Índice
La hija de Stalin
Árbol genealógico de los Dzhugashvili
Árbol genealógico de los Allilúiev
Prefacio
Prólogo
PRIMERA PARTE. Los años del Kremlin
1. Aquel lugar soleado
2. Una niña sin madre
3. La anfitriona y el campesino
4. El Terror
5. El círculo de secretos y mentiras
6. Una historia de amor
7. Una boda judía
8. La Campaña Anticosmopolita
9. Todo en silencio, como antes de la tormenta
10. La muerte del vozhd
SEGUNDA PARTE. La realidad soviética
11. Regresan los fantasmas
12. La hija del Generalísimo
13. Posdeshielo
14. El brahmán gentil
15. En la ribera del Ganges
TERCERA PARTE. Huida a Estados Unidos
16. Ópera bufa
17. Furia diplomática
18. Abogados trabajando
19. La llegada
20. Un personaje misterioso
21. Cartas a un amigo
22. Un rechazo cruel
23. Sólo un año
24. El fiasco de Taliesin
25. El cortesano de la montenegrina
26. La hija de Stalin cortando el pasto
27. Un topo de la KGB
28. Lana Peters, ciudadana estadounidense
29. La jungla moderna de la libertad
CUARTA PARTE. Aprender a vivir en Occidente
30. Calle Chaucer
31. De vuelta en la URSS
32. Interludio en Tbilisi
33. La realidad estadounidense
34. “Nunca uses falda ajustada si pretendes suicidarte”
35. Querida, no han cambiado nada
36. Retorno final
Agradecimientos
Lista de personajes
Fuentes
Bibliografía
Sobre este libro
Sobre Rosemary Sullivan
Créditos
Notas
Para mi madre,
Leanore Marjorie Guthrie Sullivan
Colección privada de Svetlana Allilúieva; cortesía de Chrese Evans.
Prefacio
¿Qué significará haber nacido y ser hija de Stalin, cargar con el peso de ese nombre durante toda la vida y nunca liberarse de él? En la URSS, Stalin era mítico. Era el vozhd, el líder supremo que convirtió a la Unión Soviética en una superpotencia y ganó la guerra contra los nazis. Sin embargo, para sus millones de víctimas soviéticas, fue el hombre responsable del terror y del infame gulag. En Occidente lo catalogaron como uno de los dictadores más brutales del mundo. Por mucho que lo intentara, Svetlana Allilúieva nunca pudo escapar de la sombra de Stalin. Como ella misma lo lamentó: “Vaya a donde vaya, ya sea a Australia o a alguna otra isla, siempre seré prisionera política del nombre de mi padre”.[1]
En la URSS su vida fue terriblemente dolorosa. Su madre, Nadezhda Allilúieva, se suicidó cuando Svetlana apenas tenía seis años y medio de edad. Durante la Gran Purga, a finales de la década de 1930, Stalin no eximió a su familia. Sus amados tíos María y Alexándr Svanidze, cuñados de Stalin por parte de su primera esposa, fueron arrestados y ejecutados como enemigos del pueblo; el hijo de ambos, Johnik, compañero de juegos de Svetlana, desapareció. Su tío Stanislav Redens, esposo de Anna, hermana de su madre, fue ejecutado. Su tío Pável, hermano de su madre, murió de un ataque al corazón por la impresión. Cuando Svetlana acababa de cumplir 17 años, su padre sentenció a su primer amor, Alexéi Kápler, a 10 años de gulag. En 1943 los nazis mataron a su medio hermano Yákov, en un campo de prisioneros. En 1947 y 1948, durante la ola de represión conocida como la Campaña Anticosmopolita, la hermana de su madre, Anna, y la viuda de Pável, Zhenia, fueron sentenciadas a siete años en confinamiento solitario. La hija de Zhenia, Kyrá, fue encarcelada y después exiliada.
Tras la muerte de su padre, en 1953, las tragedias continuaron. Su hermano mayor, Vasili, fue arrestado y finalmente murió de alcoholismo en 1962. Sus amigos literatos de mediados de los sesenta fueron enviados a campos de trabajo forzado. Cuando por fin encontró la paz en una relación amorosa con un hombre llamado Brajesh Singh, le negaron oficialmente el derecho a casarse con él antes de que muriera, aunque sí le autorizaron llevar sus cenizas de vuelta a la India.
A la mitad de su vida, a los 45 años de edad, Svetlana Allilúieva decidió impulsivamente desertar. La noche del 6 de marzo de 1967 entró en la embajada estadounidense en Nueva Delhi para solicitar asilo. Deseaba huir de su pasado y buscar la libertad que le negaban en la Unión Soviética, donde decía que la trataban como propiedad estatal. Al principio, el Departamento de Estado norteamericano le negó la entrada a EUA, porque su deserción desestabilizaría las relaciones con los soviéticos. Esperó en Suiza mientras los diplomáticos buscaban un país que la acogiera.
Cuando por fin la admitieron con una visa de turista, los estadounidenses la recibieron como la desertora más famosa de los que habían huido de la URSS. Muy pronto se convirtió en la desertora millonaria: le compraron Rusia, mi padre y yo, las memorias que había escrito en 1963 y que extrajo de la Unión Soviética tras su salida, por un adelanto de 1.5 millones de dólares. Pero no entendía el concepto de dinero: regaló una buena parte y muy pronto perdió el resto por las maquinaciones de Olgivanna Wright, la viuda de Frank Lloyd Wright, quien la engañó para que se casara con Wesley Peters, el arquitecto en jefe de la Fundación Taliesin, también de Wright. A los 45 años de edad, Allilúieva dio a luz a Olga Peters. Su hija fue un consuelo. Había abandonado a su hijo de 21, Iósif, y a su hija de 16, Katia, al huir de su país de origen. Las intrigas de la KGB le impidieron cont