Índice
Cubierta
Agradecimientos
Nota de la autora
Mi carrera maratoniana de 1.200 metros
El poder afrodisíaco de la Coca-Cola
Encuentro con Cristián
Me voy de viaje
Hago el indio
Disgustos
Un giro de 180 grados
Trozos de vida
El policía
La discusión
Duermo con mi enemigo
La entrevista
La trampa
Nuestro nido de amor
Encuentro empleo
Platos rotos
El embargo
Una suite para dos
Ha muerto mi padre…
Obsesiones alrededor del tiempo
El contrato
Lo peor está por llegar
Mi regalo de San Valentín
Un final infeliz
La casa
Siempre hay una primera vez
Miss Sarajevo
¡Ojo, que nos vigilan!
Manolo, el camionero
Esponja de mar
Políticamente incorrecto…
El vals del marqués de Sade
En el ojo del objetivo
El plástico es fantástico…
Hoy invito yo…
Estado de sitio
Rotación de personal
Primer encuentro con Giovanni
El hombre de cristal
¿Y cómo es él?
Accidente laboral
Salida del armario
Intercambios
Mi ángel de la guarda
Odisea en Odesa
Cambio de siglo, cambio de piel
El rescate
Y ahora, ¿qué?
Créditos
Acerca de Random House Mondadori
A Giovanni
AGRADECIMIENTOS
A David Trias, mi editor, quien ha confiado en mí desde un primer momento.
A Isabel Pisano, sin quien este libro nunca hubiese existido. La quiero incondicionalmente.
A Jordi, mi amigo. Sé que me está esperando bolígrafo en mano para que le firme el primer ejemplar.
A So, quien ha aceptado mi aislamiento sin rechistar y siempre me ha brindado todo su apoyo.
A Mimi, quien, muchas veces, me ha sacado de mi mundo para transportarme al suyo.
Y finalmente a Giovanni, quien me lo ha dado todo, sin nunca pedirme nada.
Gracias a todos, de todo corazón.
NOTA DE LA AUTORA
Todos los nombres que aparecen en el libro han sido inventados, para proteger la intimidad de los personajes. Cualquier similitud en cuanto a estos nombres con la realidad es pura coincidencia.
Mi carrera maratoniana
de 1.200 metros
Los encuentros se suceden pero nunca se parecen…
Perdí mi virginidad un 17 de julio de 1984, a las 02.46.50 de la madrugada. A los quince años, un momento así no se puede olvidar nunca.
Pasó durante unas vacaciones en la casa de la abuela de mi amiga Emma, en un pueblo de montaña.
Enseguida me encantó aquel lugar, que olía a eternidad, y el grupo de chicos con quien salíamos. Pero sólo uno me había llamado la atención: Edouard.
La casa de la abuela tenía un jardín precioso y estaba situada justo al lado de un pequeño río que daba frescura al ambiente veraniego. Enfrente había un campo con hierba de más de un metro de altura, propia de los lugares donde suele llover mucho. Emma y yo pasábamos tardes enteras escondidas allí, acostadas, charlando con los chicos, y aplastando la hierba con el peso de nuestros cuerpos, hinchados por la pubertad. Por la noche, escalábamos los muros de la casa para volver a juntarnos con los chicos y flirtear.
Nunca le dije nada a Emma de lo sucedido. Una noche, Edouard me llevó a su casa. Me acuerdo que no sentí nada, sólo una inmensa verg