Minorías

Desirée Bela-Lobedde

Fragmento

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Introducción

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que una «minoría» es, en su segunda acepción: «En materia internacional, parte de la población de un Estado que difiere de la mayoría de la misma población por la raza, la lengua o la religión». La Wikipedia va un poco más allá y proporciona la siguiente definición:

En sociología, un grupo minoritario o minoría se refiere a una categoría de personas que experimentan una desventaja relativa en comparación con los miembros de un grupo social dominante. La membresía de un grupo minoritario generalmente se basa en diferencias en las características o prácticas observables, tales como: sexo, etnia, raza, religión, discapacidad, identidad de género u orientación sexual. Utilizando el marco de interseccionalidad, es importante reconocer que un individuo puede ser miembro de múltiples grupos minoritarios (por ejemplo, una minoría racial y religiosa). Del mismo modo, los individuos también pueden ser parte de un grupo minoritario con respecto a algunas características, pero parte de un grupo dominante con respecto a otros.

Audre Lorde, escritora afroamericana, feminista, lesbiana y activista por los derechos civiles, en su ensayo «Edad, raza, clase y sexo: las mujeres redefinen la diferencia»,[1] decía:

En una sociedad donde lo bueno se define en función de los beneficios y no de las necesidades humanas, siempre debe existir algún grupo de personas a quienes, mediante la opresión sistemática, se lleve a sentir como si estuvieran de más y a ocupar el lugar de los seres inferiores deshumanizados. En nuestra sociedad dicho grupo está compuesto por las personas Negras y del Tercer Mundo,[2] por la gente de clase trabajadora, por las ancianas y por las mujeres.

El libro que tienes entre las manos y que te dispones a leer habla de personas que ocupan el lugar de los seres inferiores y deshumanizados que menciona Lorde. Este libro trata, si lo quieres llamar de otra forma, de minorías.

¿Y qué son las minorías para mí?

Concibo las minorías como los colectivos a los que tenemos muy demonizados o estereotipados porque no los conocemos, y a los que con frecuencia condenamos porque hemos decidido no dar el paso de acercarnos a conocerlos. Y por eso, porque los ignoramos, los relegamos a los márgenes y determinamos que no tienen legitimidad para difundir sus discursos. Es más, socialmente hemos aceptado la creencia de que recae en ellos la obligación de hacerse visibles, de darse a conocer. Asimismo, parece que las personas que no formamos parte de esos colectivos en muchas ocasiones nos limitamos a asumir un papel pasivo, de espera, hasta que alguna de las personas de estas minorías nos explique, nos eduque y nos aporte bibliografía, estudios y datos que validen su vivencia. Esperamos su instrucción servida en bandeja.

En este libro no hay estudios, ni informes ni datos. En este libro hay vivencias. Vidas de mujeres y feminidades que son minoría. De entrada, por el simple hecho de ser mujeres, nosotras pertenecemos a una minoría: las mujeres sufrimos discriminación por género, y eso nos lleva a vivir rodeadas de conductas patriarcales y misóginas. Pero ¿qué pasa cuando, además de ser mujer, se es negra, migrante o asiática, se padece una enfermedad crónica o se vive en situación de discapacidad? Pues que se suceden los días enfrentando diferentes fuentes de discriminación que crean circunstancias únicas para cada una de estas mujeres. La suma de las diferentes fuentes de discriminación explica la necesidad de aplicar una herramienta de análisis que se conoce académicamente como «interseccionalidad». Sin embargo, no quiero que te quedes con los términos académicos; quiero que te quedes con las historias individuales.

He escrito este libro con el propósito de explicar lo que hay detrás de las etiquetas que se imponen a las mujeres: mujer asiática, mujer gitana, mujer trabajadora sexual... Leemos las etiquetas y de inmediato nos hacemos una imagen mental construida sobre la base de los atributos —más o menos negativos— que asignamos socialmente a estas personas. Mi intención es mostrarte las realidades de estas mujeres y que veas, por así decirlo, qué hay entre bambalinas.

Mi hija mayor, Àfrica Uri, que en el momento en el que escribo esta introducción tiene trece años, dice con acierto que las minorías somos mayoría, y no puedo estar más de acuerdo con ella. Hay tantas minorías como personas fuera de la norma. Y si la norma que lo regula todo es «ser un hombre blanco heterosexual de clase media», imagínate la de gente que queda fuera. Tal vez sea hora de redefinir los marcos conceptuales, volver las tornas y considerar minoría a quienes han creído siempre que no lo son, o simplemente podemos dejar de hablar de minorías y encontrar nuevas palabras que sirvan para relatar las distintas realidades de las innumerables comunidades y personas diversas que cohabitamos en este planeta.

Precisamente porque hay tantas minorías quiero avisarte de que este libro contiene solo nueve historias, por tanto, muchas otras han quedado fuera. De hecho, hay tantas minorías de las que hablar que, si me lo propusiera, este sería el primer volumen de una obra inevitablemente muy extensa sobre el tema. Así que, por favor, tómate este texto como un sorbito que te aproxima a solo nueve de las múltiples realidades que hay ahí fuera, en todas esas personas que son diferentes de ti.

Escribir esta obra no ha sido fácil por muchos motivos, algunos de ellos personales. Lo que se cuenta en estas páginas no sale solo de mis adentros, sino que es fruto de las conversaciones que he tenido con Yos, Valérie, Iman, Anna, Regina, Eva, Edna, Kathy y Yolanda, Montserrat y Maria Teresa, Gisela, Safia y Silvia, y de lo que ellas han querido compartir conmigo. Al hecho de que se trate de un libro con numerosas protagonistas, hay que añadirle la circunstancia de que se ha alumbrado en medio de una pandemia mundial y un confinamiento. El proceso se ha complicado. Las redes sociales e internet nos dan la posibilidad de comunicarnos con quien queramos, lo cual es una ventaja. Sin embargo, el estado de alarma nos condujo al abuso de Zoom, Skype y otros sistemas de videollamadas, de modo que, para recopilar su historia, al pedir a algunas personas una videollamada más cuando ya estábamos todas saturadas, me daba la sensación de que me estaba extralimitando. Por eso digo que desarrollar este proyecto no ha sido un camino fácil, sino que ha requerido tiempo, energía y esfuerzo por parte de todas.

He escrito Minorías porque me parecía una buena forma de predisponernos a conocer otras realidades. Marie Curie dijo: «Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender». Y eso es lo que busco al compartir estos relatos con el permiso de sus protagonistas: que entendamos. Porque el entendimiento derriba muros, sobre todo los de la desconfianza y el odio.

Esta introducción es una bienvenida y una invitación a que te asomes a la ventanita que estas personas han decidido abrirnos con generosidad para que veamos qué implica ser ellas mismas y queda fuera del alcance del ojo ajeno. Me gustaría que leyeras estas historias de valentía con mirada curiosa y con más ganas de comprender que de juzgar, por más difícil que te resulte en algunos momentos, y por más interpelación que sientas, porque sé que en algunos momentos la

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