Diarios de entreguerras 1918-1939

Thomas Mann

Fragmento

cap-1

Nota sobre esta edición

Después de la muerte de Thomas Mann el 12 de agosto de 1955, en Zurich, el archivo Thomas Mann de la Escuela Politécnica Federal de esa ciudad recibió cuatro paquetes con documentos personales del escritor. Tres de ellos, sin duda embalados durante su exilio en Estados Unidos, llevaban una anotación de su puño y letra en inglés: «Apuntes diarios de 1933-1951. Sin ningún valor literario, pero no deben abrirse hasta pasados veinte años de mi muerte». En el cuarto, una nota de su hija Erika confirmaba en alemán: «Diario íntimo, sin ningún valor literario. No abrir hasta el 12 de agosto de 1975, en conformidad con lo dispuesto por Thomas Mann».

El día previsto, cuando los paquetes se abrieron ante notario público, la revelación fue mayúscula: más de cinco mil páginas manuscritas en treinta y dos cuadernos, cuatro de los cuales, contra lo esperado, abarcaban los años comprendidos entre 1918 y 1922, una etapa contemporánea a la escritura de textos claves como Reflexiones de un apolítico o La montaña mágica. Dado que Thomas Mann había quemado sus diarios de juventud, en el conjunto se ocultaba también la primera muestra de su escritura íntima. Sin siquiera conocer su interior, el biógrafo de Mann, Peter de Mendelssohn, aventuró ante la prensa que «seguramente no solo contendrán trivialidades, como números de teléfono». Estaba en lo cierto.

Cuando empezó a publicarse en 1977, en la editorial histórica de Thomas Mann, S. Fischer, el diario demostró ser un documento único en la literatura moderna, que acogía la cotidianidad del escritor en todas sus facetas. Mann, que según Erika siempre lo redactaba antes de acostarse, dejaba constancia de sus opiniones políticas, asuntos familiares, deseos ocultos, ideas literarias y dudas personales, sin desatender los encuentros profesionales y otros deberes públicos de una vida a la vez metódica y ajetreada. La editorial hizo honor a esa abundancia y, al correr de los años, fue publicando volumen tras volumen con las profusas anotaciones del propio De Mendelssohn (hasta el quinto) y, tras su muerte, de la periodista y profesora Inge Jens. A fin de imaginar la envergadura del proyecto, cabe señalar que la publicación se completó en 2003 con el décimo volumen y más de ocho mil páginas impresas.

La presente edición es, desde luego, una selección de ese material, y su compilador y traductor, Pedro Gálvez —que la realizó cuando la edición alemana iba por el quinto volumen—, cuidó muy bien de orientarla a los lectores generales de habla hispana, no a los expertos germanistas, que sin duda acudirán al original. Su selección incluye los años de 1918-1921 y, después del hiato en los cuadernos, continúa desde 1933 hasta 1939. De principio a fin, es un periodo de enorme importancia histórica y biográfica: los años de la revolución alemana, el establecimiento de la república de Weimar, el ascenso del nazismo y los crecientes conflictos en Europa. Quizá paradójicamente, son años muy fructíferos para Mann como escritor, cuando produce no solo las obras ya mencionadas, sino además Carlota en Weimar y los primeros tres volúmenes de la tetralogía José y sus hermanos, sin abandonar las giras de conferencias y los viajes. Por añadidura, el nuevo régimen de Alemania lo lleva a exiliarse en Zurich en 1933 y, a partir de 1938, en Estados Unidos, de donde no volverá hasta 1952. Esta selección aspira a mostrar en la medida de lo posible la inmensa variedad de aquella época.

En cuanto al diario en sí, se ha buscado dar una idea representativa del conjunto. No se han recortado las entradas de cada día, pues se consideran unidades significativas. Además, se han incluido varios días seguidos, a fin de capturar lo que el traductor ha llamado «la monotonía característica de todo el diario» y es también una prueba de dedicación. Las omisiones internas, señaladas con tres puntos entre corchetes, son obra del editor alemán y buscan proteger a personas vivas en la época de la publicación original o a sus herederos. Las omisiones de días enteros, sin embargo, no se señalan con ninguna marca editorial, pero pueden deducirse del hecho de que Mann escribía el diario cada noche y, llegado el caso, resumía el día anterior si se lo había saltado.

Se han tomado otras decisiones en aras de la legibilidad, como corregir la ortografía de ciertos nombres propios. A menudo, Mann se equivocaba al escribir los apellidos de figuras públicas e incluso de amigos, pero el valor documental de esos deslices ortográficos pertenece al alemán, no al español. Asimismo, a veces utilizaba iniciales en lugar de nombres completos; dichos nombres se han restituido para no recargar la anotación. Las notas mismas están tomadas en su gran mayoría del aparato crítico de la edición alemana, pero para esta edición se han revisado y actualizado, con especial atención a las biografías de figuras públicas y los títulos publicados de las obras mencionadas. El título Diarios de entreguerras es una ficción editorial, pero pretende reflejar una realidad histórica a la que Thomas Mann nunca fue ajeno.

LOS EDITORES

cap-2

1918

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