Un hogar en el mundo

Amartya Sen

Fragmento

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PREFACIO

Uno de los recuerdos más tempranos de mi infancia es el fuerte ulular de un barco que me despierta. Tenía casi tres años. El sonido hacía que me incorporara con cierta ansiedad, pero mis padres me aseguraban que todo estaba bien y que navegábamos de Calcuta a Rangún por la bahía de Bengala. Mi padre, profesor de química en la Universidad de Daca, en lo que ahora es Bangladés, estaba a punto de empezar a enseñar durante tres años en Mandalay como profesor visitante. Cuando el ulular me despertó, el barco acababa de completar el viaje de cien millas desde Calcuta hasta el mar por el Ganges (en aquellos días Calcuta todavía servía de puerto para barcos bastante grandes). Mi padre me explicó que ahora íbamos a estar en altamar hasta que llegáramos a Rangún en un par de días. Yo no sabía, por supuesto, cómo era un viaje por mar, ni nada sobre las diferentes formas en que la gente viajaba de un lugar a otro. Pero sí percibí una sensación de aventura, y el sentimiento emocionante de que algo importante que nunca antes había ocurrido me sucedía a mí. Las profundas aguas azules de la bahía de Bengala parecían haber salido de la lámpara de Aladino.

Casi todos mis primeros recuerdos proceden de Birmania, donde vivimos algo más de tres años. Parte de lo que recuerdo es muy real, como el hermoso palacio de Mandalay, con un foso encantador alrededor, los paisajes sorprendentes desde las orillas del río Irrawaddy y la vista de las esbeltas pagodas dondequiera que íbamos. Sin embargo, mis recuerdos de la elegancia de Mandalay tal vez no concuerdan con los relatos que otros hacen de una ciudad muy polvorienta, y la belleza extraordinaria de nuestra típica casa birmana supongo que es exagerada por el amor que le tenía. El caso es que no pude haber sido más feliz.

Viajé desde mi más tierna infancia. Después de mi niñez en Birmania regresé a Daca, pero luego volvimos a trasladarnos muy pronto para vivir y estudiar en Santiniketan, donde Rabindranath Tagore, el poeta visionario, había fundado su escuela experimental. Fue una gran inspiración para mi familia y para mí. El título de estas memorias está inspirado en su libro La casa y el mundo, y refleja su influencia.

Después de diez años maravillosos en la escuela de Tagore en Santiniketan, partí hacia Calcuta para continuar mi formación en la universidad. Allí tuve maestros excelentes y compañeros de clase geniales, y el trabajo universitario se complementaba bien en un café cercano en el cual se producían a menudo discusiones y debates de extraordinario interés. De allí salí rumbo a Cambridge, Inglaterra, en un viaje que comenzó con otra travesía fascinante en barco, esta vez de Bombay a Londres. Tanto Cambridge como mi college, Trinity, me envolvieron en su espléndida y antigua historia.

Después, pasé un año enseñando en el MIT en Cambridge, Massachusetts, y en Stanford, California. Hice algunos intentos de echar raíces en varios lugares antes de regresar a la India (vía Lahore y Karachi en Pakistán) para enseñar en la Universidad de Delhi, donde ofrecía cursos de economía, filosofía, teoría de los juegos, lógica matemática y —una materia relativamente nueva— la teoría de la elección social. El recuento de las primeras tres décadas de mi vida termina con los felices días como joven y dedicado profesor, con la expectativa de una nueva —y más madura— etapa de mi vida.

Mientras estuve en Delhi tuve tiempo de pensar un poco en mis primeros años, colmados de un amplio abanico de experiencias. Llegué a la conclusión de que había dos maneras muy distintas de pensar en las civilizaciones del mundo. Un planteamiento adopta la perspectiva fragmentaria y ve una variedad de características como manifestaciones de civilizaciones bastante diferentes. Este enfoque, con el añadido de hostilidad entre los fragmentos, se ha puesto de moda en los últimos tiempos, y amenaza con provocar un constante choque de civilizaciones.

El otro planteamiento es inclusivo, y se concentra en buscar diferentes manifestaciones de, en última instancia, una civilización —que tal vez deberíamos denominar una civilización mundial— que produce diferentes frutos a lo largo de una existencia interrelacionada en sus raíces y ramas. Este libro no es, por supuesto, una investigación sobre la naturaleza de la civilización, pero, como verá el lector, tiene afinidad con una comprensión inclusiva más que fragmentaria de lo que el mundo ofrece.

Desde las cruzadas en la Edad Media hasta las invasiones nazis en el siglo pasado, desde los enfrenamientos comunales hasta las batallas entre políticas religiosas, se han producido luchas entre convicciones diferentes, y sin embargo también han existido esfuerzos por trabajar unidos en contra de los conflictos. Si nos fijamos, podemos ver cómo el entendimiento puede transmitirse de un grupo a otro y de un país a los demás. A medida que avanzamos, no podemos ignorar las señales de historias más amplias y más inclusivas. No debemos subestimar nuestra capacidad de aprender unos de otros.

Estar en compañía de seres humanos con capacidad de reflexionar puede ser una experiencia en extremo constructiva. A finales del siglo X y comienzos del XI, el matemático iraní Al-Biruni, que pasó muchos años en la India, comentó en su libro Tarikh al-Hind que aprender de los demás contribuye tanto al conocimiento como a la paz. En él, hace un recuento magnífico de las matemáticas, la astronomía, la sociología, la filosofía y la medicina en la India hace miles de años, y también muestra cómo el conocimiento humano se expande a través de la amistad. El afecto de Al-Biruni por los indios contribuyó a su interés y pericia en las matemáticas y la ciencia de la India. Esta admiración, sin embargo, no impidió que se burlara un poco de ellos. La matemática de la India es muy buena, decía Al-Biruni, pero el don más inusual que tienen los intelectuales indios es algo diferente: es su habilidad de hablar con elocuencia sobre temas que no conocen en absoluto.

¿Me sentiría orgulloso de ese don si lo tuviera? No lo sé, pero tal vez debería empezar por hablar de los temas que sí conozco. Estas memorias son un pequeño intento de hacer eso o, al menos, de hablar de las experiencias que he tenido, ya sea que las conozca o no en realidad.

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PRIMERA PARTE


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DACA Y MANDALAY

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«¿Dónde considera que está su hogar?», me preguntó un entrevistador de la BBC en Londres mientras nos preparábamos para grabar. Estaba hojeando una especie de biografía mía. «Se acaba de mudar de un Cambridge a otro, y de Harvard a Trinity; ha vivido durante décadas en Inglaterra, pero aún es ciudadano indio, y su pasaporte, supongo, está repleto de visados. Así que ¿cu

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