Sabias

Adela Muñoz Páez

Fragmento

 Sabias

Índice

Sabias

Una revelación premonitoria

INICIOS FULGURANTES

1. En el jardín del Edén

2. Enheduanna

3. El fuego de los dioses del Olimpo

4. Sabias griegas

5. Hipatia de Alejandría

6. La sabiduría de los conventos

EXPULSADAS DE LA ACADEMIA

7. Mujeres del Renacimiento

8. Oliva Sabuco, la manchega que desafió a Aristóteles

9. Maria Sybilla Merian, la pintora que criaba orugas

10. Marquesa de Châtelet, la física de Newton

11. Marie Paulze-Lavoisier, la revolución y la química

12. Caroline Herschel, Cenicienta descubre un cometa

DERRIBANDO BARRERAS

13. Feministas y universitarias

14. Marie Sklodowska-Curie

15. La fascinación de los cristales

16. Dorothy Crowfoot Hodgkin, el ama de casa que ganó un Nobel

17. España siglo XX, un comienzo

18. Científicas en la España de 1936

19. Rita Levi-Montalcini, el secreto de la vida

Epílogo

Agradecimientos

Cronología

Bibliografía

Sobre este libro

Sobre Adela Muñoz Páez

Créditos

Notas

cap

Dedico este libro a los hombres que han ayudado y siguen ayudando

a hacer realidad los sueños de las mujeres. En mi caso fueron mi

padre, Bernardino Muñoz; mi marido, Enrique Sánchez Marcos;

mi hijo, Enrique Sánchez Muñoz, y Manuel Lozano Leyva,

que fue el que me animó a escribirlo

cap-1

 

Una revelación premonitoria

«Cuando el escriba llegó al amanecer, Enheduanna, la suma sacerdotisa, aún estaba en el giparu; había pasado toda la noche en él. El escriba pensó que habría tenido nuevas revelaciones que le dictaría al salir. Pero cuando la sacerdotisa apareció, ni siquiera lo vio; al pasar junto a él casi lo derribó. Sin embargo, él sí pudo verla: unas marcadas ojeras le sombreaban los ojos; su cara estaba apergaminada, como si hubiera envejecido muchos años en una sola noche. La siguió mientras descendían los siete niveles del zigurat. Solo cuando estaban en la explanada se atrevió a preguntarle:

—Señora, ¿qué os ha dicho la diosa?

La sacerdotisa lo miró pero no dijo nada.

—¿Tan graves son las revelaciones que os ha hecho que ni a mí podéis decírmelas?

La sacerdotisa tardó en contestarle; cuando lo hizo, su voz parecía salida de ultratumba.

—Cuando yo haya muerto, cuando el último descendiente de la estirpe de mi padre haya muerto, su reino, que hoy se extiende por las cuatro esquinas del universo, será arrasado por las tribus del desierto. Comenzará un período oscuro en el que las sacerdotisas serán expulsadas de los templos y las diosas de los altares. Las mujeres no podrán formar parte del Consejo y se convertirán en una propiedad más de los hombres, como las ovejas o las cabras. Pasará más de un sar[1] antes de que las sacerdotisas vuelvan a los templos y la diosa del amor vuelva a ser adorada.

—Pero ¡eso es imposible, señora! El poder de la diosa es infinito, ningún mortal puede arrebatárselo.

—Inanna, la gran reina del cielo, seguirá brillando en las alturas, pero los hombres impíos se aliarán para dominar a las mujeres y las tratarán peor que a los esclavos. En castigo, la diosa barrerá el amor de la tierra. Las mujeres no sentirán por los hombres más que temor, y los hombres no considerarán a las mujeres dignas de su estima. La tierra yerma de amor será arrasada por un dolor cuya fuerza será mucho más destructiva que la de las aguas del Gran Diluvio. La diosa ha ordenado que nada de esto sea revelado.

Al oír las palabras de la sacerdotisa, el escriba palideció y enmudeció. No volvió a comer ni beber. Cuando poco después murió, se dijo que había ofendido a la diosa y esta le había arrebatado el juicio y la vida.»

Enheduanna, hija del rey Sargón el Grande, fue un personaje real que vivió hace 4.300 años. Era la suma sacerdotisa del templo dedicado al todopoderoso dios de la luna, Nanna, en la ciudad de Ur, desde la que partió el patriarca Abraham en busca de la Tierra Prometida. Ella fue quien escribió las primeras obras literarias de autor identificado de la historia, tales como el poema titulado «La exaltación de Inanna», dedicado a Inanna, diosa del amor y de la guerra, señora del planeta Venus y precursora de la diosa griega Afrodita.

El relato recogido más arriba no es real porque ninguna mortal ni diosa sumeria habría podido imaginar hasta dónde llegarían los hombres en su iniquidad en el trato a las mujeres, relegándolas al papel de siervas y manteniéndolas alejadas de todos los cenáculos de sabiduría y poder durante más de cuatro milenios. Hace escasamente un siglo algunas comenzaron a recuperar un poder parecido al que en su día tuvo Enheduanna; aún libramos batallas para conservarlo.

Invisibles para los sabios y para el resto de la humanidad, mujeres de todas las civilizaciones han buscado el conocimiento desde los albores de la historia: sacerdotisas sumerias, oradoras griegas, matemáticas alejandrinas, monjas de la época de las Cruzadas, súbditas del rey Felipe II, artesanas de los poderosos gremios alemanes del siglo XVII, salonnières francesas de antes y después de la Revolución, astrónomas alemanas e inglesas del siglo XVIII, físicas polacas de finales del XIX, químicas españolas de antes de la Guerra «Incivil», cristalógrafas inglesas y bioquímicas italianas.

Este es el relato de la peregrinación de las herederas de Enheduanna por la cara oculta de la historia.

cap-1

INICIOS FULGURANTES

cap-2

1

En el jardín del Edén

En el inicio de la historia un puñado de hombres y mujeres, venidos de no se sabe dónde, crearon una civilización muy desarrollada en una zona con forma de media luna que rodea el desierto de Arabia, de

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