La vida mola

Raúl Gómez (Maraton Man)

Fragmento

Prólogo, de Dani Rovira

Prólogo

Tú, que ahora hojeas este libro, bien para comprarlo, para regalarlo o para disfrutarlo porque ya lo has adquirido, que no te cunda el pánico. Nos da igual que desconozcas si eres supinador o pronador. No necesitas saber dónde están los isquiotibiales, ni siquiera saber lo que son. Puedes estar tranquilo.

No pasa nada si nunca has corrido una maratón. O la carrera urbana de tu barrio. Y aún más, nos es indiferente que ni siquiera sepas la distancia exacta de una maratón, ni la de una media, y que las únicas series que hayas vivido sean las de la televisión.

Incluso podría ser que lo único que hayas corrido en tu vida haya sido ese trotecito indefinible para no perder el autobús que te lleva cada día de vuelta a casa. No pasa nada, de verdad. No es relevante ni requisito indispensable para disfrutar este libro. Digo más; de hecho, podría estar escrito a tu medida. Sí, sí, como lo oyes.

Porque quizá seas una persona que funciona a través de emociones. Alguien que haya tenido que encajar los golpes que la vida, a veces, da y te hayas visto obligado a reponerte. Seguramente te guste estar de buen humor y rodeado/a de gente que te coloree los días con amabilidad y positivismo. Y es más que probable que tu meta constante en la vida sea alcanzar, si no altas, al menos, dignas cotas de felicidad.

La vida mola es una visión a todo color de la vida, escrita por alguien cuyas sístoles y diástoles se escuchan a más de tres metros. Y no por su forma física que, por cierto, es excelente, sino porque irradia toneladas de ganas de vivir.

Puedo presumir de ser amigo del autor (de ahí que no pudiera negarme al privilegio y la responsabilidad de intentar escribir un prólogo a su altura) y puedo aseguraros que su autenticidad no es una máscara, ni una pose. No es un personaje que interpreta cuando se enciende el pilotito rojo de la cámara. Nada más lejos de la realidad.

Raúl es así. Alegre, vitalista, activo, solidario, blanco de alma y transparente de pensamiento y, al contrario que esos famosos vampiros de energía que te dejan sin fuerzas cuando pasas una tarde con ellos, Raúl es un donante de energía. Al menos a mí me pasa con él siempre que le veo. La ciencia aún no ha sabido explicarme el mecanismo a través del cual, quedo para correr con él una «sartenada» de kilómetros, acabando, cómo no, con cervecita, y sea capaz de volver a casa con más energía y vitalidad que cuando salí. Vale que la cerveza fresquita ayuda, pero tampoco es que sea milagrosa.

Lo que sucede es que Raúl te insufla, sin querer, ganas de reír, de hacer cosas, de exprimir todas las frutas de tu vida. Es un hombre bueno. Pero eso sí, «el chaval» siempre va despeinado (cosas de la energía y la electricidad, supongo).

Y lejos de reservarse esa energía, esa sonrisa y vitalidad para su familia, amigos o para él mismo, ha decidido compartirla con todo el que quiera disfrutarla. La vida mola. Los que le conocemos, reconocemos en él esa frase que da título al libro. Yo, si os soy sincero, este tipo de mensajes, cuando vienen de «Mr. Güanderful» o de algún sitio así, los pongo en cuarentena. Pero cuando esa frase te la dice alguien como Raúl, te retumba en el pecho como tambores de Calanda.

En las próximas páginas vas a acompañarle en un viaje maravilloso. En lo literal, Raúl nos cuenta las decenas de destinos que ha recorrido participando en las carreras más desconocidas y cruzándose con personas peculiares con mucho que contar y aportar. Y en lo metafórico, nos llevará a lugares ubicados tras los éxitos y fracasos laborales, las pérdidas, los grandes hallazgos, la lucha física, mental y emocional por superar varios «monstruos de última pantalla». Raúl recoge el testimonio de personas, en cualquier lugar del mundo, a las que se les ha truncado la vida y, aun así, deciden agarrarla por los cuernos y continuar. Nos llevará en sus viajes de conciencia al conocer de frente grandes lacras mundiales como la desigualdad flagrante con respecto a la mujer en otros países o como el maltrato a nuestro medioambiente.

Con todo eso, mi querido amigo, con humildad y una generosidad apabullante, nos regala este libro sencillo y sin pretensiones, como una bella flor, que es bella porque no sabe que lo es. Un manual sin querer, para ser un poco más feliz. Además, sin pretenderlo «el chaval es guapo».

Somos el resultado de lo bueno y lo malo que nos acontece en el pasado, pero la actitud del hoy ante la vida es lo que marca la diferencia entre ser alguien oscurecido o alguien con luz capaz de iluminar una casa entera.

A través de las carreras y lo bello que es correr ha encontrado su felicidad. Porque la vida es como muchas carreras. En todas surgen agujetas, música por las esquinas, lugares de avituallamiento, personas que dejas atrás, algunas que te rebasan y otras que deciden acompañarte durante un tiempo. Pinchazos, lesiones, abandonos, subidones de endorfina, muros... y metas. Metas que no dejan de ser el punto de partida de la siguiente carrera.

Da igual si nunca has corrido... existen muchos verbos opcionales. Como pasear, besar, saltar, nadar, reír, escribir, amar... bailar. Practica el verbo que te haga feliz, que es de lo que se trata.

Por cierto, «el chaval» baila, todo el rato (cosas de la energía y la electricidad, vuelvo a suponer).

Disfruta, porque La vida mola.

P. D.: Los isquiotibiales son los músculos que están en la parte de atrás del muslo. No vaya a ser que, después de leer el libro, te dé por correr.

DANI ROVIRA

1. La emoción de la línea de salida

1

La emoción de la línea de salida

La verdad, aunque yo siempre iba corriendo, nunca pensé que eso me llevara a ningún lado.

FORREST GUMP