Philip Roth. La biografía

Blake Bailey

Fragmento

Prólogo

Prólogo

El 23 de octubre de 2005 se celebró en Newark el día de Philip Roth. Dos autobuses llenos de admiradores emprendieron el Tour Philip Roth, deteniéndose en algunos lugares evocadores —Washington Park, la biblioteca pública, o el instituto de Weequahic— en los que los pasajeros fueron leyendo por turnos pasajes pertinentes tomados de las obras de Roth. Finalmente, el grupo bajó de los autobuses ante la casa en la que el autor pasara su niñez, en el 81 de Summit Avenue, y se puso a vitorearlo entusiasmado cuando el propio Roth llegó en un automóvil. «¡Y ahora suba usted aquí y deme un beso!», dijo la señora Roberta Harrington, la actual propietaria de la casa, a quien Roth tuvo a su lado durante el resto del día.[1] El alcalde, Sharpe James, al que Roth adoraba («un alcalde de gran ciudad con toda la fanfarria y las artimañas propias del cargo»), pronunció unas cuantas palabras antes de que Roth descorriera la cortinilla negra que cubría la placa conmemorativa colocada en su antigua casa. «Esta fue la primera casa de la infancia de Philip Roth, uno de los escritores más grandes de Estados Unidos de los siglos XX y XXI». A continuación, Roth y la multitud allí reunida cruzaron la calle y se dirigieron a la esquina de Summit y Keer Avenue, que según un letrero verde proclamaba en letras blancas ahora se llamaba Philip Roth Plaza.

Luego se celebró una recepción en la sede de la biblioteca pública en Osborne Terrace, la que Roth frecuentara durante su infancia, y el alcalde subió al estrado y se situó ante el atril: «Y ahora, chicos de Weequahic, no creáis que los chicos del South Side hemos aprendido a leer», dijo a Roth, aludiendo al instituto mayoritariamente frecuentado por negros al que él había asistido más o menos por la misma época en la que Roth estudiaba en el de Weequahic. Y a continuación el alcalde leyó («maravillosamente») un pasaje de La contravida:

«Cuando eres de New Jersey», fue la respuesta, «escribes treinta libros y ganas el Premio Nobel, y vives lo suficiente como para tener el pelo blanco y cumplir los noventa y cinco, es altamente improbable, pero no imposible, que cuando ya estés muerto le pongan tu nombre a una zona de ocio de la autopista de Jersey. De modo que sí, que puede que te sigan recordando cuando ya llevas muchos años muerto, pero serán sobre todo los niños pequeños quienes digan tu nombre, desde el asiento trasero del coche, echándose hacia delante y pidiéndoles a sus padres que paren, por favor, que paren en Zuckerman, que se están haciendo pipí. Para un novelista de New Jersey, esa es la máxima inmortalidad a que puede aspirar».

Por último, tomó la palabra Roth: «Hoy Newark es para mí Estocolmo, y esta placa es mi premio. Ningún otro reconocimiento que me concedieran en cualquier lugar de la tierra podría alegrarme tanto. Eso es todo lo que tengo que decir». Unos días antes, su amigo Harold Pinter había ganado el Premio Nobel.

«El señor Roth es un escritor cuyo arte y cuya fuerza son mayores que su grandísima reputación», había escrito ocho años antes el eminente crítico Frank Kermode, tras leer Pastoral americana, la novela acerca de la decadencia de Newark y la pérdida de la inocencia estadounidense durante los años sesenta, que llegaría a ganar el Premio Pulitzer.[2] Es posible que Kermode pensara en una novela anterior, situada también en Newark, en la que seguía basándose en buena medida la reputación de Roth: El mal de Portnoy, su gran éxito de ventas de 1969 acerca de un muchacho judío obsesionado con su madre y siempre detrás de chicas shikses,[*] que se masturba con un pedazo de carne de hígado («follarme la cena de mi mismísima familia»). Gran parte de lo que luego escribiría Roth sería una reacción a la mortificante fama que le proporcionó este libro: la percepción generalizada de que había escrito una confesión personal en vez de una novela, por no hablar de la percepción que se impuso entre los miembros del establishment judío, para quienes Roth era un propagandista semejante a Goebbels y Streicher. El gran filósofo israelí Gershom Scholem llegó incluso a sugerir que Portnoy desencadenaría una especie de segundo Holocausto.

Dado el carácter magistral de toda su obra —treinta y un libros—, Roth llegaría seriamente a desear no haber publicado Portnoy. «Habría podido tener una carrera bastante seria sin ella y esquivar de paso un auténtico bombardeo de mierda y de insultos»: acusaciones de autodesprecio judío, de misoginia y de falta de seriedad en general. «Yo había escrito ese libro que hablaba de sexo y de pajas y tal, así que me había convertido en una especie de payaso o de puto artista. Pero luego finalmente los tumbé. ¡Cabrones!».

* * *

Roth fue uno de los últimos representantes de una generación de novelistas heroicamente ambiciosos que incluía a amigos y a rivales ocasionales como John Updike, Don DeLillo y William Styron (vecino suyo en el condado de Litchfield, Connecticut), y cabría afirmar que su obra es la que tiene las mayores posibilidades de perdurar. En 2006, The New York Times Book Review sondeó la opinión de unos doscientos «escritores, críticos, editores y otros expertos en literatura» y les pidió que identificaran «la mejor obra americana de ficción publicada en los últimos veinticinco años». Seis de los veintidós libros seleccionados para elaborar la lista final habían sido escritos por Roth: La contravida, Operación Shylock, El teatro de Sabbath, Pastoral americana, La mancha humana y La conjura contra América. «Si hubiéramos preguntado por el mejor escritor de ficción de los últimos veinticinco años —decía A. O. Scott en el artículo que acompañaba la lista—, [Roth] habría ganado».[3]

Por supuesto, la carrera de Roth se extendía más allá de los últimos veinticinco años de la encuesta, empezando por Goodbye, Columbus, de 1959, obra por la que ganó el National Book Award a los veintiséis años. Su tercera novela, El mal de Portnoy, estuvo en 1998 en la lista de las cien mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX confeccionada por la editorial Modern Library, mientras que Pastoral americana fue posteriormente incluida, junto con Portnoy, en la lista de las cien mejores novelas publicada en 2005 por la revista Time. Durante sus cincuenta y cinco años de carrera, la evolución de Roth como escritor fue asombrosa por su versatilidad: después de la hábil sátira de sus primeros relatos reunidos en Goodbye, Columbus, pasó a escribir dos sombrías novelas realistas (Deudas y dolores y Cuando ella era buena), cuyas principales influencias eran, respectivamente, Henry James y Flaubert, curioso aprendizaje teniendo en cuenta la estrafalaria farsa de la época de Portnoy que llegaría a continuación (Nuestra pandilla, La gran novela americana), el surrealismo kafkiano de El pecho, el virtuosismo cómico de la serie de Zuckerman (La visita al maestro, Zuckerman

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