obedecer o mori

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