Diario de una ninfómana

Valérie Tasso

Fragmento

Índice

Índice

Cubierta

Agradecimientos

Nota de la autora

Mi carrera maratoniana de 1.200 metros

El poder afrodisíaco de la Coca-Cola

Encuentro con Cristián

Me voy de viaje

Hago el indio

Disgustos

Un giro de 180 grados

Trozos de vida

El policía

La discusión

Duermo con mi enemigo

La entrevista

La trampa

Nuestro nido de amor

Encuentro empleo

Platos rotos

El embargo

Una suite para dos

Ha muerto mi padre…

Obsesiones alrededor del tiempo

El contrato

Lo peor está por llegar

Mi regalo de San Valentín

Un final infeliz

La casa

Siempre hay una primera vez

Miss Sarajevo

¡Ojo, que nos vigilan!

Manolo, el camionero

Esponja de mar

Políticamente incorrecto…

El vals del marqués de Sade

En el ojo del objetivo

El plástico es fantástico…

Hoy invito yo…

Estado de sitio

Rotación de personal

Primer encuentro con Giovanni

El hombre de cristal

¿Y cómo es él?

Accidente laboral

Salida del armario

Intercambios

Mi ángel de la guarda

Odisea en Odesa

Cambio de siglo, cambio de piel

El rescate

Y ahora, ¿qué?

Créditos

Acerca de Random House Mondadori

Portada
cover

A Giovanni

AGRADECIMIENTOS

AGRADECIMIENTOS

A David Trias, mi editor, quien ha confiado en mí desde un primer momento.

A Isabel Pisano, sin quien este libro nunca hubiese existido. La quiero incondicionalmente.

A Jordi, mi amigo. Sé que me está esperando bolígrafo en mano para que le firme el primer ejemplar.

A So, quien ha aceptado mi aislamiento sin rechistar y siempre me ha brindado todo su apoyo.

A Mimi, quien, muchas veces, me ha sacado de mi mundo para transportarme al suyo.

Y finalmente a Giovanni, quien me lo ha dado todo, sin nunca pedirme nada.

Gracias a todos, de todo corazón.

NOTA DE LA AUTORA

NOTA DE LA AUTORA

Todos los nombres que aparecen en el libro han sido inventados, para proteger la intimidad de los personajes. Cualquier similitud en cuanto a estos nombres con la realidad es pura coincidencia.

Mi carrera maratoniana de 1200 metros

 

Mi carrera maratoniana
de 1.200 metros

 

Los encuentros se suceden pero nunca se parecen…

Perdí mi virginidad un 17 de julio de 1984, a las 02.46.50 de la madrugada. A los quince años, un momento así no se puede olvidar nunca.

Pasó durante unas vacaciones en la casa de la abuela de mi amiga Emma, en un pueblo de montaña.

Enseguida me encantó aquel lugar, que olía a eternidad, y el grupo de chicos con quien salíamos. Pero sólo uno me había llamado la atención: Edouard.

La casa de la abuela tenía un jardín precioso y estaba situada justo al lado de un pequeño río que daba frescura al ambiente veraniego. Enfrente había un campo con hierba de más de un metro de altura, propia de los lugares donde suele llover mucho. Emma y yo pasábamos tardes enteras escondidas allí, acostadas, charlando con los chicos, y aplastando la hierba con el peso de nuestros cuerpos, hinchados por la pubertad. Por la noche, escalábamos los muros de la casa para volver a juntarnos con los chicos y flirtear.

Nunca le dije nada a Emma de lo sucedido. Una noche, Edouard me llevó a su casa. Me acuerdo que no sentí nada, sólo una inmensa verg

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