Hija única

Mi-Ae Seo

Fragmento

Capítulo 1

1

Se informó del incendio en el barrio de Eungam-dong a las 3.37 de la madrugada del 17 de junio.

El aviso «Incendio en Eungam-dong» apareció en la pantalla de la sala de control del cuartel general de la Dirección Nacional de Bomberos de Namsan y de inmediato se informó al cuerpo de bomberos del distrito Oeste, las comisarías de la zona y el equipo de investigación sobre incendios de la Oficina Forense de la Policía Metropolitana de Seúl.

El investigador de incendios Lee Sang-uk, de la Dirección Nacional de Bomberos, estaba de guardia cuando llegó la información, durmiendo en la sala de descanso del personal. Lo llamaron al móvil y se levantó frotándose los ojos. Había dormido apenas dos horas, porque había tenido que quedarse hasta después de la una de la madrugada redactando un informe.

Los párpados se le caían, pero salió a tomar aire y el viento frío le espabiló. El aire fresco de la madrugada incluso se llevó los últimos rastros del sueño.

Sang-uk fue caminando al aparcamiento. Antes de subirse al coche, llamó a su compañero, el sargento Yu Dong-sik. Su voz delataba que también lo habían cogido durmiendo.

—Ya estoy despierto, ya.

Al parecer, lo habían llamado antes desde la Policía de Seúl. Aun sin verlo, visualicé su reacción. Estaría sentado en la cama sacudiendo la cabeza para impedir que su mente, que rehusaba despertar, se durmiera nuevamente. Tratando de espantar el sueño y escuchando con los ojos cerrados la voz al otro lado del teléfono. Había veces que el sargento Yu se movía como un niño, lo que contrastaba con su cuerpo fornido.

Reprimiendo una risa que se le escapaba entre los labios, Sang-uk le avisó de que se dirigía al lugar del incendio.

—No tardes.

—Espera...

—¿Sí?

Cuando estaba por colgar, Yu le detuvo con prisa. Sanguk, pendiente de las palabras del otro, prestó atención.

—¿Dónde dijiste que era el incendio?

Seguramente sabía dónde era. Sin embargo, preguntó de nuevo a Sang-uk, quizá porque la información se le había pasado por estar medio dormido o para cerciorarse de que lo había escuchado bien.

—En Eungam-dong. Esta vez, en la calle Baeknyeonsa-gil, cerca de la intersección del Colegio Chungam.

Se oyó al sargento Yu suspirar. Un momento después, un breve silencio. Estaría tratando de ordenar sus pensamientos. Pero a los pocos segundos se escuchó un pequeño gemido y Yu murmuró. Probablemente estaría maldiciendo mientras se levantaba de la cama. Sang-uk se imaginaba cómo estaba, aunque no dijera nada, porque simpatizaba con él.

—Sí... A mí tampoco me hace gracia.

—Está bien. Me preparo y salgo enseguida. Nos vemos allí.

Sang-uk colgó y se subió al coche.

Introdujo la llave para arrancar y miró la hora. Ya eran más de las cuatro de la madrugada.

Suponía que no habría mucho tráfico en las calles porque era de madrugada y pensó que llegaría a su destino en unos veinte minutos, pasando por la puerta Sungnyemun y la zona de Muakjae. Saliendo del aparcamiento, intentó enumerar los incendios que había habido recientemente en el barrio de Eungam-dong.

Desde el inicio de la primavera, la cifra ya ascendía a seis. A estas alturas, en Eungam-dong, un simple comentario sobre alguien con una cerilla ponía los pelos de punta a cualquiera.

El primer caso tuvo lugar no muy lejos de unas obras de construcción, en el distrito Siete de Eungam-dong, cerca del Hospital Municipal de Eunpyeong.

Había mucho desorden en la zona por estar en marcha la edificación de un megacomplejo residencial en las faldas del monte Baeknyeonsan, pues los materiales de construcción se amontonaban por doquier, así como los camiones utilizados en esas obras.

El incendio se produjo en un terreno baldío en la calle Baeknyeonsa-gil, frente a las obras, y lo extinguieron sin que muriera nadie. Aunque se quemaron planchas de madera y otros materiales de construcción, el daño material no fue grande y pudieron reprimir el fuego porque un obrero dio el aviso a tiempo. El cuerpo de bomberos a cargo tampoco encontró indicios sospechosos sobre las causas del incendio, de ahí que concluyera que había sido accidental, quizá causado por un cigarrillo sin apagar que alguien había arrojado.

Sin embargo, como lo siguieron otros incendios en el mismo barrio de Eungam-dong, empezaron a investigar de nuevo ese primer caso que dieron por accidental. Hasta se planteó una nueva hipótesis: alguien pudo haberlo provocado deliberadamente, aprovechando que por la noche, cuando se interrumpían las obras, casi no pasaba gente ni coches por la zona.

El incendio intencionado que más daños ocasionó fue el tercero.

Fue entonces cuando se incorporaron al equipo de investigación el agente Lee Sang-uk, de la Dirección Nacional de Bomberos, y el sargento Yu Dong-sik, de la Oficina Forense de la Policía Metropolitana de Seúl.

Ese incendio, al otro lado de la calle Baeknyeonsa-gil, cerca de la iglesia que hay detrás de la escuela de primaria de Eungam-dong, dejó pérdidas serias, pues afectó a un edificio de viviendas al propagarse el fuego por culpa de las tormentas de arena que soplan cada año en esas fechas. Así que se quemaron tres apartamentos y fallecieron tres personas que estaban durmiendo, integrantes de la misma familia.

Aunque ocurrió alrededor de las tres de la mañana, al tener lugar en un área residencial, apareció un testigo.

Este declaró haber visto a una persona con una conducta sospechosa en las proximidades del lugar del incendio mientras regresaba a casa tras hacer horas extra en el trabajo. Atestiguó que, después de que esa persona desapareciera por la calle principal, el fuego se extendió. Sin embargo, debido a que estaba oscuro, no pudo ver cómo era ni la ropa que llevaba.

Junto con Yu, buscaron y rebuscaron entre las cenizas en el punto donde, según el testigo, había comenzado el fuego, para dilucidar las causas del incendio. No obstante, la investigación se estancó, pues no coincidían las declaraciones del testigo ni el estado físico del lugar. Los vecinos alegaron que los incendios reiterados podrían tener alguna conexión con el conflicto que existía desde hacía tiempo entre los residentes de la zona y la constructora por un proyecto de reurbanización.

Le sonó el móvil a Sang-uk cuando el coche entraba en la calle Moraenae-gil desde la intersección de Hongje tras atravesar Muakjae.

—¿Dónde estás? —Yu hablaba en tono bajo y serio—. ¿Ya has llegado?

—No. Estoy en camino.

—¿No quedamos en vernos allí?

—Es ya el sexto, ¿no, Sang-uk?

—Sí.

El silencio se prolongó.

—¿Tienes algo que decirme? —le preguntó Sang-uk en voz alta para asegurarse de que aún seguía al teléfono.

—Es que... He tenido una pesadilla...

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