Operación Jaque Mate

Ernesto Ekaizer

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

¿Quién es José Manuel Villarejo, el hombre de la intriga española del momento, nacido el 3 de agosto de 1951 en El Carpio, donde vivió hasta el traslado de su familia de la comarca a la capital, a finales de esa década, y que entre otras actividades presumió de criador de caballos?

El pueblo de El Carpio, ¿es el mismo que en su remoto origen, la Onvba (Onuba) de la comarca del Alto Guadalquivir, describió el caballero de la orden ecuestre de Roma, el escritor y militar romano Cayo Plinio Segundo o Plinio el Viejo (siglo I d. C.), allí donde se acuñaron, a veintiocho kilómetros al este de la provincia de Córdoba, las monedas con su nombre en medio de dos espigas de trigo?

El antiguo comisario, según el fiscal Miguel Serrano, es un hombre que practica un continuo «juego de espejos donde nada es lo que parece». En palabras de Serrano: «Un funcionario policial corrupto envuelto en la bandera del patriota que busca un ánimo de lucro permanente».

¿Un «comerciante» nato, como lo describe su compañero de la prisión de Estremera, el abogado y presuntamente socio Alfonso Pazos en un proyecto empresarial de monetización de informes reservados y clasificados, así como del ofrecimiento a cambio de dinero de su declaración judicial a favor de algunas de las antiguas víctimas de su espionaje, con el objetivo de conseguir la nulidad judicial de pruebas reunidas contra ellas?

«Creo que estamos perdiendo de vista el tema Villarejo. Todo lo que hizo Villarejo fue un montaje para ganar muchísimo dinero. El negocio de Villarejo era la pasta, la suya».

¿Quién afirma esto?

¿Acaso Ignacio Stampa, el fiscal que inició las diligencias de investigación en marzo de 2017 desde la Fiscalía Anticorrupción?

No. Stampa fue apartado de la Fiscalía Anticorrupción el 27 de octubre de 2020 por la entonces fiscal general del Estado, Dolores «Lola» Delgado, mediante el simple expediente de denegarle una plaza fija, a horcajadas de un ficticio «StampaGate» con la inestimable colaboración de los enemigos de la investigación. No pudo Stampa, por tanto, subir al estrado del juicio oral de las piezas Iron, Land y Pintor para decir las palabras que hemos citado.

Quien lo afirma es un hombre que ha estado cuarenta y seis años en el servicio activo de la Policía Nacional.

«Yo no estoy en condiciones de valorar si Villarejo ha hecho mucho bien al Estado español. O [si] ha dejado de hacerlo. Es que no me consta». Es el comisario José García Losada, a cargo de la Comisaría General de Policía Judicial por primera vez en 2000 y una segunda entre julio de 2012 y octubre de 2013. Conoció a Villarejo en 1974; García Losada estaba destinado en esas fechas como policía a la actividad del cuerpo en Guipúzcoa, en concreto en San Sebastián, donde Villarejo ya llevaba un año. Tenían veintidós o veintitrés años.

En esta casa de los espejos, a modo de espectáculo de parque de atracciones, José Manuel Villarejo se mueve a sus anchas. El comisario García Losada ha narrado que Villarejo, después de muchos años, le visitó en 2000, cuando era por primera vez comisario general de la Policía Judicial, para decirle que era «un agente encubierto». He aquí el relato de García Losada en la comisión de investigación en el Congreso de los Diputados. «Decirle a un comisario general de Policía Judicial que un policía es agente encubierto, manda..., conociendo la regulación del agente encubierto en España» [algo que requiere autorización de un juez].

García Losada es un apasionado de las estafas. «A mí me gusta mucho el mundo de las estafas y del timador español de toda la vida. Había una forma que se llama “cuento largo”. Es el timador que enrolla a las personas, a base de darle vueltas, con circunloquios, como por ejemplo en la estampita, el tocomocho, y están hasta que convencen a la víctima. Este señor [Villarejo], el tema de agente encubierto lo utiliza como cuento largo para los clientes que tiene. Todo esto lo hace para ganar dinero, él no lo hace por el bien del Estado, ni por la sociedad española. Es para llenarse bien de pastita. Todo el mundo sabía que este hombre tenía un negocio, entre comillas de detective privado, de agencia de información. Una incompatibilidad absoluta».

Los fiscales Serrano y César de Rivas han sostenido que el negocio al que se refiere García Losada es el negocio de la «extorsión». Que el trabajo de Villarejo era en gran parte, por no decir su actividad mollar, la extorsión y la creación de las condiciones para que sus clientes se vieran necesitados de información para ejercitarla.

El espejo varía la percepción de las cosas. El espejo engaña.

Villarejo rechaza tajantemente las versiones que hemos reflejado. Sostiene que ha sido víctima de una conjura contra él por ser un policía independiente con un conglomerado de empresas que hacían de tapadera. Se ha colocado a sí mismo en el centro de todos los escenarios de aquellas operaciones de guerra sucia contra adversarios políticos y de cover-up, encubrimiento, practicadas desde la cúpula policial y la cúpula del Ministerio del Interior. No desde las cloacas mediante acciones parapoliciales. Desde la cabeza misma.

Y sobre García Losada, nuestro entonces comisario sostenía el 6 de diciembre de 2012, en la punta del ovillo de la llamada Operación Cataluña —el célebre borrador ficticio para frenar al independentismo catalán publicado por El Mundo al que Villarejo llamaba su «cañón Bertha»—, según una nota que cursaba a «Chisco», uno de los sobrenombres, junto con «Choco», que utilizaba para referirse Francisco Martínez, entonces director de gabinete del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y poco después su número dos con el cargo de secretario de Estado de Seguridad, que era «muy flojo». Esto es: no toleraba iniciativas irregulares, por no decir abiertamente ilegales, ni miraba para otro lado. García Losada demostró que lo que Villarejo considera su obra maestra para cortar las alas del independentismo —el borrador fabricado y atribuido a la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal) en noviembre de 2012, en plenas elecciones autonómicas catalanas— era una manipulación deliberada.

En la última entrega de la Trilogía Americana, Sangre vagabunda, James Ellroy escribe en las primeras páginas:

América:

Espié cuatro años de nuestra historia. Fue una larga vigilancia móvil y un chantaje de patada en la puerta. Tenía licencia para robar y libertad de acción.

Seguí a gente. Pinché teléfonos, grabé conversaciones y recorrí en elipse los grandes acontecimientos. Me mantuve en la sombra. Mi vigilancia enlaza el Entonces y con el Ahora de una manera nunca antes revelada. Yo estuve allí. Mi reportaje se basa en rumores creíbles y en información privilegiada. Un enorme rastro de documentos permite su verificación. Este libro recoge expedientes públicos robados y diarios personales usurpados. Es una suma de aventura personal y cuarenta añ

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