Isabel. La amante de sus maridos

Jaime Peñafiel

Fragmento

cap-2

Introducción
AMANTE ESPOSA

Conozco a Isabel Preysler desde que se instaló a vivir en España. Pero, sobre todo, desde 1971, año que se casó con Julio Iglesias, del que se divorciaría tan solo siete años después. ¡Cómo olvidar su boda! ¡Nunca he visto una novia más triste el día que debía ser el más feliz de su vida!

Yo estimaba a Isabel porque era la mujer de mi mejor amigo, Julio Iglesias, el hombre que sería años más tarde el padrino de mi boda, el 6 de junio de 1984. Pero pronto empecé a admirarla como esposa y como madre; leal en el primer caso, abnegada en el segundo, hasta que no pudo más. Lamenté mucho que una dama que no debía querer mucho a Isabel me hiciese saber «que ella sabía lo que ocurría». (Abordaremos este asunto más adelante en este libro.) Mi lealtad hacia ella me obligó a advertirla, en la misma medida que la lealtad a mi amigo Julio me obligaba a ser prudente. Ni siquiera cuando estalló el «escándalo» —que no fue tal porque todo se desarrolló con la mayor discreción—, se me ocurrió hacer partícipe a Julio de lo que aquella voz anónima me había informado.

Isabel estaba cargada de razones para decirle «hasta aquí llegó la riada, Julio». Y, como el chiste, él sabía por qué.

Siempre he dicho que, si yo fuera un aristócrata, un miembro de la Diputación de la Grandeza, en mi escudo de armas figuraría el siguiente lema: «Valgo más por lo que callo que por lo que cuento». Me sorprendió que en la magnífica entrevista que Isabel concedió en junio de 2014 a la directora de Vanity Fair, Lourdes Garzón, utilizara mi frase, sin mencionar el copyright. Pero Isabel sabe que lo mío es suyo. Por supuesto que soy consciente de que si ella contara todo cuanto sabe, sería como metal que resuena, extendiendo su eco por los cuatro puntos cardinales. Pero prefiere sonreír, regalando su silencio, tan importante como los sonidos, ya sean del corazón, de la mente o del espíritu. ¿Radica ahí su encanto, en ese misterio que desprende? Pienso que hay mucho más. Si no, ¿cómo puede una mujer mantenerse en el primer plano de la actualidad nacional a lo largo de cuarenta y cinco años sin romperse ni mancharse, como el cristal atravesado por el sol, cuando tantas cosas han pasado por su vida y no siempre buenas? No olvidemos que el tiempo en sí mismo es un gran reto difícil de superar.

Facundo Cabral escribía que «nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo. Pero es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos»; palabras que seguramente suscribiría Isabel.

Isabel Preysler ha llegado a ser, y lo sigue siendo, la mujer, la dama, la señora más importante de España. No ha habido a lo largo de estos cuarenta y cinco años nadie que la igualara, ni Carmen Thyssen, ni Carmen Martínez-Bordiú, ni la duquesa de Alba, ni las hermanas Koplowitz… Todas tuvieron sus momentos de gloria mediática por diversas circunstancias. Pero Isabel lo ha sido por encima del tiempo y de estas circunstancias, y siempre acompañada de parejas muy brillantes. Primero fue esposa de un cantante universal, Julio Iglesias; después, de un aristócrata español admirado y respetado, el marqués de Griñón, perteneciente a una de las familias más importantes de España, los duques de Montellano, protectores de don Juan Carlos en sus primeros pasos por el país del que sería rey; al marqués le siguió Miguel Boyer, uno de los políticos, socialista él, con más poder en la historia de la democracia. Y, por último, de un premio Nobel, Mario Vargas Llosa. De todos ellos esposa, que no amante, o amante esposa.

El título de este libro no es un juego de palabras, aunque los términos «amante» y «esposa» puedan llevar a la confusión cuando pueden —y deberían— ser complementarios. Sobre todo si la mujer, como es el caso de Isabel, sabe conjugar las dos situaciones: la de esposa y la de amante.

Ser solo esposa, exclusivamente esposa, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte nos separe tiene un riesgo: que la esposa, pasado el tiempo, adquiera el rol de madre, olvidando que un día fue también amante, en el más amplio y exacto sentido de la palabra. Esa amante esposa, que se ha ido alejando atendiendo las necesidades de la casa, los hijos y el trabajo, del esposo, puede acabar descuidando la parte sexual, tan importante en la relación de pareja. Los encuentros amorosos se van reduciendo a la misma hora, en la misma cama y con una menor frecuencia.

Cierto es que el estrés y la responsabilidad que muchas mujeres asumen al ser madre hace que su papel de esposa pase a un segundo lugar. Pero lo más grave es cuando la esposa se convierte en «madre-secretaria» de su marido, atenta a las pastillas, a las comidas, a los horarios y a los compromisos laborales. Tal fue el caso de Rosario Conde, como la esposa-madre de Camilo José Cela; o de Patricia Llosa, la esposa-madre y secretaria de Mario Vargas Llosa.

No hay nada más desagradable y elocuentemente expresivo de lo que hablamos que oír a un hombre llamar a su esposa «mamá», mamá por aquí, mamá por allí, dejando así a las claras que la relación de pareja ya no es lo que debería ser porque se prioriza el papel de madre al de amante. Ignoro si Mario Vargas Llosa llegó a llamar a Patricia «mamá». Pero verla, la he visto actuar como tal en el hotel Sancti Petri de Cádiz durante unas vacaciones veraniegas en las que coincidimos. Allí la vi actuar más como madre y secretaria de Mario que como la amante esposa que debería ser.

cap-3

ISABEL, NOMBRE DE REINA

Según Wikipedia, el nombre de Isabel es un nombre femenino de origen incierto. Es posible que derive del nombre de la diosa egipcia Isis, «reina de las diosas». Otra opción sería que proviniera del nombre hebreo Elisa, «promesa de Dios o que ama a Dios». También cabe la opción latina, Isisa, «bella», la diosa egipcia que fue adorada en tiempos del imperio romano, en honor de la diosa de la fecundidad.

El nombre de Isabel es muy popular en el mundo occidental, en gran parte debido a la devoción a santa Isabel, madre de san Juan Bautista. Además de esta santa, existen otras con el mismo nombre en la Iglesia católica, como las reinas y santas Isabel de Hungría e Isabel de Aragón o Portugal, y en la Iglesia ortodoxa rusa, santa Isabel Fiódorovna, gran duquesa de Rusia.

El nombre fue muy popular en las familias reales europeas desde la Edad Media. Lo llevaron numerosísimas princesas y reinas consortes, especialmente en Alemania, España, Francia
y el Reino Unido. Entre las consortes más recientes con este nombre podemos citar a la emperatriz de Austria y reina de Hungría y de Bohemia, Isabel de Baviera (Sissi) (1837-1898); a la reina Isabel de Reino Unido (1900-2002), madre de la actual reina Isabel II y última emperatriz de la India; y a la reina Isabel de Bélgica (1876-1965), esposa del rey Alberto I de los belgas. Además, cinco s

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