Slim (edición actualizada)

Diego Enrique Osorno

Fragmento

Título

Prólogo

Diego Enrique Osorno tiene agallas. En lo que va de su carrera —y tiene apenas 34 años de edad— se ha metido a fondo en los temas más cruentos de su país, desde el zapatismo hasta el narcotráfico por medio del cártel de Sinaloa y de Los Zetas. Sus reportajes y libros de investigación lo han puesto a la cabeza de su generación y le han valido un amplio y merecido reconocimiento de la comunidad periodística. Es admirado por sus colegas y ha ganado premios. Pero Diego no es periodista de concursos y becas. Lo que lo distingue, de hecho, es que es todo lo contrario de eso. Diego se mete a fondo, y en carne propia, en lo que está investigando. Es valiente. No es poca cosa escribir sobre Los Zetas desde Monterrey.

La primera vez que conocí a Diego él tenía apenas 26 años y acababa de llegar de un periplo intenso entre los manifestantes de una revuelta en Oaxaca, donde más de una veintena de opositores fueron asesinados, y otros tantos desaparecidos y torturados. Sintió, me dijo, que había estado en una guerra, y de hecho así fue. En la calle donde él también estaba murieron el mecánico José Jiménez Colmenares y el camarógrafo Brad Will, y vio cómo sus muertes, como tantas otras vinculadas con la política en México, quedaron impunes. Había visto la injusticia en su forma más cruda y descarnada.

Diego Enrique Osorno es un norteño de apariencia afable y desenfadada. Alto, barbado, habitualmente vestido de jeans, botas y camisas de cuadritos con botones y bolsillos estilo vaquero, lo único que le falta para completar el cuadro de vaquero es un sombrero Stetson y, quizá, una pistola en la mano. Porque, claro está, más allá de sus temas y su presencia física, y aunque no lo anda proclamando, tiene alma justiciera. Lo que lo lleva a examinar en detalle y a divulgar los horrores de su país no es un instinto morboso, sino uno moral. Su indignación no la lleva como estandarte o escudo, sino que ya es parte de su camuflaje cotidiano, y sus investigaciones no son menos que grandes denuncias narrativas. Diego Enrique Osorno no necesita viajar al Congo para penetrar en el corazón de las tinieblas, porque lo tiene a la vuelta de la esquina.

Hace un par de años, durante una visita a su tierra natal de Monterrey, Diego me llevó por su ciudad y me enseñó sus lugares icónicos y de renombre. A la manera de un parisiense que me señalara el Moulin Rouge y la Torre Eiffel, Diego me mostró cómo Monterrey era una ciudad controlada por el hampa. Un día, como para subrayar esa realidad, procuró comprobarlo, presentándome a un soldado de Los Zetas quien, durante tres horas en un salón privado de mi hotel, explicó cómo hacían y cómo funcionaban las cosas en su organización. Nos contó cómo y por qué mataban a ciertas personas y cómo, en sus temibles «cocinas», se deshacían de los cuerpos. Al final quedó muy claro que su organización era la dominante en ese territorio mexicano, a tal punto que para el hombre de la «Letra» los jefes de su organización y de los cárteles eran tan autoridades como los generales de la policía, del ejército o los gobernadores de los estados. Tampoco hacía distinciones morales entre éstos, sino que hablaba de todos como de quienes compartían algo en común —el poder—, y quedaba sobreentendido que el poder en sí no se definía ni se juzgaba; se reconocía: existía como el Everest, más allá del bien y el mal.

Si Los Zetas comprenden el poder como algo absoluto, amoral, los mexicanos en su conjunto reconocen a un ciudadano como su máximo rey de reyes. Ese ciudadano es Carlos Slim Helú, el hombre que ha llegado a ser el más rico, no sólo de México sino del mundo. En este nuevo libro, producto de años de investigación dedicada, Diego examina a este pasha moderno, símbolo vivo del capitalismo del siglo XXI y a la vez de México: en un país de caciques, Slim es un gigante entre liliputienses. Semejantes dimensiones tan surreales llevan a Diego a preguntar, en voz alta, si un hombre tan rico puede también ser una buena persona. En el presente libro él intenta explorar esta y otras ideas, así como llegar a una respuesta justa.

Lo que propone Diego, claro está, es un reto verdaderamente mayor. Como alguien que también se ha propuesto perfilar a algunos hombres poderosos, entre ellos al antiguo dictador chileno Augusto Pinochet y a Juan Carlos I, el rey de España hasta mediados de 2014, sé que lo más importante es establecer un conocimiento intuitivo del personaje, así como, idealmente, un acercamiento que permita una mirada más íntima y que también, en el mejor de los casos, arroje alguna luz nueva sobre el personaje retratado. Siempre es muy difícil acercarse a los poderosos, quienes normalmente rehúyen a los periodistas —al menos a los que no controlan— y debido a que tienen séquitos nutridos de empleados cuya función en la vida es mantenerlos distantes y asegurar que todo retrato de ellos sea positivo. Por sus grandes méritos como periodista, y —no me cabe ninguna duda— su afable personalidad también, Diego ha logrado circunvalar los retenes alrededor de Slim para lograr no uno, sino varios encuentros con él, y sostener diálogos profundos sobre un arcoíris de diversos temas. Eso, claro, aparte de sus propias pesquisas alrededor de Slim durante varios años: entrevistas con amigos y enemigos, así como trabajo de revisión en archivos inéditos, lo que hace que este libro de Diego sea realmente algo de valor, todo un aporte a la historia moderna. Hay unos encuentros inolvidables que sostiene Diego con Slim en su biblioteca personal. Ahí Slim se muestra como un omnívoro devorador de libros —desde biografías políticas y de grandes financieros hasta el diario del Che en Bolivia— y bastante campechano. Le dice a Diego que está dispuesto a contestarle todas las preguntas que él le haga y que lo único que pide a cambio es que no ponga «muchas mentiras» en su libro. En todo momento, claro, Diego es nuestro guía, preguntando, mirando y olfateando todo lo que ve y oye, buscando la verdad sobre Slim.

En el fondo, claro está, lo que Diego busca es la frontera entre el bien y el mal. ¿Dónde está? ¿Cómo encontrarla en un país como México? ¿Quién es Carlos Slim y qué dice del México de hoy?

Acá los dejo con esa incógnita, en las manos del genial y valiente Diego Enrique Osorno.

JON LEE ANDERSON,
Holguín, Cuba, septiembre de 2015

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Nota del autor

La vida del mexicano Carlos Slim Helú, uno de los hombres más ricos del mundo en el primer cuarto del siglo XXI, no s

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