Tagore y la India

Amartya Sen

Fragmento

cap

 

Rabindranath Tagore, que murió en 1941 a la edad de ochenta años, es una figura descollante en la literatura milenaria de Bengala. Cualquiera que llegue a familiarizarse con esta larga y floreciente tradición quedará impresionado por la poderosa presencia de Tagore en Bangladesh y en la India. Su poesía, al igual que sus novelas, cuentos y ensayos, se leen en todas partes, y las canciones que compuso se escuchan en el oriente de la India y en todo Bangladesh.

Por el contrario, el revuelo que los escritos de Tagore causaron a principios del siglo XX se ha desvanecido en el resto del mundo, especialmente en Europa y el continente americano. Era cosa de ver el entusiasmo con que se recibió su obra. Gitanjali, antología poética que le mereció el Premio Nobel de Literatura en 1913, apareció en Londres en marzo de ese año traducida al inglés, y se reeditó diez veces antes de que se anunciara el premio ese mismo noviembre. Sin embargo, en Occidente no es muy leído, y ya en 1937 Graham Greene podía decir: «En cuanto a Rabindranath Tagore, no creo que nadie, salvo Yeats, pueda tomar muy en serio sus poemas».

El contraste entre la presencia rectora de Tagore en la literatura y la civilización bengalíes y su casi total eclipse en el resto del mundo es tal vez menos interesante que la diferencia entre considerar a Tagore como un pensador contemporáneo importante y polifacético en Bangladesh y la India, por un lado, y verlo en Occidente como un espiritualista monótono y lejano, por el otro. El propio Graham Greene explicaba que Tagore le evocaba «lo que Chesterton llama “los brillantes ojos de acerina de los teósofos”». En efecto, cierto aire de misticismo contribuyó a que Yeats, Pound y los primeros admiradores de Tagore lo promovieran en Occidente. Incluso Anna Ajmátova, una de las pocas admiradoras que tendría después (tradujo sus poemas al ruso a mediados de los años sesenta), habla de «ese poderoso torrente de poesía que saca su fuerza del hinduismo y del Ganges y se llama Rabindranath Tagore».

Rabindranath provenía de una familia hindú, de un linaje que había poseído tierras sobre todo en lo que hoy es Bangladesh. Pero a pesar de lo acertada que pudo haber sido la alusión de Ajmátova al hinduismo y al Ganges, ello no fue obstáculo para que los habitantes de Bangladesh, musulmanes en su mayoría, se identificaran profundamente con Tagore y sus ideas. Y tampoco fue obstáculo para que Bangladesh, recién independizada, escogiera una de las canciones de Tagore («Amar Sonar Bangla», que significa «Mi dorada Bengala») como himno nacional. Esto puede resultar muy desconcertante para quienes ven el mundo contemporáneo como una «colisión de civilizaciones» donde «las culturas musulmanas», «la civilización hindú» y «la civilización occidental» chocan entre sí.

También se desconcertarían con la descripción que Rabindranath Tagore hace de su familia bengalí como el producto de «la confluencia de tres culturas: la hindú, la mahometana y la británica».[1] El abuelo de Rabindranath, Dwarkanath, tenía fama por su dominio del árabe y el persa, y Rabindranath creció en un medio familiar en que el profundo conocimiento del sánscrito y los viejos textos hindúes se combinaba con la comprensión de las tradiciones islámicas y la literatura persa. No es que Rabindranath tratara de producir la «síntesis» de las diferentes religiones (como con tanto ahínco lo intentó el gran emperador mongol Akbar), ni que tuviera interés en hacerlo, sino que su perspectiva lo llevaba a impugnar con decisión el sectarismo; y sus escritos —alrededor de doscientos libros— muestran el influjo de diferentes componentes del legado cultural indio así como del resto del mundo.[2] La mayor parte de su obra la escribió en Santiniketan («morada de la paz»), pequeña comunidad que creció en torno a la escuela que él mismo fundó en Bengala en 1901. Allí no solo concibió un sistema de educación imaginativo e innovador (al que volveré más adelante), sino que, a través de sus escritos y su ascendiente sobre estudiantes y maestros, pudo utilizar la escuela como un cuartel desde el cual participar de manera importante en los movimientos sociales, políticos y culturales de la India.

El escritor profundamente original cuya elegante prosa y mágica poesía conocen muy bien los lectores bengalíes no es el espiritual gurú admirado —y luego olvidado— en Londres. Tagore no solo fue un poeta de ingenio plural, sino también un gran cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista y compositor de canciones, así como pintor talentoso cuya obra, caprichosa mezcla figurativa y abstracta, apenas hoy comienza a recibir el reconocimiento que merece. A mayor abundamiento, sus ensayos se ocupan de literatura, política, cultura, fenómenos sociales, creencias religiosas, análisis filosóficos, relaciones internacionales y mucho más. La coincidencia del cincuentenario de la independencia india con la publicación de la correspondencia escogida de Tagore, bajo el sello de Cambridge University Press,[3] se presta para examinar la naturaleza de sus ideas y reflexiones, así como el tipo de liderazgo que ejerció en el subcontinente durante la primera mitad de este siglo.

GANDHI Y TAGORE

Dado que Rabindranath Tagore y Mahatma Gandhi fueron dos de los principales pensadores indios de este siglo, muchos estudiosos han intentado comparar sus ideas. Al enterarse de la muerte de Rabindranath, Jawaharlal Nehru, quien entonces se encontraba encarcelado en una prisión británica de la India, escribió en su diario el 7 de agosto de 1941:

Gandhi y Tagore. Individuos por completo diferentes entre sí, pero típicos de la India, los dos inscritos en la larga fila de grandes hombres de su patria. […] No es tanto debido a alguna virtud aislada sino al tout ensemble, por lo que creo que, entre los grandes hombres del mundo contemporáneo, Gandhi y Tagore fueron supremos como seres humanos. Qué buena suerte que haya podido estar en estrecho contacto con ambos.

A Romain Rolland le fascinaba el contraste entre ellos, y cuando terminó su libro sobre Gandhi, le escribió a un profesor indio en marzo de 1923: «Terminé mi Gandhi, en el que pago tributo a esas dos grandes mentalidades como ríos que desbordan el espíritu divino, Tagore y Gandhi». Al mes siguiente consignó en su diario algunas de las diferencias entre Gandhi y Tagore escritas por el reverendo C. F. Andrews, clérigo y activista público inglés que trabó estrecha amistad con ambos hombres (y cuya importante participación en la vida de Gandhi en Sudáfrica y en la India refleja m

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