Espacio para soñar

David Lynch
Kristine McKenna

Fragmento

cap-3

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Lynch con su hermano pequeño, John Lynch, en Spokane, Washington, c. 1953. «Fuimos en ese coche cruzando el país cuando nos fuimos a vivir a Durham. Mi padre hizo ese viaje con el brazo en cabestrillo porque había estado arreglando un carro oxidado para mi hermana y se cortó el tendón de la mano.» Fotografía de Donald Lynch.

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Edwina y Donald Lynch, c. 1944. «Mi padre era el jefe de la sala de máquinas de un destructor del Pacifico. A él y a un grupo de colegas les encargaron fabricar cortinas de humo y mi padre preparó una especie de mejunje de su invención, y todos declararon que, sin lugar a dudas, el mejor humo era el suyo.» Fotografía de Arthur Sundholm.

La madre de David Lynch era de ciudad y su padre, de campo. Este es un buen punto de partida, pues nos hallamos ante una historia de dualidades. «Todo se encuentra en un estado tan tierno, toda esa carne, y es un mundo imperfecto», ha observado Lynch, y es fundamental para comprender todo lo que ha hecho.[1] Vivimos en un universo de opuestos, un lugar donde coexisten en una tregua precaria el bien y el mal, el espíritu y la materia, la fe y la razón, el amor inocente y la lujuria carnal; la obra de Lynch habita en el complejo terreno donde lo bello y lo maldito colisionan.

La madre de Lynch, Edwina Sundholm, era descendiente de inmigrantes finlandeses y se crio en Brooklyn. Creció en medio del humo y el hollín de las ciudades, el olor a aceite y a gasolina, el artificio y la aniquilación de la naturaleza; todo ello constituye una parte esencial de Lynch y de su visión del mundo. Su bisabuelo paterno se asentó en un terreno cedido por el gobierno en la región del trigo cercana a Colfax, Washington, donde en 1884 nació su hijo, Austin Lynch. Aserraderos y árboles altísimos, olor a hierba recién cortada, cielos nocturnos tachonados de estrellas que solo se ven lejos de las ciudades… todo eso también forma parte de Lynch.

El abuelo de David Lynch, Austin Lynch, fue granjero como su padre en la tierra recién adquirida; en un funeral conoció a Maude Sullivan, una joven de Saint Maries, Idaho, y al cabo de un tiempo se casó con ella. «Maude era culta y educó a nuestro padre para que tuviera mucha motivación», comentó la hermana de Lynch, Martha Levacy, refiriéndose a su abuela, que era maestra en una escuela de una sola aula en las tierras que su marido y ella tenían en propiedad cerca de Highwood, Montana.[2]

Austin y Maude Lynch tuvieron tres hijos: el padre de David Lynch, Donald, fue el segundo y nació el 4 de diciembre de 1915 en una casa sin agua corriente ni electricidad. «Vivía en un paraje desolado y le encantaban los árboles porque en la pradera no había ninguno —señaló el hermano de David, John—. Decidido a no ser granjero y vivir en la pradera, estudió ingeniería forestal.»[3]

Donald Lynch hacía un posgrado en entomología en la Universidad de Duke de Durham, Carolina del Norte, cuando, en 1939, conoció a Edwina, que estaba especializándose en alemán e inglés. Sus caminos se cruzaron durante una excursión por el bosque en la que a ella le llamaron la atención sus modales cuando él le sostuvo una rama baja para que pasara. Los dos sirvieron en la marina durante la Segunda Guerra Mundial, pero en cuanto esta terminó se casaron. La ceremonia se celebró el 16 de enero de 1945 en la capilla de la marina de Mare Island, California, a treinta y siete kilómetros al nordeste de San Francisco. Poco después Donald se puso a trabajar como investigador científico para el Departamento de agricultura de Missoula, Montana. Fue allí donde él y su mujer empezaron a formar una familia.

David Keith Lynch fue su primer hijo. Nació en Missoula el 20 de enero de 1946, y tenía dos meses cuando la familia se fue a vivir a Sandpoint, Idaho, adonde el departamento de agricultura había trasladado a su padre. Todavía vivían allí cuando en 1948 nació el hermano menor de David, John. Pero él también vino al mundo en Missoula, pues Edwina Lynch, a quien llamaban Sunny, regresó para dar a luz. Ese mismo año la familia se trasladó a Spokane, Washington, donde en 1949 nació Martha. Pasaron 1954 en Durham mientras Donald finalizaba sus estudios en Duke, luego regresaron un breve período a Spokane y en 1955 se establecieron en Boise, Idaho, donde vivieron hasta 1960. Allí fue donde David Lynch pasó los años más importantes de su niñez.

Nunca ha habido un período mejor para ser niño en Estados Unidos que el que siguió a la Segunda Guerra Mundial. La guerra de Corea terminó en 1953; el tranquilizador pero acartonado presidente Dwight Eisenhower permaneció en la Casa Blanca dos mandatos, de 1953 a 1961; el mundo normal todavía prosperaba y no parecía haber muchos motivos de preocupación. Pese a ser la capital del estado de Idaho, en aquella época Boise era una pequeña ciudad y los niños de clase media que crecieron en ella gozaron de un nivel de libertad que hoy día resulta inimaginable. Entonces no se solía invitar a los amigos a jugar a casa y los niños se limitaban a vagar por las calles del vecindario, inventándose sus cosas y sus planes; esa fue la clase de niñez que Lynch conoció.

«La niñez fue realmente mágica para nosotros, sobre todo en verano, y mis mejores recuerdos de David se remontan a los veranos —recordaba Mark Smith, que era uno de los amigos íntimos de Lynch en Boise—. Entre la puerta trasera de mi casa y la de David había menos de diez metros, y en cuanto nuestros padres nos daban de desayunar, salíamos corriendo por la puerta y nos pasábamos el día entero jugando. En el vecindario había muchos descampados, y cogíamos las palas de nuestros padres y cavábamos grandes fuertes subterráneos en los que nos tumbábamos. Estábamos en la edad de jugar a soldados.»[4]

Tanto el padre como la madre de Lynch tenían dos hermanos y, salvo uno, todos estaban casados y con hijos, de modo que era una gran familia de muchos tíos y primos, y de vez en cuando todos se reunían en la casa de los abuelos maternos de Lynch en Brooklyn. «La tía Lily y el tío Ed eran cariñosos y acogedores, y su casa de la calle Catorce era como un refugio; Lily tenía una gran mesa que ocupaba la mayor parte de la cocina y nos juntábamos todos allí —recordaba la prima de Lynch, Elena Zegarelli—. Cuando llegaban Edwina y Don con sus hijos era un gran acontecimiento, y Lily preparaba una gran comida y venían todos.»[5]

Los padres de Lynch eran personas excepcionales, a decir de todos. «Nuestros padres nos dejaban hacer cosas un tanto extravagantes que ahora nadie haría —comentó John Lynch—. Eran abiertos y no intentaban obligarnos a ir en una dirección u otra.» La primera mujer de David Lynch, Peggy Reavey, señaló: «Algo que David me dijo acerca de sus padres y que me pareció extraordinario era que, si uno de sus hijos tenía una idea sobre algo que quería hacer o estudiar, se lo tomaban totalmente en serio. Tenían un taller donde hacían toda clase de cosas e inmediatamente surgía la pregunta: ¿Cómo hacemos que esto funcione? Pasaba de ser algo que tenías en la cabeza a estar fuera en el mundo con una rapidez asombrosa, y eso era algo poderoso.

»Los padres de David animaban a sus hijos a s

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