Autobiografía de Alice B. Toklas

Gertrude Stein

Fragmento

cap-1

1

Antes de ir a París

Nací en San Francisco, California. Por consiguiente, siempre he preferido vivir en climas templados pero es difícil, tanto en la Europa continental como en Norteamérica, encontrar un clima templado y vivir en él. El padre de mi madre fue un pionero, llegó a California en el 49, se casó con mi abuela, que era muy aficionada a la música. Fue discípula del padre de Clara Schuman. Mi madre era una mujer tranquila y encantadora llamada Emilie.

Mi padre descendía de una familia de patriotas polacos. Su tío abuelo formó para Napoleón un regimiento del que fue coronel. Su padre abandonó a la esposa poco después de contraer matrimonio, para luchar en las barricadas de París, pero, como su mujer dejó de mandarle dinero, no tardó en regresar y llevó una vida de terrateniente acaudalado y conservador.

En cuanto a mí, no me gusta la violencia y siempre he disfrutado con los placeres de la costura y la jardinería. Me gustan mucho la pintura, los muebles, los tapices, las casas y las flores, incluso los árboles frutales y las hortalizas. Me gustan las vistas pero prefiero sentarme de espaldas a ellas.

En la infancia y adolescencia llevé la existencia refinada propia de mi clase y condición. En ese período tuve algunas aventuras intelectuales pero muy discretas. Cuando tenía unos diecinueve años era una gran admiradora de Henry James. Creí que La edad ingrata podía servir de base para una excelente obra teatral y escribí a Henry James ofreciéndome a realizar la adaptación. Me contestó con una carta amabilísima y entonces, al darme cuenta de que no estaba a la altura, me avergoncé de mí misma y no conservé la carta. Quizá en aquella época me pareció que no tenía motivos para conservarla; en cualquier caso, ya no existe.

Hasta los veinte años sentí un notable interés por la música. Estudiaba y practicaba con constancia pero poco después me pareció una frivolidad, mi madre murió y, aunque eso no me produjo una tristeza insuperable, dejé de tener verdadero interés en seguir adelante. En la historia de Ada, en Geography and Plays, Gertrude Stein ofrece una excelente descripción de mi persona tal como era en aquel tiempo.

A partir de entonces, durante unos seis años, estuve muy ocupada. Llevaba una existencia agradable, tenía muchos amigos, me divertía mucho, me interesaban muchas cosas, mi vida me satisfacía razonablemente y gozaba de ella, pero no me la tomaba con gran pasión. Esto me lleva al incendio de San Francisco, razón por la cual el hermano mayor de Gertrude Stein y su esposa regresaron de París a San Francisco, y eso comportó un cambio total en mi vida.

En aquella época vivía con mi padre y mi hermano. Mi padre era un hombre tranquilo que se tomaba las cosas con calma, pese a que le afectaban profundamente. La terrible primera mañana del incendio de San Francisco le desperté para decirle que la ciudad había sufrido un terremoto y estaba en llamas. No deja de ser una pérdida para el Este, dijo, se dio la vuelta en la cama y siguió durmiendo. Recuerdo que en cierta ocasión mi hermano y un amigo suyo salieron a cabalgar, uno de los caballos volvió sin jinete al hotel y la madre del otro muchacho comenzó a hacer una escena terrible. Tranquilícese, señora, le dijo mi padre, quizá sea mi hijo el que se ha matado. Siempre recuerdo uno de sus axiomas: si tienes que hacer algo, hazlo con elegancia. También me dijo que una anfitriona jamás debe disculparse por los fallos que puedan observarse en la recepción; si hay una anfitriona, siempre y cuando haya una anfitriona, no puede haber fallos.

Como iba diciendo, llevábamos una vida satisfactoria y jamás tuve deseos ni pensamientos de cambiarla. La perturbación de nuestra vida cotidiana debido al incendio y a la llegada del hermano mayor de Gertrude Stein y su esposa tuvo su efecto.

La señora Stein trajo consigo tres pequeños cuadros de Matisse, las primeras obras de arte moderno que cruzaron el Atlántico. Conocí a la señora Stein en aquellos días de aflicción general, me mostró los cuadros y me contó anécdotas de su vida en París. Poco a poco dije a mi padre que quizá me marchara de San Francisco. No le inquietó; al fin y al cabo, en aquel entonces mucha gente iba y venía y numerosos amigos míos habían abandonado la ciudad. Al cabo de un año yo también me había ido y me encontraba en París. Visité a la señora Stein, que entretanto había regresado a París, y en su casa conocí a Gertrude Stein. Lo que más me impresionó fue el broche de coral que llevaba y su voz. Debo decir que en mi vida solo he conocido a tres genios, y en las tres ocasiones sonó una campanilla dentro de mí y no me equivoqué, y debo decir que en los tres casos ocurrió antes de que consiguieran la consideración general de genios. Los tres genios de quienes quiero hablar son Gertrude Stein, Pablo Picasso y Alfred Whitehead. He conocido a muchas personas importantes, también he conocido a muchas grandes personalidades, pero solo he conocido a tres verdaderos genios de primera categoría y en los tres casos al verlos algo sonó dentro de mí. No me equivoqué en ninguno de los tres casos. Así comencé una vida nueva y plena.

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