Viaje al centro de mi cerebro

Eric Jiménez

Fragmento

Prólogo
Prólogo

La escena sucede en Granada, en una noche de sábado del mes de abril. Un niño sale corriendo del número 26 de la calle Santa Paula. Cree haber sentido las vibraciones de una secuencia lejana de percusión. El resto de su familia, sentados todos en un pequeño salón de la pensión Penibética, no ha percibido nada. Para cuando quieren darse cuenta, el niño ya se ha ido. Agrupados junto a la ventana, lo verán volar hasta desaparecer por la esquina con Marqués de Falces.

El niño atraviesa la calle a toda velocidad. En el giro con Gran Vía comienza a pensar que la lejana vibración percibida unos minutos antes se parece, cada vez más, a un sonido. Sabe que lo tiene ahí, al otro lado de la respiración acelerada por el esfuerzo.

En plena carrera, alcanza la estatua de Isabel la Católica. Y es entonces cuando la intuición se convierte en certeza. La lejana vibración se ha transformado ya en un sonido nítido y claro. Son líneas de tambores. Percusiones agrupadas que marcan el paso de alguna Virgen en el recorrido silencioso de una procesión.

Cree que vienen de los jardines de la Alhambra. Cuando dobla a su izquierda y entra en Reyes Católicos se da cuenta de que están más cerca. Ha distinguido un enorme grupo de gente en la parte derecha de la plaza Nueva, y consigue alcanzarlo en el propio inicio de la cuesta de Gomérez.

Y allí, con la respiración acelerada, mientras trata de recuperarse del esfuerzo inicia la subida colándose entre las piernas de la multitud.

No sabe que se ha metido en la procesión de Nuestra Señora de la Alhambra. Tampoco sabe que la ha alcanzado en uno de sus tramos más bellos. Desde la altura de sus ojos y rodeado por tanta gente, no puede ver la sobrecogedora imagen nocturna de la Virgen enmarcada sobre el imponente fondo de la Puerta de las Granadas.

Llega a las filas de los nazarenos a la altura exacta del número 13 de Gomérez. Completa así el viaje de búsqueda de un sonido que intuyó en forma de vibración en la pensión Penibética, que lo sacó a la carrera de su casa, que dejó boquiabierta a su familia cuando lo vio desparecer por la esquina de la calle Santa Paula con la de Marqués de Falces, que lo hizo volar por la Gran Vía hasta entrar en la plaza de Isabel la Católica y que lo llevó por la calle Reyes Católicos hasta la plaza Nueva. Y de ahí a la cuesta de Gomérez, donde el atronador sonido de los tambores marca el paso de la Virgen y atraviesa por completo todos los ruidos de la ciudad.

Sabe que ha alcanzado una especie de centro. Siente que en ese mismo lugar y en ese mismo instante lo envuelve por completo una acogedora sensación familiar, llena de señales cálidas y confortables. Y decide que ese es su sitio, que ahí quiere quedarse, en el lugar donde nacen las percusiones de los tambores, donde se ordenan repetitivas y constantes y donde se elevan mágicas e hipnóticas en la noche de la Semana Santa granadina.

Sin embargo, la vida ha observado la escena. No ha perdido detalle desde que lo vio salir a la carrera por el número 26 de la calle Santa Paula. Y tiene reservados para él otro tipo de planes. Quiere sacarlo de allí, enviarlo de vuelta a la pensión Penibética y llevar a cabo su plan.

Le ha puesto todo tan difícil de origen que el niño ni siquiera podrá soñar con convertirse en músico.

No le dará ni la más mínima opción de terminar siendo el batería de dos de las bandas musicales más importantes de la cultura española.

Ni en el mejor de los sueños podrá pensar en formar parte del grupo de genios que levante, junto a un mito llamado Enrique Morente, una catedral de belleza que conoceremos con el nombre de Omega.

Serán tantos los obstáculos que no habrá opción alguna de que sea elegido durante más de veinte años ininterrumpidos el mejor batería de España.

A lo largo de su vida irán apareciendo tantas trampas y estarán tan bien diseñadas que en alguna caerá. No habrá ninguna opción de que, unos cuantos años después, vuelva al número 13 de la cuesta de Gomérez, vestido con un precioso traje negro, rodeado de toda su familia y todos sus amigos, para que el alcalde de Granada lo case con el gran amor de su vida: su mejor amiga.

La vida tiene decidido desde los propios orígenes del niño que nunca tenga nada relevante que contar.

Este es el segundo libro de Eric Jiménez. Un viaje al centro de su cerebro. El que le desbarató a la vida todos sus planes.

EDU MADINA

Diccionario de palabras clave que aparecen en este libro de anécdotas
Diccionario de palabras clave que aparecen en este libro de anécdotas

Mánager: Artista, hijo de concejal u otra persona sin talento y con delirio de grandeza que al no tener talento, la única manera de hacerse notar es representando a alguien que sí podría tener talento.

Artista: Persona que no tiene por qué tener talento, pero ha de hacer de mánager, abogado, diseñador, a veces poeta, y ocuparse de un sinfín de cosas.

Regidor de escenario: El que justo cuando lo estás reventando en un festival te corta el sonido porque te has pasado de tiempo.

Fanzine musical: Revistilla que sirve a los chavales como estrategia para pedir acreditaciones e ir a conciertos de manera gratuita con pase VIP.

Chequeo de líneas: Comprobación de que ha llegado el dealer a la sala del concierto.

Prueba: Momento en el que se testa lo que ha pedido el dealer.

Bombero: Batería que abusa del bombo.

Acústico: Espectáculo que el artista denomina «intimista» aunque, en realidad, es una manera de reducir gastos ya que no se lleva a todo el personal porque, en determinadas circunstancias, no es rentable llevar a todo el equipo.

Pro: Que cobra más.

Audiovisual: Montaje con pantalla para desviar la atención del público y terminar de hacer un bonito espectáculo, quitando protagonismo a las canciones y así justificar el caché de la banda. Una imagen vale más que cien canciones, aunque a veces molan tanto los audiovisuales que el grupo sobra.

Quintar una guitarra: L

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