Vida de este capitán

Alonso de Contreras

Fragmento

cap-1

Introducción

1. EL PERFIL BIOGRÁFICO DEL CAPITÁN ALONSO DE CONTRERAS

En la autobiografía que se presenta narra el autor, de forma pormenorizada, los detalles de su vida a las órdenes del rey, ofreciendo, de este modo, la relación de servicios de un valeroso soldado; literaturizada a veces, sí, pero fantásticamente realista en su conjunto. Y es ese realismo el que permite el acercamiento al trasiego vital del protagonista, por lo que no procede suplantar al capitán Contreras en ese papel que él mismo se otorgó a la hora de ser casi la única persona autorizada para contar su historia. A fe que lo hace mejor que nadie en el mundo, por eso no es de recibo reiterar a modo de ensayo lo que tan sencilla pluma labró para la posteridad, sin que ello sea óbice para recordar los hitos más importantes de su existencia, que el lector encontrará con mayor detalle en las propias palabras del protagonista.

Sus primeros años. La carrera militar

Hijo de Gabriel Guillén y de Juana de Roa y Contreras y hermano de otros quince vástagos, Alonso de Guillén nació en Madrid un 6 de enero de 1582, y fue recibido en la católica religión mediante su bautizo en la actualmente desaparecida parroquia de San Miguel (allí, unos veinte años antes, el 6 de diciembre de 1562, fue bautizado quien sería su amigo, Lope de Vega), donde sus tíos maternos, Alonso y María de Roa, actuaron como padrinos. Poco más se sabe de la infancia del autor, pero no se asombre el lector si aquí se ha llamado «Alonso de Guillén», pues así fue bautizado y conocido hasta que entró al servicio del rey Felipe II (1556-1598), momento en el que adoptó el apellido materno, siendo llamado desde entonces «Alonso de Contreras».

La biografía de Contreras supone una reivindicación de sus méritos hacia la Corona como soldado, y poco o nada se sabe de sus primeros años de vida, pues no le interesa contarlo. Lo que es verdaderamente importante es su servicio al rey desde una edad temprana, y como detonante de esa vocación militar es narrado un episodio de infancia del capitán —que le sirve para justificar su valentía—, ese en el que explica cómo acuchilló a un compañero de la escuela, que finalmente murió, lo que le valió acabar preso, juzgado, condenado y desterrado en Ávila. Después de unos intentos de su madre por buscarle una ocupación con un platero, finalmente decidió dedicarse a la aventura y al oficio militar, y formó parte del séquito del archiduque Alberto de Austria (1559-1621) en el cortejo que le llevó a Flandes, adonde llegó como gobernador de los Países Bajos en febrero de 1596. La importancia de este dato es manifiesta. Adviértase el título que el capitán da a su obra, en el que habla de esta partida: «Discurso de mi vida desde que salí a servir al rey, de edad de catorce años, que fue el año de 1597…». En el propio texto dice que fue el 7 de septiembre de 1597, pero hacía más de un año y medio que el «príncipe cardenal», como era conocido Alberto de Austria, estaba en Flandes. Además, en septiembre de 1597, si se hace caso al propio relato de Contreras, este tendría quince años, y no catorce. Cabría la posibilidad de que, con catorce años, Contreras saliera de Madrid entre enero y febrero de 1596,[1] lógicamente antes de que Alberto de Austria llegara a Flandes, pero no puede asegurarse del todo. Este es uno de los ejemplos de imprecisión en la biografía del soldado madrileño, pero el Discurso de mi vida no conforma unas memorias o una biografía[2] al uso, sino que también pertenece al género narrativo de la literatura.

Durante este primer viaje sirviendo al rey explica cómo va convirtiéndose en soldado, desde los presagios de su porvenir soldadesco al jugar a los naipes[3] («primicias de que había de ser soldado») hasta esas «primeras balas que me zurrearon las orejas». Encontrándose en Borgoña llegó un decreto en el que, a pesar de su juventud, se le reconocía como soldado: Alonso de Contreras había comenzado su carrera militar.

A partir de ese momento demuestra, con el devenir de la acción de la obra, que conoce los detalles del pillaje y de las rutas comerciales del mar Mediterráneo. Participa, como en el caso de esos dineros y mercancías que intercepta porque presentaban atisbos de constituir tráfico ilegal, de algunas luchas o diatribas entre los españoles y los turcos que, como explica Reigosa en su edición, habían forjado grandezas imperiales.[4] Este soldado aclara con infinitud de detalles cómo eran las transacciones, las motivaciones y las relaciones que se establecían entre los pueblos cuyos territorios bañaba dicho mar.

Participó en numerosos enfrentamientos que, sin duda, fortalecieron su conocimiento exhaustivo del Mediterráneo y de sus pueblos, así como de sus costumbres. Contreras intenta mostrar la lealtad con la que servía a sus amos y superiores, pero no muy tarde le iba a llegar, a él mismo, la posibilidad de regir los destinos de unos soldados. Así, en 1601, con apenas diecinueve años, iba al mando de una fragata con «treinta y siete personas de que yo era capitán»; no se trata de que lo promocionaran al empleo de capitán, sino que actuaba como el jefe o el responsable de esa embarcación por designio del gran maestre de la Orden de Malta, Alof de Wignacourt (1601-1622), mediante una patente firmada por él. Muy poco después, en 1603, fue ascendido a alférez de una compañía, estando a las órdenes del capitán Pedro Jaraba del Castillo.

Merece la pena hacer una salvedad en su carrera militar para comentar sucintamente otro problema de precisión en las fechas del relato. Tras ser nombrado alférez y viajar a Madrid decidió realizar una visita a su madre, «que había estado dieciséis años sin saber de mí y más». Si, como se ha explicado más arriba, Contreras salió de Madrid probablemente durante las primeras semanas de 1596 (siguiendo el relato histórico) y no en septiembre de 1597 como él afirma en su biografía literaturizada, en 1603 haría más de seis y aun de siete años que no vería a su madre, pero no más de dieciséis. Mediada la segunda línea del folio 54r del manuscrito de la obra aparece tachada la palabra «seys», y encima se lee «16». No se sabe por qué Contreras enmendó el numeral, aun cuando calculó más o menos bien en la primera ocasión, pero está claro que la voluntad del autor fue cambiar la primera versión (puede conjeturarse sobre que fuera para advertir al lector de que había pasado mucho tiempo), y ha de respetarse en el texto.

Unos años después, en 1608, sufrió uno de los primeros grandes desmanes de la Corte hacia su persona y sus pretensiones de ascenso militar. Estando sin ocupar una plaza de sargento mayor, explica Contreras que la obtuvo («vacando la Sargentía Mayor de Cerdeña, me la dieron»), pero que en el documento que ratificaba la decisión se leía que sería «a beneplácito del Gobernador o Capitán General», circunstancia que asombró al alférez Contreras. Tras mostrar su queja incluso al rey Felipe III (1598-1621), casi lo matan y, al final, sin ascender, se retiró como ermitaño al Moncayo, hastiado de estas humillaciones y absolutamente decepcionado, como recuerda Domínguez Flores.[5]

Pasados unos pocos años sí fue ascendido a capitán de infantería, y con este empleo continuó participando en interesantes aventuras, alguna

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