Doce años de esclavitud (Los mejores clásicos)

Solomon Northup

Fragmento

Introduccion

INTRODUCCIÓN

Los motivos que hayan llevado al lector a escoger este libro serán variados, pero muy probablemente entre ellos se contará el recuerdo de la excelente película de Steve McQueen 12 años de esclavitud (2013), aclamada tanto por su dirección como por la actuación de los protagonistas Chiwetel Ejiofor y Lupita Nyong’o, y cuya estética fílmica y renovada presentación de la violencia esclavista imprimieron imágenes duraderas, aunque no menos polémicas, en los espectadores. Además, para el público español quizá exista un interés genuino por conocer la lejana historia de la esclavitud, en un ignoto lugar del llamado «Deep South», o el Sur profundo de Estados Unidos, en tiempos ya remotos, dos siglos atrás; el epítome de la explotación y la semilla de la consiguiente discriminación e injusticia racial en ese país.

Por distante que pueda parecer, este pasado no nos es para nada ajeno. El relato de Solomon Northup es también parte consustancial de la historia española, y de la de algunos países latinoamericanos. En España no son nada extrañas hoy estas motivaciones exotizantes, por el hecho de que la historiografía española ha maquillado y silenciado su historia imperial y esclavista tanto como ha podido hasta tiempos bien recientes. Pocos son los historiadores que, como Josep Maria Fradera, han trazado las relaciones entre los territorios metropolitanos y coloniales españoles. En cualquier caso, esos escasos estudios no han penetrado todavía en la educación primaria y secundaria, que ha relegado nada menos que cuatrocientos años de historia española a capítulos complementarios de la historia peninsular. Pero la conveniencia de la distancia transoceánica no exime de la brutalidad de nuestra historia, al igual que la brutalidad del sistema esclavista tampoco impidió el enriquecimiento peninsular. No en vano el cementerio de Nueva Orleans está poblado de tumbas con apellidos españoles y catalanes; no en vano España se embarcó en una larga y sangrienta guerra para impedir la independencia de Cuba, la colonia esclavista azucarera más importante del mundo; no en vano Cataluña se convirtió en uno de los principales productores mundiales textiles de algodón durante las décadas centrales del siglo XIX, ese mismo algodón que Northup y otros miles de esclavos recogían a golpe de látigo en las plantaciones de Luisiana. Esta no es ni una observación con intención moralista ni un gesto redentor, sino más bien un aviso a la necesidad de una, aunque tardía, aún pendiente concienciación histórica, que debería condicionar nuestra lectura de la narración de Northup y de las narraciones de esclavos. El periplo de Solomon Northup es, en definitiva y lamentablemente, parte de nuestra historia.

UN RELATO DE ESCLAVITUD

En Doce años de esclavitud (1853) Solomon Northup relata su experiencia como esclavo durante doce años en la región de Bayou Boeuf, en el corazón del estado de Luisiana, Estados Unidos. Solomon Northup era un hombre afroamericano libre, ciudadano del estado de Nueva York, que fue secuestrado en la localidad en la que vivía, Saratoga Springs, en 1841, cuando dos hombres le engañaron ofreciéndole un trabajo como violinista en Nueva York y en la ciudad de Washington. Tras ser intoxicado, lo despojaron de sus ropas y pertenencias y lo trasladaron a un corral de esclavos, William’s Slave Pen, muy apropiadamente situado cerca del capitolio. De ahí, el negrero James H. Burch lo embarcó junto con otros esclavos hacia Nueva Orleans, vía Richmond. En Nueva Orleans fue vendido al propietario de una plantación que era además un parroquiano, William Ford, quien en menos de un año lo vendió a su vez a John M. Tibeats, quien por último lo traspasó al que sería su amo durante diez años, el cruel propietario Edwin Epps. Bajo el nombre falso de Platt, que encubría su verdadero nombre y condición, Solomon sobrevivió a la inhumana explotación laboral y personal propia de la esclavitud y experimentó todos los aspectos de la sociedad, la economía y la psicología esclavista. Tras algunos intentos fallidos, Solomon logró escapar haciendo llegar una carta a manos de un abogado y amigo personal, Henry B. Northup. De acuerdo con una ley del estado de Nueva York que dictaba la obligación y responsabilidad por parte de ese gobierno de procurar por todos los medios el rescate de ciudadanos de Nueva York que hubieran sido secuestrados y esclavizados, Henry B. Northup se encarga de localizarlo y devolverlo a casa. Solomon estuvo esclavizado durante doce años y, a diferencia de muchos otros, recuperó su condición de libertad y se reunió de nuevo con su familia.

Perteneciente a un género muy popular durante la primera mitad del siglo XIX en Estados Unidos, narraciones como la de Solomon Northup pretendieron retratar y denunciar la esclavitud, y contribuyeron en gran medida a su abolición al fin de la Guerra Civil estadounidense (1861-1865). Doce años de esclavitud se publicó en 1853 y vendió nada menos que veintisiete mil copias en dos años. Defendida como sistema económico en muchos estados del sur de Estados Unidos y abolida en algunos otros del norte, la esclavitud floreció en la primera mitad del siglo XIX, a pesar de que se había abolido el tráfico de esclavos en 1808 y de que Gran Bretaña la suprimió en 1833. El sistema esclavista creció a partir de una expansión desde las colonias de Virginia y los estados de las Carolinas y Luisiana hacia el interior y hacia el oeste, los estados del Deep South, en dirección hacia el actual territorio de Texas y hacia los estados de Alabama y Mississippi. Durante el paso acelerado de una sociedad con esclavos a una sociedad esclavista entre 1810 y 1860, se produjo la introducción masiva de dos cultivos que transformarían la economía y convertirían la esclavitud en el sistema que hizo posible ese enorme crecimiento: la caña de azúcar y el algodón, este último a la par con el gran desarrollo de la industria textil a nivel mundial. Tras la expulsión de las poblaciones indias nativas refrendada por el llamado «Indian Removal» en la década de 1830, la esclavitud se expandió hacia nuevas tierras enormemente fértiles cuya explotación permitió la revolución de esos cultivos, que requerían mucha mano de obra y un trabajo intensivo. Las pequeñas plantaciones crecieron hasta generar una clase de grandes propietarios que endureció las condiciones laborales y vitales de los esclavos, consiguió reducir la población afroamericana libre y generó una violencia sistémica hasta entonces desconocida. Como comprueba el mismo Northup, escapar de las plantaciones de los estados del Deep South, o del también llamado «black belt» (cinturón negro) por la elevada proporción de población esclava, era casi imposible, puesto que la nueva clase económica de propietarios se encargó de blindar la explotación de personas en un engranaje muy eficaz que empezaba con castigos brutales en la propia plantación y terminaba con la actuaciones de los gobiernos, la implantación de leyes y la coerción organizada de los estados esclavistas. El relato de Northup da cuenta precisamente de esta postura sistémica en su intento de racionalizar la injusticia social en la que han crecido algunos amos «ignorantes» y que sus antepasados inmediatos han creado, y en la descripción de unos equilibrios entre explotación y preservación de la «propiedad» de los seres humanos que son propios de una visión de la esclavitud como sistema

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