Efecto mariposa

Jedet

Fragmento

efecto_mariposa-4

Mi vida consiste en una serie de bucles que se van repitiendo constantemente. Uno de ellos es el de la autodestrucción tras una época de sanción, y otro es el de encargarme de apretar las tuercas de las buenas personas que se me acercan con un interés romántico para ver hasta qué punto pueden soportar mi inestabilidad emocional, y así testar si realmente valen la pena y si serían incondicionales ante mi locura o no, hasta que las acabo perdiendo porque hago cosas sin sentido.

Otro de los infinitos bucles que me vienen a la cabeza es el siguiente: cuando conozco a alguien que me gusta y a quien decido no apretarle las tuercas o ponerle a prueba, acabo dándome cuenta de que:

1. está usándome como saco de boxeo para desahogarse de sus penas porque se me da muy bien escuchar, y ni siquiera me pregunta cómo estoy yo o hace por conocerme;

2. soy la otra y no lo sabía, por lo que nos ha engañado a su pareja y a mí;

3. acaba de salir de una relación y se siente roto, así que acaba viendo en mí al clavo que saca al otro clavo porque no es capaz de olvidar a su ex;

4. cumplo todos los requisitos de alien para ser su fantasía sexual o fetiche, ya que le parece superexótico que una mujer tenga polla y cree que por ese hecho podrá tratarte como a una puta, porque si eres trans para ellos eres una pecadora/puta/zorra/degenerada y un largo etcétera. Ni siquiera te ven como a una mujer ¡o una persona! Te ven como a una tía con polla y les pone cachondos, fin. (Hablo en el plural masculino, pero incluyo a mujeres y a hombres porque también hay mujeres que fetichizan a las mujeres y hombres trans.);

5. entra en juego la curiosidad, aka «nunca he estado con alguien como tú, pero me gustaría probar para ver si me gustas». Le acabas gustando, pero no quiere que le vean contigo en público: acabas siendo el secreto. Así que... THANK U, NEXT, BITCH!

Estoy cansada de cobardes o de personas que quieren usarme para superar su dolor, experimentar o averiguar si les gustan las chicas como yo. Yo nunca hago eso, no trato a los demás como no me gustaría que me tratasen. No les hago sentir como una cosa, un objeto o un psicólogo para superar mis traumas o mis rupturas, porque si dedico mi tiempo a alguien es porque realmente esa persona me interesa y me gustaría conocerla como ser humano. Cuando en el pasado, siendo una niñata, usé a alguien como clavo para superar el dolor que había dejado otro clavo, acabé sintiéndome mal y aprendí que no debemos usar a las personas a nuestro antojo y de forma egoísta.

Soy una persona clara y honesta. Cuando me muestro a alguien en el sentido romántico, le entrego mi tiempo, mi cariño y me abro en canal. No suelo abrirme a nadie, por eso me jode haber tenido tan mala suerte con las personas con las que me he encontrado porque, de una forma u otra, siempre me han utilizado. En otra vida debí de ser una hija de puta; si no, no me explico qué coño está queriéndome decir el Universo con estos bucles de mierda que están haciendo que me convierta en un bloque de hielo.

Cuando sufro desengaños me encierro en mí misma. Me he ido cerrando tanto a lo largo de estos años que ya no confío ni en mi sombra, y eso no me gusta, no es bueno, no debemos andar por la vida pensando que todo el mundo va a hacernos daño pero, ¡joder!, te hacen daño tantas veces que ¿cómo no lo vas a pensar? ¿Cómo no vas a ir con miedo y cómo no vas a querer escupir a la primera persona que te dice «me gustas»? Cuando mi exnovio me dijo «te quiero» por primera vez, le di un guantazo, me enfadé. Para mí decirle a alguien «te quiero» es sagrado, significa que le quiero de verdad, no es algo que diga por decir, y yo le quería tanto que me daba un miedo enorme pensar que me decía esas palabras y que no las sentía. Con el tiempo, debido a sus actos, me di cuenta de que me quería y que lo que había dicho era verdad, y acabé atreviéndome yo también a decirle «te quiero». Fue bonito poder disfrutar del amor durante un tiempo.

Mi cabeza me dice que no debo cambiar mi forma de ser porque me hayan hecho daño, que todo el mundo pasa por desengaños y sufre, que debo seguir siendo yo, aunque dé con personas sin corazón hasta encontrar a alguien que me valore y quiera compartir su vida conmigo con lealtad, sinceridad, respeto y cariño. A veces tengo fe en las personas y pienso que alguna honesta, valiente y madura debe de andar por ahí fuera.

No busco una relación, no busco a nadie, no ligo con nadie porque no me interesan los encuentros banales ni las conversaciones que no me aportan nada; no me interesa follar con alguien que no conoce mi cuerpo y que no tiene interés por conocerlo. Aun así, a veces es imposible, por muy cerrada que estés, huir de personas que te gustan y que insisten tanto en estar contigo. Acabas aceptando estar con esas personas, aunque sea por un plazo fugaz de tiempo, y la mayoría vuelven a ser uno de los bucles que te comenté al principio... MI PREGUNTA ES: si tú me has buscado y has acabado gustándome y me he abierto a ti, ¿por qué coño no me cuidas y me engañas/me la metes doblada/me tratas fatal/dices querer estar conmigo pero es mentira, etc.? No me vendas la moto y no me marees, por favor, que yo estaba muy feliz sin conocerte y fuiste tú quien me buscaste y bueno..., yo fui imbécil y te dejé entrar.

A veces me gustaría apretar un botón y dejar de sentir cosas. Quizás vaya por buen camino, ese botón debe de existir, puede que sin darme cuenta lo haya pulsado constantemente a lo largo de mi vida, ya que cada día que pasa siento menos ilusión por las cosas que me ocurren y tengo menos fe en las personas. Cada día que pasa estoy más muerta que el anterior. Más congelada. Y me gusta.

efecto_mariposa-5

Este año, debido a mi profesión, tuve que asistir a los premios de una revista muy importante, con gente muy importante, conversaciones superimportantes (no), cócteles importantísimos, canapés de lo más importantes y sus putos muertos. Evito ir a esos sitios, pero a veces no puedo escaparme.

En el evento conocí a un chico encantador con el que pasé toda la noche, me reí un montón con él, pero había algo que no me hacía mucha gracia: bebía muchísimo. Me producen un poco de rechazo las personas borrachas si yo no voy borracha, porque acaban pareciéndome imbéciles o ridículas. Aun así, lo estábamos pasando genial y me trataba como a una reina, no parecía borracho, solo contento.

Salimos a la calle, él quería fumar y, aunque yo no fumo porque tengo asma (y eso que me encantaría, porque siempre he pensado que tengo unas manos muy bonitas a las que los cigarros le sentarían muy bien como complemento), le acompañé para seguir con nuestro momento de intimidad y ligoteo. Había una conexión muy guay y la verdad es que hacía tiempo que no me hacían reír tanto, la mayoría de los tíos que intentan ligar conmigo me parecen imbéciles y, más que reírme con ellos, acabo queriendo darles con el puño en la cara.

De repente, algo cambió, empezó a hacerme preguntas muy impertinentes, preguntas muy tránsfobas y solo pensé: «Okay, allá vamos de nuevo». La verdad es que, aunque no me lo esperaba, tampoco me sorprendió: desd

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos