Diario de una mujer pública

Valérie Tasso

Fragmento

Diario de una mujer pública

1

Introducciones

Septiembre de 2003 (medio año antes de la publicación de mi Diario)

Nunca he vendido mi cuerpo. Lo tengo más que claro. He alquilado mi saber-hacer sexual a cambio de una retribución económica más o menos interesante. Como lo puede hacer un abogado con un cliente.

¿Acaso se ha visto a un cliente llevarse a su abogado debajo del brazo porque, por haberle pagado, piensa que es suyo? No, ¿verdad?

Pues en el mundo del sexo de pago pasa lo mismo. Entonces, ¿por qué tanto revuelo? ¿Tan difícil es entender eso?

He contribuido a hacer felices a muchas personas, hombres y mujeres, y lo he hecho libremente. En el fondo, he prestado un servicio como cualquier empresa, y, por supuesto, un servicio se retribuye. Pero además he disfrutado con esta actividad, cosa de la que pocas personas, en el mercado laboral actual, pueden alardear. El verdadero meollo de la cuestión, creo, es el binomio sexo/ dinero. Si ofreciera mis genitales sin cobrar, ¿se me juzgaría igual? Lo dudo, sinceramente.

Mi «mánager» ha sido un poco autoritario, no lo voy a negar, pero no más que un jefe déspota en su despacho de caoba. Sólo pretendía velar por la prosperidad de su empresa y, por consiguiente, por el dinero de las chicas.

Mis compañeras —algunas envidiosas, otras más asequi bles— se podían comparar a secretarias cotorras que se pasan el día criticando. Un gallinero. Como en cualquier empresa, repito. Pero todo eso son minucias, chiquilladas frente a la gran labor que hemos desempeñado.

Lo único diferente de una empresa «convencional» es que, de vez en cuando, compartimos genitalidad.

Por fin algo de complicidad verdadera en el mundo del trabajo.

Por fin algo de ternura auténtica en este templo mundial de la hipocresía.

Por fin el verdadero amor fraternal con el que contrata tus servicios.

Por fin una transparencia total entre proveedor y cliente. Igualdad absoluta. «Tú me das, yo te doy.»

Por fin un dinero ganado con el sudor de nuestro cuerpo y que algunos empresarios fraudulentos no se llevarán por la patilla. Ni intermediarios comisionistas de diversos ámbitos que darán un tanto por ciento al buitre de turno al que, si no le pagan, amenazará con delatarles. Y así sucesivamente. Un suicidio ácido y corrosivo de nuestra sociedad.

Por fin un «no te preocupes, aquí está permitido tocar, manosear, penetrar y fumar después del servicio, entre otras cosas». Libertad absoluta sin hacer daño a nadie.

Por fin, un buen corte de mangas en plena cara de la represión que siempre se justifica con opiniones y no con argumentos.

Ya lo estoy echando de menos. No sé si he insistido lo suficiente en ello en Diario de una ninfómana. Acabo de terminar mi libro y tengo dudas al respecto.

Echo de menos esa vida que llevaba al margen de la rutina siempre estresante de empleados con trajes grises que van perdiendo ilusiones, rendimiento y sufren crisis de angustia.

Yo, el estrés, lo estoy empezando a notar ahora. En mis tiempos de puta, no. Al contrario, estaba más relajada.

Veía la diferencia entre los demás y yo. Los empleados con trajes grises sólo sonreían cuando las braguetas se bajaban. Yo siempre sonreía.

Echo de menos a la gente interesantísima que he conocido. Es verdad que siempre hay personas que no valen la pena. Pero pasa en cualquier sitio. Sin embargo, en mi profesión, tenía más posibilidades de conocer a gente realmente genial, con buena conversación.

Sé que he hecho algo importante para mucha gente. He repartido mucho amor. ¿Son muchos los que pueden decir lo mismo? En mis adentros, me río.

Menos mal que existen chicas de compañía. Así, la santa esposa se puede definir como tal porque nos tiene a nosotras, las supuestas «chicas perdidas», como referencia. Sin nosotras, no podría definirse. No sería nada. Somos el pilar de la institución del matrimonio. Sin nosotras, el sistema se desmoronaría. La noche no es noche si no existe el día.

El tipo de sociedad en el que vivimos tendría que aplaudir nuestra labor y recibirnos con todos los honores. Quizá un día…

Mi grito a la «Liberté, égalité, fraternité» nunca ha cobrado tanto sentido. Está reflejado por fin en Diario de una ninfómana.

He tenido suerte en la vida, mucha suerte.

Sí, ya. Ya lo sé. Este tipo de discurso jode. Pero el problema es de los demás, no mío.

Queda poco para la publicación de mi libro.

Muy poco.

¿He dicho ya que la dignidad no está en la entrepierna? Pensar lo contrario es estar obsesionado con el sexo. Tenerlo en la cabeza las veinticuatro horas del día.

Que los mojigatos se vayan a la cama, y no precisamente a arrugar las sábanas. Porque sé, y ellos mejor que yo, que no lo harán. Las suelen arrugar siempre en camas ajenas.

2

Ahora ya no tengo miedo

Diciembre de 2002 (quedan 4 meses para la publicación de Diario de una ninfómana)

«… He sido una mujer promiscua, sí. Pretendía utilizar el sexo como medio para encontrar lo que todo el mundo busca: reconocimiento, placer, autoestima y, en definitiva, amor y cariño. ¿Qué hay de patológico en eso?»

Acabo de repasar las galeradas de mi libro y de dar el visto bueno a mi editor. Me siento satisfecha. Pero no dejo de dar vueltas a la decisión de publicarlo.

No, no tengo miedo. No tengo miedo de quién soy. Tampoco me arrepiento de haber escrito este libro. Nunca quise «anestesiarme», como suele hacer la mayoría de las personas, sean cuales sean las consecuencias. No puedo salir de mí misma, ya que siempre he suscrito la máxima de la escuela del poeta beocio Píndaro «Llega a ser quien eres».

Reflexiono sobre el libro. Intento entender. Me doy cuenta de que dejé de jugar con muñecas a los treinta y un años. ¿Para qué creen que se hizo la Barbie? ¿Y su novio Ken? Pues para eso, para que los niños estudien anatomía, su anatomía. Ante aquellos juguetes malditos, los puritanos levantaron los brazos al cielo, las feminazi (término inventado para referirse a la feminista radical, castradora) empezaron a gritar que la Barbie representaba el prototipo de la mujer objeto (¡no te jode! si es una mu

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos