Hasta que se me acaben las palabras

Pepe Domingo Castaño

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

Conocí a Pepe Domingo Castaño en los comienzos de los años setenta. Los dos empezábamos nuestra aventura, él en la radio y yo en la música. Creo recordar que hacía un estupendo programa musical, Discoparada, en Radio Centro, emisora que estaba en el edificio del diario Pueblo, por aquellos tiempos el periódico más vendido de España. Ya empezaba a sonar su nombre en el mundillo de la música. Luego, lo fichó la SER y se hizo cargo de El gran musical en la mañana de los domingos, un programa en el que había que cantar en directo y al que fui invitado varias veces.

Recuerdo a una persona inteligente, muy rápida y siempre alerta a los acontecimientos de nuestra vida cotidiana. Ahora, en estas circunstancias tan cambiantes de los últimos años, parece como si se hubiera hecho amigo del tiempo. Yo llamo «amigos del tiempo» a aquellas gentes que intentan que la vida no pase tan rápido.

A Pepe Domingo no le he conocido edad; es generoso, gran contador de historias y gran amigo de sus amigos. Yo tengo una pequeña gran historia que me pasó en los comienzos de los años setenta cuando escribí Un canto a Galicia. Estuvo conmigo en el estudio donde estaba grabando la canción y me echó una mano en algunos detalles de la letra que no tenía muy claros, porque había muchas palabras en gallego, idioma paterno que yo no dominaba del todo.

Al poco tiempo, me llama y me dice: «Julio, en gallego la palabra “lejos” no es “leixos”, en gallego es “lonxe”»; me quedé muy preocupado y traté de cantar en los conciertos siempre con «lonxe», pero la gente cantaba «leixos» y me volvía loco. Así que acabé cantando «leixos», tal como estaba en el disco, aunque sabía perfectamente que lo estaba haciendo mal, tal como me había advertido mi amigo Pepe Domingo.

Hoy han pasado ya muchos años, pero parece como si la vida siguiera igual. Este libro es mucho la vida, las aventuras, las anécdotas de un personaje con una voz y un estilo inconfundible. Pepe Domingo Castaño es una institución que se ha mantenido viva y llena de emociones ayer, hoy y siempre. Él continúa trabajando a tope, ahora convirtiendo en número uno de audiencia en España el programa deportivo Tiempo de juego en la Cadena COPE. Y, según él mismo me ha comentado, tiene cuerda para rato. Todos nos preguntamos hasta cuándo. Como dice el título del libro: «Hasta que se me acaben las palabras».

Son los recuerdos de un gallego que se enamoró perdidamente de la radio, un libro que justamente nos enseña a todos que el ejercicio de la voluntad y el talento se quedan para siempre.

Querido Pepe, que este libro te llene de satisfacciones y que haga que todos los que van a leerlo te conozcan mucho más para que nunca se pare el tiempo y tu voz y tus palabras llenas de emociones se queden para siempre.

Con toda mi admiración, tu amigo

JULIO IGLESIAS

Primera Parte. Gotas De Lluvia Y Morriña

PRIMERA PARTE

GOTAS DE LLUVIA

Y MORRIÑA

1. Lluvia

1

Lluvia

A pesar de los años que han pasado por mi vida, a veces enturbiándola, haciéndole guiños de complicidad otras veces, y siempre jugando al escondite con ella; a pesar de todo, la lluvia sigue martilleando mis recuerdos cada vez que echo a andar por la nostalgia. Una lluvia que me llena los ojos, que me resbala por los labios, que me encharca el pelo, que me desmorona el alma.

La lluvia, cuando quiere, es capaz de cambiar los sentimientos, de encaramarse a lo alto del horizonte para demostrar que está ahí, aguardando lo que venga, dándole motivos mojados al futuro. La llevo en el alma desde que nací, cosida a mis andares vacilantes de mocoso por las calles de un pueblo pequeño donde aún se escuchaban las campanas y los grillos. Ella ha sido la que ha puesto mojones a mis largas caminatas inconscientes por los sueños. Cada vez que mi imaginación inventaba una galaxia nueva, donde no existía el dolor ni las nubes, ahí estaba ella apagando los colores, emborronando el cuaderno de la libertad de un soñador.

Más tarde, apagadas ya las primeras llamas del sentir infantil, iniciadas con fuerza por dentro de toda mi alma entera las electrizantes punzadas de la pubertad, tuve que llevarla conmigo a todas partes. En los recuerdos. En las vivencias. En los amores. En los sueños. Llena de ella —y mojada—, mi alma toda. He llegado a pensar que sin la lluvia nada de lo que ha pasado en mi historia habría podido ser realidad. Todo habría sido distinto. No tendría ahora esa imperiosa necesidad de sol, esa tremenda sed de azul, esa ansia descontrolada de claridad.

Cuando se me va cayendo la existencia en estas páginas que quieren contar algo de lo que viví, tengo que hacer verdaderos malabarismos para no dejarme influenciar por su martilleo constante y monótono sobre las calles, a través de los árboles de los viejos montes, sembrando de gris todo lo que siento, todo lo que sueño, todo lo que veo. Y mira que he leído historias. Novelas que han dejado su huella y por las que aún ando con deseo de cuando en cuando. Y si he de ser sincero, en ninguna de ellas está la lluvia tan presente como en mi esquizofrénica capacidad para tenerla cerca. Hable lo que hable. Diga lo que diga.

Tiene que haber algo de extraño en mí cuando se me abren los ojos con una sensación vital que me llena de esperanza al quedarme quieto, hipnotizado, ante un cuadro de Sorolla. Debe de ser por la

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos