Buda, el príncipe

César Vidal

Fragmento

Introduccion

Introducción

Desde las primeras noticias legendarias llegadas a Occidente durante el Medievo, la figura de Buda ha constituido un punto de referencia espiritual de carácter prácticamente universal. Por desgracia, no puede decirse que eso haya significado, para la mayoría de las personas, un conocimiento, siquiera elemental, del mismo y de su enseñanza. Algunos factores que, supuestamente, podrían indicar el final de esa circunstancia —y que han incluido, por ejemplo, la práctica del zen por parte de religiosos católicos o el intercambio de miembros de monasterios budistas con otros de diferentes confesiones— han contribuido, en realidad, a convertir el panorama general en algo aún más confuso y carente de nitidez. De hecho, la consecuencia directa de ese tipo de episodios ha sido la conclusión de que el budismo sólo es una especie de gimnasia espiritual apta para gente de cualquier creencia —o incluso carentes de ella— y que su vivencia y cosmovisión viene a corresponder, con matices de no excesiva importancia, con las que ellos detentan. Pocas visiones habrá más lejos de la realidad, lo que resulta lamentable porque el budismo es una religión profesada por cerca de quinientos millones de fieles —la cuarta en importancia demográfica; la tercera, si nos referimos a religiones cuyo fundador conocemos— esparcidos por todo el mundo aunque su ámbito histórico de propagación se dibuje desde la India hasta el Sureste asiático y Japón. En no escasa medida, la cultura de naciones tan diversas como Ceilán, Tailandia o el Tíbet resulta imposible de comprender sin referencia al peso histórico que en ellos ha tenido el budismo.

Precisamente porque ésta es una obra de análisis histórico dista mucho del panorama recogido en novelas como Siddharta de Herman Hesse o en poemas como La luz de Asia de Edwin Arnold. Con todo, la percepción ya señalada no carece de cierto valor en la medida en que manifiesta un interés de Occidente por Oriente, dicho sea de paso tan poco justificado y tan cargado de emocionalismo como antes estuvo su actitud de desprecio por el mismo. Sin embargo, tal aproximación lleva en sí misma un profundo factor de distorsión que impide la investigación honesta y fidedigna, precisamente porque ya se parte de un pre-conocimiento de adónde se llegará y se terminará arribando a ese punto concreto justo porque no existe otra intención. Una conducta semejante es indigna de una aproximación científica a lo que podríamos denominar el «fenómeno del Buda histórico».

He expuesto ya en otras obras anteriores1 la patente necesidad de analizar los fenómenos históricos que tienen una repercusión religiosa partiendo única y exclusivamente de una metodología histórica. En otras palabras, el investigador sólo puede desarrollar su tarea de manera cabal arrancando de un análisis crítico de las fuentes históricas que han llegado hasta nosotros. Cuando a esas fuentes antecede o superpone esquemas ideológicos previos o entramados teológicos o filosóficos, el resultado final, por interesante y sugestivo que pueda resultar, no es Historia, sino algo muy diferente y, desde luego, menos fiable desde una perspectiva histórica.

Todo esto se hace palpable cuando abordamos temas cargados de por sí con un contenido ideológico considerable, como suele suceder con la vida de los fundadores de las grandes religiones. Sin embargo, haríamos un flaco favor a la investigación si aceptáramos que ese tipo de circunstancias empañe nuestra labor como historiadores. Ésta consiste en reconstruir el pasado tal y como el mismo parece desprenderse de las fuentes y no legitimar las visiones que de él se tienen a partir de perspectivas no pocas veces interesadas.

Esta obra se limita de manera tajante a abordar el estudio de la figura histórica y la enseñanza original de Siddharta, el personaje conocido después de forma universal como Buda. Con el fin de clarificar la circunstancia concreta del mismo, he excluido, salvo breves menciones, del ámbito de análisis del presente libro el desarrollo y expansión ulteriores del budismo. Asimismo, la obra aparece dividida en tres partes que, a mi juicio, proporcionan un panorama completo de la cuestión y permiten exponerlo de una manera clara. En primer lugar, aborda el contexto concreto en que se desenvuelve la existencia de Buda. Sin una referencia mínima a él no creo que sea posible captar la forma en que su doctrina se expandió, los antecedentes de la misma ni el tipo de aliados que Buda utilizó en su predicación.

A continuación, recoge una reconstrucción biográfica de la vida de Buda. Por eso mismo, se ha sometido a un análisis crítico las noticias que nos proporcionan las fuentes. Ciertamente, está aceptado de manera universal que se hallan envueltas en el ropaje de lo mítico. A pesar de todo, en algunos casos parece que el mito contiene posos de verdad histórica y así se ha indicado pertinentemente. En otros se trata de una adición legendaria sin contacto con la realidad histórica. Para que el lector pueda captar, siquiera mínimamente, la magnitud del elemento legendario —que, por desgracia, no suele aparecer disociado en muchas de las biografías de Buda— está dedicado el último capítulo de la segunda parte a una recensión del mismo.

La tercera parte se ciñe a la enseñanza del Buda histórico. De nuevo, ha sido necesario desprender del edificio —mejor sería decir edificios— del budismo histórico lo que, presumiblemente, fue el núcleo inicial y originario del pensamiento y de la doctrina de Siddharta. Desde nuestro punto de vista, ese núcleo puede ser delimitado con alguna certeza en la medida en que refleja buena parte de la subjetividad del personaje. El conjunto recogido en las tres partes de la presente obra permite, pues, a nuestro juicio, acceder a un cuadro considerablemente bien definido, aunque no exento de limitaciones, sobre la época, la persona y la enseñanza de Buda, tal y como se desenvolvieron en la Historia.

Por último, en un apéndice hacemos una referencia somera a las fuentes relacionadas con la vida de Buda y los datos que sobre él y su enseñanza podemos dar por seguros. A partir de estos presupuestos, lo lejano y mítico podrá quizá convertirse para muchos en comprensible y real y, al mismo tiempo, una de las personalidades que mayor influencia ha ejercido —y ejerce— en la Historia de la Humanidad se habrá transformado en accesible no mediante un limado forzoso de diferencias o una ofuscación de la realidad histórica, sino a través de la reducción de ésta a sus justas dimensiones.

Zaragoza-Miami-Zaragoza-Madrid, 1994-2010

Primera parte El contexto