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Robert Southey
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Robert Southey (1774-1843) fue el menos conocido de los «poetas lakistas», en parte por poseer menos talento que Wordsworth y Coleridge, en parte porque dedicó muchas de sus energías a la prosa, y quizá también,...
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Robert Southey (1774-1843) fue el menos conocido de los «poetas lakistas», en parte por poseer menos talento que Wordsworth y Coleridge, en parte porque dedicó muchas de sus energías a la prosa, y quizá también, finalmente, porque Lord Byron lo condenó ante la posteridad al atacarlo más de una vez en su Don Juan y burlarse abiertamente de él en su obra satírica La visión del juicio. Y lo que nadie recuerda es que había sido Southey quien había atacado antes a Byron en el prefacio a uno de sus largos poemas.

Quizá el único libro de Southey que en verdad pervive es su breve pero excelente Vida de Nelson (1813). Visitó Portugal y España, y su relación con nuestro país quedó plasmada en su obra: no solo tradujo al inglés el Amadís de Gaula, el Palmerín de Inglaterra y el Cantar de Mio Cid, sino que se molestó en escribir, en tres volúmenes, una no desdeñable Historia de la Guerra Peninsular (1823-1832) y la excelente narración La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre (1821).

Tuvo el cargo de Poeta Laureado, que le vino bien económicamente pero que sufrió como una losa y le ganó el desprecio de los poetas más jóvenes. Dicho sea en su descargo, se negó a cumplir con uno de los cometidos del cargo, escribir odas de cumpleaños. Fue concuñado de Coleridge y tuvo trato con Walter Scott, De Quincey y Wordsworth. Este último dijo de él hacia el final de su vida: «Es doloroso ver cuán completamente muerto está Southey para cuanto no sean los libros». Como le reconoció hasta su enemigo Byron, fue un hombre decididamente apuesto. Tal vez por eso contrajo matrimonio en segundas nupcias, a los sesenta y cinco años. Al parecer, regresó de su prolongado viaje de bodas en un estado de profundo agotamiento mental, del que ya no se recuperó hasta su muerte. Según sus contemporáneos, el último año de su vida lo pasó «en un mero trance».

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La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre



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Una aventura sanguinaria en el Nuevo Mundo, llena de traiciones y luchas de poder.

Traducción de Soledad Martínez de Pinillos

Prólogo de Pere Gimferrer, poeta y Premio Nacional de las Letras Españolas

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Una aventura sanguinaria en el Nuevo Mundo, llena de traiciones y luchas de poder.

Traducción de Soledad Martínez de Pinillos

Prólogo de Pere Gimferrer, poeta y Premio Nacional de las Letras Españolas


«Pocas figuras del largo arribo hispano a América han generado tanta literatura como Lope de Aguirre, y quizá en ningún caso esta literatura ha revestido tintes tan sombríos.», dice Pere Gimferrer en el prólogo de esta obra. Integrante de la legendaria expedición a El Dorado liderada por Pedro de Ursúa, Aguirre concentra las virtudes y las indignidades del grupo de rudos vetera...

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«Pocas figuras del largo arribo hispano a América han generado tanta literatura como Lope de Aguirre, y quizá en ningún caso esta literatura ha revestido tintes tan sombríos.», dice Pere Gimferrer en el prólogo de esta obra. Integrante de la legendaria expedición a El Dorado liderada por Pedro de Ursúa, Aguirre concentra las virtudes y las indignidades del grupo de rudos veteranos que se adentraron en la selva peruana en pos de una quimera inalcanzable. El mal gobierno de Ursúa y un entorno hostil propiciaron la rebelión. Su muerte a manos de la tropa inaugura una violenta lucha de poder liderada por el sanguinario Aguirre, quien acabó con la vida de setenta soldados en noventa días.

Con tintes de tragedia shakesperiana, Robert Southey nos asoma al lado más oscuro del corazón humano. La traducción de Soledad Martínez de Pinillos y el prólogo de Pere Gimferrer nos acercan a esta obra maestra del gran hispanista inglés.

«La peripecia de unos hombres bravos, sin escrúpulos, que nos asoman al fondo oscuro del corazón humano».

Miguel Dalmau, Qué Leer

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Colección
PENGUIN CLASICOS
Páginas
176
Target de edad
Adultos
Tipo de encuadernación
eBook
Idioma
ES
Fecha de publicación
22-06-2017
Autor
Robert Southey
Editorial
PENGUIN CLÁSICOS
Dimensiones
125mm x 190mm
Colección
PENGUIN CLASICOS
Páginas
176
Target de edad
Adultos
Tipo de encuadernación
eBook
Idioma
ES
Fecha de publicación
2017-06-22
Autor
Robert Southey
Editorial
PENGUIN CLÁSICOS
Dimensiones
125mm x 190mm
9788491053392

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Robert Southey (1774-1843) fue el menos conocido de los «poetas lakistas», en parte por poseer menos talento que Wordsworth y Coleridge, en parte porque dedicó muchas de sus energías a la prosa, y quizá también, finalmente, porque Lord Byron lo condenó ante la posteridad al atacarlo más de una vez en su Don Juan y burlarse abiertamente de él en su obra satírica La visión del juicio. Y lo que nadie recuerda es que había sido Southey quien había atacado antes a Byron en el prefacio a uno de sus largos poemas.

Quizá el único libro de Southey que en verdad pervive es su breve pero excelente Vida de Nelson (1813). Visitó Portugal y España, y su relación con nuestro país quedó plasmada en su obra: no solo tradujo al inglés el Amadís de Gaula, el Palmerín de Inglaterra y el Cantar de Mio Cid, sino que se molestó en escribir, en tres volúmenes, una no desdeñable Historia de la Guerra Peninsular (1823-1832) y la excelente narración La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre (1821).

Tuvo el cargo de Poeta Laureado, que le vino bien económicamente pero que sufrió como una losa y le ganó el desprecio de los poetas más jóvenes. Dicho sea en su descargo, se negó a cumplir con uno de los cometidos del cargo, escribir odas de cumpleaños. Fue concuñado de Coleridge y tuvo trato con Walter Scott, De Quincey y Wordsworth. Este último dijo de él hacia el final de su vida: «Es doloroso ver cuán completamente muerto está Southey para cuanto no sean los libros». Como le reconoció hasta su enemigo Byron, fue un hombre decididamente apuesto. Tal vez por eso contrajo matrimonio en segundas nupcias, a los sesenta y cinco años. Al parecer, regresó de su prolongado viaje de bodas en un estado de profundo agotamiento mental, del que ya no se recuperó hasta su muerte. Según sus contemporáneos, el último año de su vida lo pasó «en un mero trance».

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