Lo que aprendí viviendo

Eleanor Roosevelt

Fragmento

cap-1

Prefacio

A lo largo de los años he recibido cientos de miles de cartas, actualmente me llegan alrededor de un centenar al día. La mayoría plantean cuestiones que van desde los problemas personales que a todos nos acosan hasta los problemas del mundo que a partir de ahora nos acosarán a todos. En ellas me preguntan más o menos lo mismo: ¿qué ha aprendido de la vida que pueda servir para resolver esta o aquella dificultad?

Como es natural, nadie está provisto de semejante sabiduría. Nadie está capacitado para dar respuestas ante todas las eventualidades. Nadie tiene soluciones definitivas. Pero son cuestiones a las que todos nos enfrentamos en la vida; son preguntas que tenemos que responder de algún modo. No de forma categórica, pues la vida es demasiado mutable, está demasiado viva para eso. Así que me he visto obligada a detenerme y reflexionar sobre algunas de ellas, para buscar mis propias respuestas y descubrir lo que he aprendido viviendo.

Cuando uno intenta poner en simples palabras cualquier respuesta que ha encontrado ante los problemas de la vida, corre el riesgo de dar a entender que es la única o la mejor. Eso, naturalmente, sería absurdo. No poseo una sabiduría tan exhaustiva, solo unas pocas directrices que me han servido en el transcurso de mi larga vida. Tal vez ayuden a alguien a alejarse de los escollos con los que yo he tropezado o a evitar los errores que he cometido. O tal vez solo se aprende de los propios errores. Lo esencial es aprender.

Aprender y vivir. Aunque en realidad es lo mismo, ¿no? No hay ninguna experiencia de la que no se pueda aprender algo. Cuando se deja de aprender, se deja de vivir de una forma crucial y significativa. Y el propósito de la vida es, después de todo, vivirla, disfrutar de la experiencia al máximo, tender la mano con impaciencia y sin miedo a experiencias más nuevas y enriquecedoras.

Eso solo podrá hacerse si se tiene curiosidad y un insaciable espíritu de aventura. La experiencia solo significará algo si se entiende. Y solo se entiende si se ha llegado a cierto conocimiento de uno mismo, un conocimiento basado en una autodisciplina deliberada y por lo general adquirida con mucho esfuerzo que enseña a desterrar el miedo y hace libre para disfrutar con más plenitud de la aventura de la vida.

Mi propia vida ha estado repleta de actividad y, lo mejor de todo, de personas. He visto obtener una victoria a partir de una derrota; he visto vencer el miedo y salir fuerte y libre; he visto transformar una vida vacía en una colmada y productiva.

Rindo homenaje a la raza humana. Cuando mira la vida de frente casi puede reinventarse a sí misma.

La filosofía de una persona no se expresa tanto en palabras como en las elecciones que hace. Al detenerme a reflexionar sobre lo que he aprendido, hay muchas cosas que creo con firmeza y otras muchas de las que no estoy segura. Pero esto al menos lo creo de todo corazón: con el tiempo forjamos nuestra vida y nos forjamos a nosotros mismos. El proceso no termina hasta que morimos. Y las decisiones que tomamos son, en última instancia, absolutamente nuestras.

Hyde Park,

enero de 1960

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